El que El Aristócrata se haya convertido en una referencia del buen vestir tanto en España como en Latinoamérica ha sido una labor de varios años y en la que todos hemos contribuido de una forma u otra.
La popularidad alcanzada por nuestro blog nos ofreció la posibilidad de durante tres años contar con una columna propia en el periódico económico on-line, www.extraconfidencial.com. La enorme acogida y repercusión que tuvo, y al parecer sigue teniendo, El Mayordomo nos brindó la posibilidad de escribir para la editorial Planeta el “Manual del Perfecto Caballero; normas básicas del buen vestir”; manual que sorprendentemente y teniendo en cuenta los tiempos que corren se encuentra en su tercera edición.
Aunque la dificultad de encontrar el tiempo necesario para seguir publicando en dicho periódico un artículo semanal nos obligó a tener que dejar, no sin una gran pena, descansar al bueno de El Mayordomo Jeeves de sus labores semanales, en breve espero tener el placer de comunicaros la colaboración con otro medio pero esta vez escrito y de manera mensual.
Cada nueva aventura ha representado un nuevo reto y el verlas funcionando siempre ha sido un gran motivo de orgullo. Sin embargo, siempre hubo algo que tanto yo como muchos lectores de esta página sabíamos que teníamos que llevar a cabo antes o después ya que representaba la cúspide de la verdadera esencia de este Blog.
Y esto no era otra cosa que la creación de un espacio donde los lectores más apasionados por esta forma de vestir intemporal, clásica y varonil se pudieran reunir y compartir de forma presencial sus inquietudes sobre el buen vestir.
Por ello, tres de esos lectores decidimos crear un Club que hiciera esto posible y que sirviera como medio para profundizar en esta nuestra pasión. El Club Privado de El Aristócrata.
Aunque desde el mes de enero de 2012 todas las piezas encajaban ya en nuestro puzle la burocracia impidió que el Club fuera una realidad legal hasta prácticamente el mes de marzo del mismo año.
Como sabéis todos los que nos leéis habitualmente, se informó desde esta página de todos los pasos, así como de los requisitos a cumplir, para formar parte del mismo y en marzo de 2012, tras la presentación oficial del Club en el hotel Intercontinental de Madrid, se procedió a abrir el proceso de admisión de los primeros miembros.
Hoy, treinta cinco caballeros, de diferentes edades y lugares de España, ya son miembros del Club Privado El Aristócrata. Este número se verá aumentado con quince nuevas incorporaciones el próximo año (se informará oportunamente a través de nuestro Blog sobre los pasos y requisitos) para situarlo en el definitivo número de cincuenta miembros.
A lo largo de los pocos meses de vida de nuestro Club, las actividades se han sucedido conforme a lo que anteriormente había sido diseñado y hoy creo poder afirmar que nos podemos sentir orgullosos de lo que con él hemos conseguido en tan pocos meses.
En tan escaso tiempo hemos tenido la suerte de reunirnos para escuchar de primera mano las apasionantes experiencias que se viven en un taller de zapatería a medida de la mano del artesano Norman Vilalta o conocer algo más del concepto de elegancia, exclusividad y lujo en el vestir que tiene el crítico de moda del Financial Times, el Sr. Simon Crompton, o el por qué hoy la sastrería napolitana es la referencia mundial; algo que nos contó quien seguramente sea el mejor representante de ese concepto napolitano, el Sr. Luca Rubinacci.
Y fue precisamente la apasionante puesta en escena del Sr. Rubinacci la que nos obligó en pos de intentar dar cabida a las principales tendencias de la sastrería mundial ponernos en contacto con quien fuera el Head Cutter más joven en la historia de la mítica calle londinense de Savile Row: el Sr. Richard Anderson.
Según él mismo nos contó durante su intervención, su andadura por Savile Row empezó cuando su padre leyó en enero 1982 un anuncio en la prensa local que decía: “Wanted, sixteen- or seventeen-year-old apprentice cutter for Savile Row firm. Energetic … Intelligent … Smart appearance …”.
