La semana pasada recogía por fin el abrigo que con tanto esmero y cariño han confeccionado en la Sastrería Sánchez Caro, María Alonso, José Alonso y Daniel Schleissner. En total cinco meses de espera que a tenor del resultado creemos que han merecido la pena.
Como recordaréis los que habéis seguido todo el proceso de realización del mismo, en este abrigo se han juntado tres perfiles y experiencias muy diferentes que le han trasladado su distinta forma de concebir la artesanía y el diseño. Si bien los tres han colaborado mano a mano en toda la confección del abrigo cada uno de ellos ha impreso su nota más característica, algo fácilmente apreciable en el resultado final de la prenda.
Si María se ha cerciorado de que tanto por dentro como por fuera la mano de obra fuera la primera en hablar de la gran calidad del abrigo, su padre, José, recuperó de los archivos todos los secretos de los grandes maestros para conseguir uno de esos abrigos que según sus propias palabras “ya no se hacen”. Por su parte Daniel imprimió el toque de modernidad y estilo que exige el que se vaya a vestir por una persona joven y en el S. XXI. No obstante, si bien esto era el punto de arranque, con el paso de las semanas todos terminaron invadiendo las facetas del resto y creando una prenda a la que resulta muy difícil poner una etiqueta con un solo nombre. De hecho, entre los tres decidieron no ponerle etiqueta alguna en su interior ya que como Daniel dijo “es imposible ponerle una etiqueta a este abrigo. Este abrigo fue de nosotros tres pero ahora es ya solo tuyo, por lo que ¿para qué ponerle una etiqueta con el nombre de nosotros?”.
Tras la segunda prueba se empezó a rematar el abrigo tanto en lo referente a sus medidas como en lo concerniente a los detalles. Así, se remato el tablón (bajo), esto es la parte que separa el borde con el forro, con un punto ojal. Esta tarea le fue encargada a Rosita quien ha sido también una pieza importante en el proceso de elaboración y quien ha puesto a disposición de este abrigo todos los conocimientos que ha aprendido en este oficio desde los doce años.
Tras la prueba se rectificaron algunas medidas por la particular tendencia de las telas de trama abierta, caso de la nuestra, de ganar unos centímetros una vez en reposo y lejos de la plancha. Cuando estuvo claro el lugar exacto de los botones, el largo final y la pequeña modificación que requería el lado izquierdo por tener un hombro un poco más caído que otro, María cosió los bolsillos. A pesar de que hubiera sido mucho más sencillo optar por bolsillos estándar, se decidió es pos de la artesanía más exclusiva optar por bolsillos “vueltos a picao”. Estos bolsillos se caracterizan por llevar un vivo muy pequeño, ir cargado, no estar planchado y tener un picado ancho que imita a su vez a las costuras cargadas. Según nos cuenta José este tipo de bolsillo él solo lo vio hacer a los hermanos Mogrovejo y a Antonio Collado quienes a su vez lo aprendieron de Manuel Carretero. En total una hora y media de trabajo muy cualificado, frente a los veinte minutos del bolsillo estándar, por cada bolsillo.
Algo parecido ocurrió a la hora de decidir el tipo de bocamanga. En vez de optar por una bocamanga normal, Daniel prefirió adornar el abrigo con una bocamanga de media vuelta. Para conseguir una bocamanga armoniosa, María tuvo que, mientras la planchaba, doblarla cuidadosamente para conseguir su forma circular. Además tuvo que cortarle los picos, hacerle los martillos e introducirle una percalina que lo reforzara y le confiriera cierto peso. Igualmente, al quitarles los hilvanes María tuvo que volver a planchar todas las partes de la manga para evitar que se notase la marca de dichos hilvanes. Esto lo consiguió evaporizando la prenda y peinándola repetidas veces hacia arriba y abajo. Todo este trabajo en la bocamanga se traduce en cuatro planchados y que junto al resto del abrigo suman un total de tres horas de planchado. No obstante, de haberse tratado de un tejido de trama cerrada el tiempo empleado en el planchado hubiera sido sustancialmente menor.