A los pocos días de aquella entrevista a la que acudió Richard Anderson entraba por la puerta del número 11 de Savile Row para firmar un contrato que le reportaría un salario de 2.000 libras anuales en la que es todavía considerada por muchos como la mejor sastrería, y también la más cara, de Savile Row: H Huntsman & Sons o como todo el mundo la conoce simplemente Hunstman.
Según las propias palabras de Richard si bien en un principio le sorprendió la severa disciplina militar que imponían los sastres más veteranos a los aprendices fue precisamente esa disciplina la que caracteriza luego el trabajo y la exquisita terminación de las prendas de las más prestigiosas sastrerías de Savile Row.
Durante sus dos primeros años en Hunstman, Richard trabajó como “chico de los recados” para todos sus compañeros y era el encargado, entre otras cosas, de que no faltaran ni los cigarrillos ni los sándwiches a la hora del descanso. En palabras suyas “eras lo más bajo de todos los que estábamos allí pero gracias a ello pronto sabías si estabas hecho para esta profesión o no”.
El tiempo pasó y con solo 26 años pero con nueve ya en la profesión ya tenía su propia agenda de clientes y no era extraño que fuera él el sastre que de Hunstman viajara a Estados Unidos para tomar medidas a sus clientes que allí residían.
Con 34 años se convirtió en el Master Cutter más joven que Hunstman ha tenido en sus más ciento cincuenta años de historia. Record todavía no superado por ningún otro sastre de Savile Row.
Al poco tiempo Hunstman cambió de manos y tanto Richard como su compañero Brian Lishak, sastre con más de cincuenta años de experiencia, la mayoría de ellos también vividos en Huntsman, decidieron comenzar una nueva aventura abriendo en el año 2000 su propia sastrería en el número 13 de Savile Row ya bajo el nombre de Richard Anderson Ltd.
Habían pasado 19 años desde que Richard entrara por primera vez en la sastrería Hunstman y en el momento de abrir su propia sastrería podía presumir de ser ya toda una institución en Savile Row con solo 36 años.
A Richard Anderson la prensa especializada le ha llamado “El Rey de Savile Row” y le ha definido como “más Huntsman que la propia Huntsman” algo que se reconoce en su predilección por las prendas tipo Tweed; tejido que le apasiona tanto en su versión más rustica tipo Harris como en los clásicos Shepherdis o en los Hounstooth o en los más formales Donegal o como en su preferido para las hacking jackets en el Herringbone.
El haber continuado con el propio estilo que él y Brian Lishak hicieron característico de Hunstman, estilo donde se marca mucho la silueta, los hombros y se arma el frontal para dar bastante forma a la prenda, y el ser uno de los sastres preferidos por los clientes más jóvenes de la Row han situado a su sastrería en solo doce años como una de las de mayor éxito de todo Savile Row.
Entre sus clientes conocidos han trascendido nombres como los de Keifer Sutherland, Benicio Del Toro, Simon Cowell, Henry Kissinger, Stewart Granger, Rex Harrison, Gregory Peck o Katharine Hepburn.
Richard Anderson ha escrito el libro “Bespoke: Savile Row Ripped and Smoothed” donde narra sus apasionantes 19 años como aprendiz y sastre en Hunstman y ha aparecido en innumerables reportajes de la BBC.
Todo esto fue para nosotros motivo más que suficiente para contactar con él y proponerle que acompañara a los miembros del Club Privado El Aristócrata en un paseo por la calle londinense y nos descubriese un poco más el apasionante mundo de la sastrería de Mayfair, el de Hunstman y el de la suya propia.
Acostumbrados a reunirnos en los hoteles de lujo de la capital para esta ocasión recogimos el guante que nos lanzó el Sr. Ángel Casaña, Presidente del Club privado de fumadores Churchill Club, y nos emplazamos todos para recibir al Sr. Anderson en el número 48 de la Calle Capitán Haya.
Este Club de fumadores es lo menos parecido al típico club de fumadores que muchos podríamos tener en mente y al contrario de aquellos, el Churchill Club rezuma modernidad, una decoración a cargo de Javier de San Luis, famoso por ser el responsable también de la decoración del Club Billionarie de Marbella, y un mobiliario más propio del mejor y más chic bar de copas de Cerdeña que el de un club clásico de fumadores. Cuenta además con los sistemas más avanzados de ventilación los cuales son los responsables de que sea imperceptible el olor a cigarro. Lujo provocador con piezas de VG Newtrend, firma de alta decoración y diseño italiana; en definitiva un paraíso para que sus socios disfruten de un exquisito gin-tonic mientras saborean un buen cigarro cubano.
Con puntualidad inglesa el señor Anderson hizo su entrada en el Churchill Club a las 7 de la tarde donde fue recibido por el presidente honorario del Club de El Aristócrata: el Sr. José María Reillo.
Comenzado el acto, D. Ángel Casaña tomó la palabra para presentar el Club Churchill y ofrecer pertenecer al mismo a los miembros que del Club El Aristócrata allí nos encontrábamos.
El Sr. Reillo fue igualmente el encargo de presentar al Sr. Anderson a todos los allí presentes y para ello hizo un resumen del currículum del ponente así como una entretenida introducción tanto a la sastrería inglesa como a todo lo que esta ha contribuido e influenciado en todas las formas de trabajar la sastrería en el mundo. Igualmente, no dejó pasar la oportunidad de analizar de forma breve las principales diferencias entre esta y la italiana.
En este acto preferimos en vez de que el ponente nos ilustrara con una charla sobre su trabajo pasar directamente a la ronda de preguntas; preguntas que yo encantado le fui formulando y que el Sr. Anderson, con exquisita educación y gran capacidad de comunicación, fue respondiendo una a una sin interés alguno en esquivar aquellas más comprometidas.
Como algunos de vosotros sabéis últimamente he recibido varios correos de personas interesadas en la profesión de sastre y más concretamente en conocer cómo podían empezar a formarse en tan apasionante profesión. Y fue concretamente por esto por lo que no dudé en empezar el turno de preguntas pidiéndole al Sr. Anderson que nos contara algo más de cómo fueron sus primeros años en Hunstman.
Si bien hoy la profesión de sastre puede parecer un oficio muy bien considerado y hasta en ciertos casos bien remunerado esto solo es una realidad, como pasa con la mayoría de las profesiones, cuando se alcanza un gran nivel de calidad y se da al cliente un servicio excepcional. Pero hasta que esto ocurre, como también pasa en el resto de oficios, hay que pasar un gran número de años trabajando muy duramente y recibiendo por dicho esfuerzo una contraprestación económica puramente testimonial. Y esto es así incluso en el caso de los sastres de Savile Row.
Dos mil libras esterlinas hace treinta años no alcanzarían ni siquiera lo que hoy llamamos el salario mínimo interprofesional. Sin embargo, no fue óbice para que muchos chavales ingleses, entre los que también se encontraba el Sr. Richard Anderson, empezaran aquella andadura que no sabían ni siquiera si les conduciría a algún sitio.
Si esas dos mil libras daban para poco más que pagarse el transporte al centro de Londres y poderse permitir ir al cine con los amigos los fines de semana, el hecho de verse obligado a ser el chico de los recados durante casi dos años dejaba patente si se estaba hecho para trabajar para una de las centenarias sastrerías inglesas o solo se veía como un mero medio de vida para alguien que no había podido o querido ir a la escuela.
Y fue precisamente repartiendo esos cigarros y esos cafés entre el personal de Hunstman cuando Richard descubrió una disciplina, más que militar en sus propias palabras, que le alejaban de las distracciones de la calle y que le obligan a cumplir unas normas de comportamiento muy alejadas de las de un chico de solo diecisiete años pero que también le daban la base necesaria de constancia y seriedad que requería su profesión.
Hoy nos cuenta Richard que la situación es algo diferente tanto para bien como para mal. Si bien antes era necesario anunciar una nueva vacante de aprendiz en un periódico local de gran tirada para que alguien se presentara a la entrevista, hoy se reciben currículums casi a diario.