Mientras se van elaborando las partes del abrigo, mangas, delanteros etc., estas se van planchando asegurándose que ya no habrá modificación alguna posterior en sus medidas. Esto cerciora que una vez entregado el abrigo al cliente este nunca más se ensanche o estreche. De hecho, al contrario de lo que ocurre con los trajes en este tipo de abrigo José nos recomendó no solo no volverlo a planchar (a no ser que se viera muy estropeado) sino incluso sentarnos con él en el coche. En palabras de José “la mejor plancha para este abrigo es usarlo, usarlo y usarlo”.
En este punto Daniel hace un inciso para indicar que con tejidos tan poco comunes como este de cachemira y vicuña es muy importante antes de empezar a trabajar en ellos experimentar sobre la parte sobrante del corte y así saber cómo reaccionará al vapor, al hilo y a la plancha. De hecho no solo se experimentó con el tejido exterior sino que también se hizo con el forro interior para ver cómo reaccionaba frente al agua. Curiosamente en este forro bember, forro con más de cuarenta años, la más pequeña gota de agua marca un cerco imposible ya de borrar. Este “inconveniente”, comenta Daniel, ya no se da en los forros al ser la mayoría de ellos sintéticos.
Pero al estar confeccionado el forro bember en material natural (eucalipto) cualquier cosa que caiga sobre él termina marcándose fácilmente. Nos comenta José Alonso que esta pudiera haber sido una de las razones, junto a su alto precio, por la que se dejó de fabricar. Esto unido al hecho de la popularidad de la plancha a vapor, la cual terminaba siempre marcando este forro, hizo que desapareciera para siempre. Sin embargo, su facilidad para transpirar y mantener el calor es hoy imposible de encontrar en los forros sintéticos. De quererlo planchar José nos recomienda usar una sarga para evitar que con el contacto directo con la plancha salgan brillos o se pueda manchar. Como paréntesis apuntar que algo parecido ocurre con la lana de este abrigo. Cuanto más autentica y natural sea la lana más fácil será que se manche y más difícil es limpiarla. Sin embargo, las lanas tratadas, como las pieles tratadas, aguantan, e incluso repelen, las manchas con bastante más facilidad.
Pero al estar confeccionado el forro bember en material natural (eucalipto) cualquier cosa que caiga sobre él termina marcándose fácilmente. Nos comenta José Alonso que esta pudiera haber sido una de las razones, junto a su alto precio, por la que se dejó de fabricar. Esto unido al hecho de la popularidad de la plancha a vapor, la cual terminaba siempre marcando este forro, hizo que desapareciera para siempre. Sin embargo, su facilidad para transpirar y mantener el calor es hoy imposible de encontrar en los forros sintéticos. De quererlo planchar José nos recomienda usar una sarga para evitar que con el contacto directo con la plancha salgan brillos o se pueda manchar. Como paréntesis apuntar que algo parecido ocurre con la lana de este abrigo. Cuanto más autentica y natural sea la lana más fácil será que se manche y más difícil es limpiarla. Sin embargo, las lanas tratadas, como las pieles tratadas, aguantan, e incluso repelen, las manchas con bastante más facilidad.
El trabajo por dentro se centró en su forrado prestando especial atención a evitar que se produjera cualquier tipo de desnivel. Se cosieron los cantos, el tablón, la trabilla, el cuello y la tapa. Es importante recordar en este punto que la espalda a pesar de que en ella se vea un marcado tablón y unos pliegues tanto inferiores como superiores es solo una sola pieza. Esto compromete el resultado final ya que si no se consigue la armonía exacta en cada pequeña parte de la espalda el mínimo error se incrementará y se trasladará a de toda la espalda. Por ello, en el corte, en el hilvanado y finalmente en la plancha es fundamental medir muy meticulosamente cada parte de la espalda. Las apuntaduras - puntadas muy fuertes en forma de cruz- juegan aquí un papel fundamental para sujetar todas estas partes detrás de la trabilla. Dicha trabilla, como ya se apuntó en el anterior artículo, es de una sola pieza y no cuenta con forro alguno para que quede lo más natural posible. Los pliegues traseros están también fijados debajo de la trabilla con unas apuntaduras que consiguen que solo se abran en su terminación superior. Estos pliegues además de su función estética aportan una comodidad y libertad de movimientos extra. El pico que pone el broche al trabajo de la espalda está hecho en vez de mirando hacia arriba, como es la costumbre, mirando para abajo y esta rematado en sus extremos por un hilo de seda.
Otro detalle que habla del cariño que se puso a esta prenda desde la sastrería de Sánchez Caro son los botones. José Alonso guarda todavía botones de cuando compró algunos forros y entretelas al heredero de la sastrería de los hermanos Mogrovejo. “Estos botones son tan especiales que solo los utilizo si se que van a acompañar a una prenda de la que me voy a sentir particularmente orgulloso por su complejidad de elaboración y por su elevado resultado final”. Concretamente estos botones son de asta y los compraron en Inglaterra los hermano Mogrovejo hace setenta años.
En el interior de la cintura del abrigo se ha puesto una percalina de algodón para asegurar que la tela a la altura de la cintura ya nunca ganará centímetro alguno por años que pasen. Siguiendo la idea de la silueta perfecta de Alonso se marcó claramente la espalda consiguiendo un efecto óptico de cintura estrecha y espalda ancha. Según nos cuenta María, su padre en las todas prendas busca que den al cliente una imagen atlética lo que le obliga a marcar la cintura, aunque con ello tenga que reinventarse para disimular a muchos de sus clientes algunos centímetros de más. Desde la cintura le dibuja al cliente una línea de espalda fuerte que termina dándole la sensación de contar con unos musculosos hombros.
Una de las partes que hoy más atención recibe es la del hombro. En nuestro abrigo el hombro está hecho con costura cargada y una sisa no muy alta que permite una total libertad de movimientos. Si bien yo no soy partidario del rollino ni siquiera en los trajes, en los abrigos el efecto óptico del chorizo desmerece, desde mi punto de vista, mucho el resultado estético final. En el remate de las mangas José optó por poner un burlete y evitar que en el comienzo de su caída se formaran arrugas – en forma de canelones- consiguiendo al mismo tiempo algo de volumen. Aunque Alonso incluso en sus propios abrigos prefiere la caída más natural, con canelones, pensó que debido al corte tan intemporal de nuestro abrigo estos burletes ayudarían a que envejeciera en mejores condiciones.
De haberse tratado de una tela más pesada este burlete no hubiera sido necesario ya que el propio peso de la tela hubiera evitado que fueran muy visibles. Curiosamente, lo que hoy se disputan Rubinacci y Caraceni, la creación originaria del famoso hombro napolitano, no es otra cosa que una costura cargada que por la ligereza de sus telas y por no contar con hombrera, o muy poca, forma canelones en su caída.
Y si repasáramos no este pero muchas fotos de abrigos y trajes de verano españoles de los años 30 y 40 llegaríamos a la conclusión de que también debimos tener aquí, y en otros muchos países, nuestro particular Rubinacci y Caraceni ya que lo que hoy se nos vende como la panacea de la técnica aparece en infinidad de fotografías, tanto de ciudadanos españoles como de extranjeros, de aquellos años. Como han dicho repetidamente varios de nuestros sastres “en sastrería en lo referente a técnica está todo inventado. Esto es sastrería, no física nuclear. Hoy en la sastrería no inventamos nuevas técnicas, ya que no las hay, sino que nos limitamos a perfeccionar aquellas técnicas por todos conocidas. De ahí que quien diga que ha inventado tal o cual cosa miente porque de ser verdad que lo inventó con seguridad llevaría más de cien años muerto”. Por eso cuando uno lee al Sr. Carlo Andreacchio, marido de Rita Maria, nieta del afamado Augusto Caraceni, decir que “custodiamos el secreto del hombro napolitano cerciorándonos de que solo un sastre por cada generación conozca su fórmula única” se da cuenta de que cuando se trata de vender no hay nadie como los italianos.