Ante esto nos comenta Richard que solo termina recibiendo a aquellos jóvenes que no se limitan a enviar su currículum sino que insisten llamando por teléfono o incluso presentándose en la propia sastrería superando el impacto inicial que supone para un chaval de tan escasa edad abrir la puerta que da paso normalmente a un entorno de madera y muy alejado a lo que estos adolescentes han vivido en sus casas. Y si todavía les queda coraje para echar en cara al Head Cutter el por qué no se les da una oportunidad entonces, y solo entonces, Richard les deja probar durante unos días.
Pero igualmente, si antes cualquier principiante en el oficio requería de un sastre consagrado para que le diera la oportunidad de iniciarse, hoy las principales sastrerías londinenses, y no ya solo de Savile Row, tienen un programa financiado por el Gobierno Británico que concede becas a varios aprendices de la escuela de sastrería británica los cuales rotan por varias sastrerías algunos meses y aquellos que demuestren su valía son contratados al termino de dicha beca por alguna de las casas donde ha estado aprendiendo.
Otra de las principales diferencias entre los sastres de entonces y los de ahora nos apunta Richard es el hecho de que hoy a la profesión de sastre le haya pasado en parte igual que a la de cocinero. De ser oficios sin mucho reconocimiento o hay sastres tanto en el Reino Unido como en Italia que considerados como auténticas estrellas; y lo mismo pasa con ciertos cocineros. Esto en el caso de los sastres británicos ha sido debido en gran parte al respaldo que desde el propio gobierno, la televisión, internet y la prensa especializada se les ha brindado ya que no hay que olvidar que independientemente de las modas del momento la sastrería británica ha sido la máxima responsable de la alta sastrería durante más de doscientos años.
El tener entre nosotros a alguien que ha pasado más de veintiséis años trabajando en la mítica calle londinense nos obligaba a preguntarle por el pasado de esta calle, su presente y por qué no decirlo también por su incierto futuro.
Obviamente era de esperar que el pasado que nos iba a contar Richard iba a ser lo más excitante de los tres momentos temporales por los que le acabábamos de preguntar. Y aunque el futuro, como ahora veremos, es esperanzador no cabe duda que el pasado de la Calle fue francamente apasionante.
Según compartió Richard con nosotros, durante sus años en Hunstman lo normal es que diez nuevos clientes entraran por la puerta de la sastrería todas las semanas. Y con semejante número de clientes, a los que había que sumar también los de la casa de siempre, había que estar preparado, y en todos los sentidos, para recibir en el mismo día a un Lord inglés, a un cantante de música rock o a un exitoso chico de veinte cinco años de una punto com. El coser para un elenco tan diferente, manteniendo el sello de la casa Hunstman, fue en palabras de Richard un bagaje y una experiencia que pocas sastrerías en el mundo pueden aportar a un sastre.
No dejó de nombrar durante toda la charla a sus dos grandes mentores, el Sr. Brian Lishak y el Sr. Clive Gilke quienes junto a Richard no dudaron en abandonar Hunstman y abrir su propia sastrería cuando Hunstman cambió de manos. El nuevo accionariado tenía una visión muy diferente a lo que había sido Hunstman durante más de ciento cincuenta años y antes de ver hundirse todo aquello por lo que habían luchado, Richard, Brian y Clive abrieron su propia sastrería solo unos metros más allá de donde habían trabajado toda su vida.
A la hora de tomar la decisión todos estaban de acuerdo en que deberían mantener la gran calidad y la depurada técnica de trabajo de Huntsman pero aportando a la propia tienda un toque algo más actual ya que reconoce que no eran pocos los clientes que se veían intimidados por la propia disposición de las dependencias de Huntsman. Para ello dejaron de lado los cuadros tradicionales, los suelos y paredes de madera, los trofeos de caza y los cambiaron por un ambiente mucho más relajado donde incluso se escucha en toda la tienda a través del hilo musical. Igualmente, aquellos clientes que en Hunstman se les rechazaba por pedir determinados cortes que iban en contra de la filosofía centenaria de la casa en su nueva sastrería eran recibidos y se les intentaba dar aquello que estaban buscando.