Al contrario que con otros abrigos, en esta ocasión no se ha optado por el siempre atractivo doble picado – un picado al canto y otro a un centímetro y cuarto por dentro –. Este doble picado que es una muestra de dominio de la técnica era muy frecuente cuando las telas de los abrigos pesaban mucho ya que al ser estas tan gruesas de tener un solo picado con el paso de los años podían terminar haciendo que saltara la costura única. En nuestro caso se prefirió optar por un picado ancho – un picado a un centímetro y cuarto del canto – buscndo conseguir cierta esponjosidad en la costura evitando que se infle el canto. Este picado María no se ha limitado a hacerlo solo en las partes más visibles del abrigo sino que lo ha cosido, y siempre a mano, en todas sus costuras. Además está hecho de tal forma que se insinúa pero en ningún momento queda demasiado visible.
Como hemos ya comentado, una de los detalles que más personalidad imprimen al abrigo son sus puños. Estos, apuesta de Daniel, se diferencian por ser del tipo de media vuelta con un martillo natural que no tapa los botones. Estos puños, muy poco frecuentes incluso en un abrigo clásico, se realizan de manera independiente con mismo material que el resto del abrigo y con un forro interior. De esta manera si más adelante se quieren quitar con solo descoserlos aparecería la bocamanga estándar por todos conocida.
Las solapas están hechas como se hacían de antaño y siempre pensando en su finalidad práctica. De hecho de desplegarlas y sobreponerlas sobre el torso el mismo quedaría totalmente cubierto quedando protegidos frente al frio y el viento. Aunque ya hemos discutido aquí las ventajas e inconvenientes de picar las solapas a máquina o a mano tanto María, José como Daniel son de la idea de que si bien con el picado a máquina se consigue dar forma fácilmente al pecho estas quedan muy rígidas por lo que prefieren picarlas a mano. En concreto este picado lo han hecho con muy poca fuerza y de manera similar a como cuenta Daniel lo hacía Reventún quien se limitaba a dar un hilván y un picado en forma de cruz sin marcar el resto de la solapa. Una técnica similar a lo que nos cuenta José Alonso hacía Collado. Sin embargo, nos cuentan que hoy al ser los tejidos mucho más ligeros las solapas es mejor picarlas, si bien de forma muy suave, también en toda su extensión.
Si nos fijamos en el pecho este tiene una forma que da la sensación de que el cliente tiene un fuerte pecho; algo que nos cuenta María Alonso se consigue con las pinzas y dando forma a esta parte con mucha plancha. María insiste en que no olvidemos que este abrigo lleva exactamente las mismas entretelas que una chaqueta normal lo que junto al hecho de que las solapas no están cosidas a máquina la forma del pecho hay que conseguirla pinzándola con las manos y dándole forma con la plancha.
Como hemos comentado, para José el abrigo perfecto, y las prendas en general, son las que hacen al hombre delgado y atlético. Igualmente, él también busca, al igual que hacía Antonio Collado, que las prendas queden escotadas pero como dice él “siempre dentro de un orden”. Aprovecha este momento para contarnos una anécdota que le ocurrió con Fermín Bohorquez cuando tenía veintitrés años y trabajaba en Pedro Muñoz. Al parecer José en ese afán de los primeros años de hacer una prenda que fuera una segunda piel para el cliente le confeccionó un traje que le quedaba exactamente como un guante. Sin embargo, Fermín Bohorquez, quien se vestía normalmente en Antonio Collado, tras verse con el traje le dijo que efectivamente le quedaba como una segunda piel pero que él no quería que sus trajes fueran un fiel reflejo de su físico ya que si había algo que a él no le gustaba era su cuerpo. En aquella conversación Don Fermín le explicó que él quería verse más alto, más delgado y mucho más guapo y que por eso necesitaba un traje que consiguiera eso y que no enseñara todos los defectos de su cuerpo.