Savile Row ha sido para los amantes de la sastrería la Meca a la que acudir al menos una vez en la vida. Los que hemos tenido ocasión de estudiar otras sastrerías de prestigio como la italiana o en su tiempo la propia francesa observamos que sus grandes sastres han bebido de las fuentes de los ingleses y muchos de aquellos han aprendido el oficio en alguna de las sastrerías de Mayfair.
Obviamente sería engañarnos si mantuviéramos que el liderazgo de la sastrería de Savile Row sigue siendo tan aplastante como hace cien años. Por ello, le preguntamos a Richard que nos contara algo más de aquel pasado boyante de la Row, su presente y un futuro algo incierto y que pierde liderazgo frente a la sastrería italiana.
Lo primero que nos apuntó es que independiente de que tanto una calle como otra lleven el nombre de Savile Row solo hoy una es la pura esencia de Savile Row o como el mismo Richard dice solo las sastrerías que están en la “sunny side” de la calle londinense. Esto difiere con lo que él se encontró cuando empezó a trabajar en SR ya que por aquel entonces a ambos lados de las calles se situaban las sastrerías y por eso mismo y a pesar de que estas compartieran espacio con oficinas y locales de otros tipos hace veinticinco años había más sastres en la Row que ahora.
No dejó de recordar la apertura reciente de Abercrombie así como la que abrirá muy próximamente de la misma marca pero de niños en la “calle de los sastres”. Si bien no criticó el que esto haya podido pasar y haya puesto hasta cierto punto en jaque mate una historia de doscientos años sí comentó que esto es muy peligroso ya que ninguna sastrería podría nunca pagar los alquileres a los que sí pueden hacer frente las grandes superficies.
Según nos comentó exceptuando el año 2008, año en que todo el sector sufrió un frenazo, cada año desde que abrieron en al año 2000 han conseguido trabajar más y esto les consta que es extensible a las principales sastrerías de la calle.
Sobre el fututo solo tuvo palabras de grandes expectativas ya que el interés por la sastrería a medida ya no es solo propiedad de los grandes ejecutivos de la banca de sesenta años sino que cada día más los jóvenes tienen mayor interés en tener un traje de SR que cualquier otro de marca conocida pero de confección. Nunca ha habido más interés por la sastrería a medida que la que hay ahora y no duda en afirmar que independientemente de las modas pasajeras que hoy se puedan ver Savile Row sigue y seguirá por muchísimos años siendo el destino preferido de los amantes de la alta sastrería.
Sobre el prototipo de cliente de Savile Row mantiene que hoy ya es muy difícil definirlo. Seguramente en los años 90 sí estaba claro pero ahora es de lo más variopinta. Por aquel entonces los más frecuente era encontrarse con un señor de unos sesenta años, de nacionalidad británica o americana y CEO de alguna empresa.
En cambio hoy si bien lo que predomina son los grandes ejecutivos del mundo de las finanzas de entre cincuenta y sesenta años el cliente es mucho más joven, siendo muchos de ellos asiático y han cambiado los ejecutivos de grandes corporaciones por emprendedores del mundo .com. Igualmente, ahora cuentan con muchos clientes que nunca han vestido de sastre pero que sí lo han hecho de marcas Premium y ven en la sastrería a medida lo más in del momento.
Uno de los momentos más apasionantes fue cuando explicó a la nutrida audiencia la Hacking Jacket y la forma de cortar esa chaqueta, lo que representa el ADN del estilo Hunstman y en última instancia el ADN del corte de Savile Row.
Una chaqueta que difiere en gran medida, como vimos los que asistimos a la conferencia del Sr. Rubinacci, del concepto que de cómo debería ser una chaqueta tienen los sastres napolitanos. Para la corriente más extendida de Savile Row, la chaqueta debería contar con hombreras visibles, con solapas marcadas y donde se acentué la cintura del cliente. Con estas hombreras altas y marcadas y una cintura estrecha consiguen muscular el cliente así como hacerlo más alto y delgado.
Dicho todo esto para él el traje perfecto es el que guarda un balance en todas las líneas y prendas y que además de la sensación de que apenas ha costado realizarlo a pesar de que lleve casi sesenta horas de trabajo.