En concreto quería una prenda que le hiciera más alto, con menos barriga y mucho más esbelto. Entonces José le hizo una nueva chaqueta con los parámetros de elegancia que lo acompañarían en el resto de su vida profesional ganándole para siempre como cliente. Desde entonces José entendió el porqué de la necesidad de no hacer segundas pieles sino prendas con hechuras que mejoraran los físicos de sus clientes. Dicho esto, para José lo principal es que el traje te diga algo y no te deje indiferente. “La indiferencia, la perfección y el que no te transmita emoción alguna la prenda puesta en el cliente es lo peor que le puede pasar a un sastre”. “Y desgraciadamente esto no lo puedes detectar cuando la prenda está hilvanada sino sólo cuando está terminada y cuando ya no tiene solución”. De hecho en la sastrería Sánchez Caro estos tres grandes amantes de la sastrería artesanal recuerdan una frase que presidía la sastrería de Villaseca y que decía algo así como que “la lana es un material noble, su elaboración textil ingeniería y su terminación sartorial arte”. Y es esta última parte, el arte, a lo que nos dice Daniel aspiran con su trabajo.
Indudablemente, la forma y diseño del abrigo puede o no gustar pero creo que la calidad de la mano de obra está fuera de toda duda siendo hoy prácticamente imposible encontrar, sin lugar a dudas en España, un sastre con la experiencia y conocimientos suficientes como para hacer un abrigo con la calidad y detalles de la prenda esta semana estudiada. Para aquellos que miren a Inglaterra, Francia o Italia como la meca de la sastrería a medida y que en el mejor de los casos se muestran indiferentes con el trabajo que realizan nuestros sastres nacionales me gustaría aprovechando la confección de este abrigo animarles a hacer el siguiente ejercicio.
Y este ejercicio no consiste en otra cosa que leer tanto el texto como los comentarios que se realizan por lectores de medio mundo a un abrigo parecido a este realizado por el afamado sastre francés Cifonelli (abrigo cruzado Cifonelli). Simon Crompton, responsable de uno de los mejores blogs de moda clásica, califica a este abrigo con un: “this is a beautiful, beautiful coat, and one of the finest things I have ever worn”. Si tenemos en cuenta que Simon es un gran entendido y que ha tenido la enorme suerte de poder experimentar de primera mano el buen hacer de los mejores sastres del mundo (italianos, ingleses, franceses, alemanes etc) deberíamos dar por buena su afirmación de estar frente a una de las prendas más exquisitas que jamás nunca haya conocido.
Y de leer los comentarios hechos por muchos de los lectores, muchos de ellos también grandes entendidos de la sastrería más artesanal, llegamos a la conclusión de que este abrigo de Cifonelli es una de las prendas más perfectas jamás realizadas. Sin querer ni muchísimo desmejorar la gran labor realizada por el taller de Cifonelli animo a los humildes lectores de este blog a comparar las fotos de uno y otro, y gustos y cuerpos de los protagonistas aparte, analizar la terminación de una y otra prenda y sacar sus propias conclusiones.
Y de leer los comentarios hechos por muchos de los lectores, muchos de ellos también grandes entendidos de la sastrería más artesanal, llegamos a la conclusión de que este abrigo de Cifonelli es una de las prendas más perfectas jamás realizadas. Sin querer ni muchísimo desmejorar la gran labor realizada por el taller de Cifonelli animo a los humildes lectores de este blog a comparar las fotos de uno y otro, y gustos y cuerpos de los protagonistas aparte, analizar la terminación de una y otra prenda y sacar sus propias conclusiones.
Con mis conclusiones muy claras, no puedo sentir sino solo rabia cuando compruebo como auténticas piezas de museo salen de nuestras sastrerías sin pena ni gloria y cómo por no haber sabido dar a conocer nuestro producto fuera de nuestras fronteras la sastrería española sigue siendo una perfecta desconocida fuera de nuestras fronteras. ¡Qué duda cabe que habernos apellidado Carduccio, D´Amico, Bellini etc. todo nos hubiera sido mucho más fácil!. Y si además hubiéramos sido capaces de no limitar nuestras aspiraciones a ser el sastre preferido de los vecinos Barrio de Salamanca o de Pedralbes y hubiéramos tenido unas metas más altas apellidos como Alonso o Schleissner hoy serían también objeto de culto por esos clientes de sastrería a los que no les importa gastarse auténticas fortunas, recorrerse medio mundo y esperar largas listas de espera con tal de hacerse con una prenda del afamado sastre del momento.
El Aristócrata