No obstante, debido a su gran interés al final del artículo reproducimos la descripción que el propio Richard hace de esta forma de confeccionar la típica chaqueta de Savile Row (para los más puntillosos apuntar desde ya, que esta chaqueta varia según sea la sastrería que la confeccione pero no por ello deja de ser en mayor o menor medida la más extendida y la que ha venido definiendo el estilo inglés durante más de doscientos años).
Como era de esperar la conversación derivó de manera natural en la hoy mucho más aceptada chaqueta napolitana. En contra de lo que podría caber esperar de quien fuera el alma mater de Huntsman durante casi veinte años, Richard alabó la chaqueta napolitana, su funcionalidad, su ligereza así como su corte relajado.
Sin embargo, él es partidario de un corte más conservador donde haya más horas de mano de obra y donde el trabajo en el pecho y en los hombros sea mucho más marcado.
Aprovechamos igualmente para preguntarle si como muchos profesionales del sector atisban la sastrería terminará dominada por los italianos mientras que los ingleses pasaran a un segundo plano. Su experiencia y el aumento exponencial de clientes en Savile Row demuestran que esto ni nunca ha sido así, ni lo es ni lo será. Sin embargo, admite igualmente que los italianos llevan más de veinte años dominando la industria del RTW y esto no parece que tampoco vaya a cambiar ya que la confección inglesa es de mucha menor calidad.
Ante la confusión reinante en nuestros días donde cualquiera que pueda tomar unas medidas y añadirlas a un fichero se denomina sastre le preguntamos al Sr. Anderson cuáles eran los atributos necesarios que un sastre debería tener para poderse denominar como tal.
Cabría haber esperado como muchos sastres apuntan que fuera alguien que pudiera cortar, coser y terminar un traje, un abrigo, un chaqué, un esmoquin y un frac. Pero por el contrario y sin dudarlo, y tras apuntar que en la mayoría de las sastrerías de Savile Row cada profesional está especializado en una prenda concreta de cada conjunto, nombró “sólo” dos cualidades: alguien que sepa poner unas mangas y un cuello. Son concretamente estas dos operaciones las que muy rápidamente diferencian a un buen sastre de uno excelente.
Según Richard en tres o cuatro años una persona con unas mínimas condiciones puede aprender a coser unos ojales, a picar unas solapas, a hacer un pantalón, a coser los bolsillos, a poner un forro pero solo aquellos que tienen unas condiciones excepcionales pueden terminar sabiendo poner las mangas y el cuello. En palabras textuales de Richard esto es lo que diferencia a los hombres de los niños.
Seguramente todos conocemos personajes públicos que lucen trajes o esmóquines de perfecta hechura pero cuya imagen final no nos trasmite ninguna emoción ya que carecen de estilo y sentimos que le falta expresión a sus conjuntos.
Por ello, uno de los grandes retos a los que se enfrentan hoy los sastres, y que deberían admitir para que su trabajo no nos dejara indiferentes, es que si vital es conseguir una buena hechura muy importante es también conseguir que su ropa hable y transmita emociones o dicho de forma más simple, que rezume estilo.
Richard coincide con nosotros en este punto y apunta que efectivamente con la toma de veintiuna medidas, como es obligatorio en su sastrería, una buena hechura está prácticamente garantizada pero que el estilo es sin lugar a dudas mucho más difícil de conseguir.
Sólo hablando con el cliente y llegándole a conocer se llega a tener una idea de cómo más le gusta verse Como es de esperar de alguien que ha dedicado toda su vida al oficio de sastre habrá habido prendas que le hayan supuesto un esfuerzo extra. Él destaca que normalmente los chaqués y las chaquetas de caza necesitan de una mano de obra más cualificada así como la ropa a medida de mujer la cual, por norma general, es más complicada de realizar.
Richard Anderson es de los pocos sastres de todo Savile Row que se ha ganado la confianza también de las señoras que gustan de vestir de sastre y de no pocas estrellas de la gran pantalla. Según nos comenta la dificultad que implica vestir a una señora es bastante mayor que la de hacerlo a un caballero y son principalmente dos las partes críticas a la hora de conseguir una buena hechura: el pecho y la parte alta de la espalda.
Son muy pocos los sastres que se han atrevido a lanzar una línea de ropa de confección; y los pocos que lo han intentado han sido en su inmensa mayoría italianos. Esto no deja de ser una pena ya que por norma general el corte más o menos clásico de los sastres más consagrados hace maravillas cuando se lleva a una línea confección.
Y Richard ha sido uno de los pocos británicos de su oficio que hace algo menos de un año se lanzó a crear una línea de confección con un claro parecido a su línea bespoke.
El que vendiera sesenta trajes en un mes de su primera colección le ha dado la razón a que este producto puede llegar a tener una demanda importante y ahora ya tiene preparada su temporada primavera-verano. Para ambas colecciones el propio Richard ha hecho los patrones para que sean cortados y dados vida n una factoría de Venecia.
La inspiración británica de sus colecciones y el claro sello del número 13 de Savile Row ha sido muy bien recibido por los amantes del estilo más británico. Para su colección RTW, el propio Richard ha hecho los patrones que son cortados y dados vida en forma de trajes en una factoría de Venecia pero con una clara inspiración británica y con el sello claro de la casa de Savile Row número 13.
No dejó de aconsejar a sus compañeros de profesión que allí se encontraban que apostaran claramente por internet y en concreto por los Blogs. Él mismo ha experimentado un claro aumento en el número de clientes desde que su trabajo empezó a tener repercusión en los Blogs de moda clásica más leídos. Y a estos también debe en gran parte el que la edad media de sus clientes se haya visto rejuvenecida.
A pesar del auge que ha experimentado recientemente la sastrería a medida, Richard es de la opinión de que hay muy pocos países que puedan presumir de contar con buenos sastres. Además de nombrar a los italianos tímidamente nos habla de algunos sastres alemanes y de algunos noruegos. Por el contrario, no duda en apuntar que la sastrería Norteamericana es prácticamente inexistente y que lo único bueno que hay allí lo hacen algunos aprendices de Savile Row que se han marchado allí a desempeñar su trabajo.
Otra pregunta que parecía obligada y que les hemos hecho a todos los ponentes que han pasado por el Club era qué caballeros consideraba él como los más elegantes tanto vivos como difuntos. Richard destaca su cliente Gregory Peck quien desde su punto de vista llevaba la ropa con mucho estilo y realzaba todo lo que se ponía. Gianni Agnelli quien era un maestro en combinar diferentes prendas, colores y complementos.
Nos sorprendió que no nombrara al Príncipe Carlos y por ello quisimos escuchar su punto de vista profesional. En su opinión, el Príncipe Carlos es un apasionado de la sastrería a medida y acude a varios sastres, todos de Savile Row, los cuales han sido capaces de crear para él un estilo muy definido con preciosidades de trajes cruzados. Para Richard, el chaqué con el que se casó con Camila Parker era sencillamente una pieza de arte y tenía la mejor mano de obra que nunca ha conocido.
Mientras transcurría la conversación de los hombres más elegantes dejó patente su discrepancia con la forma de vestir el nuevo James Bond tanto por hacerlo con modelos fuertemente influenciados por el momento temporal en el que se rodó la película perdiendo esa intemporalidad que ha caracterizado históricamente al agente secreto como por no vestir de sastre inglés.
Como muestra de respeto a quien es considerado como una de las voces más autorizadas para hablar de los tejidos Tweed varios miembros del Club vistieron ese día con tejidos próximos a él. Para Richard este tipo de tejido nunca dejará de estar de moda y si bien antes lo normal es que su cliente dejara el traje diplomático el viernes para vestir alguna chaqueta de Tweed en su casa de campo, hoy lo más normal es que sus clientes la vistan desde con vaqueros hasta para ir a cenar entre semana.
Concluido el acto tuvimos el privilegio de charlar con el Sr. Anderson y ver en primera persona varias creaciones que trajo a Madrid así como diferentes tejidos tipo Tweed de la mítica casa escocesa Holland & Sherry; una charla regada con un excelente Cordon Rouge y unos más que exquisitos canapés con los que nos obsequió la reputada casa internacional de delicatesen Casa Ortega.
El Aristócrata