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BESPOKE LIII: JOAQUÍN FERNÁNDEZ, SASTRERÍA SIN COMPLEJOS

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Con este artículo ponemos punto y final a una terna de sastres que nos han mostrado tanto terminaciones como estilos diferentes. Edades, conceptos, orígenes y hasta nacionalidades diferentes que enriquecen no solo está página sino también el conocimiento de sastrería tanto de noveles como de cuasi profesionales. 

Hay en el sector quien piensa que lo sabe todo y también quienes creen que sin saberlo todo no conocen a nadie que, al menos en España, pudiera enseñarles a ser mejores. Sin embargo, solo aquellos que se acercan con mente abierta y dispuestos a aprender y evolucionar en el oficio terminan mejorando tanto su técnica como su estilo. Soy de los que piensan que se puede aprender algo siempre de todo el mundo, tanto si son mejores como si son peores que nosotros. Recuerdo hace años escuchar decir a Emilio Sánchez Vicario que él aprendía tanto de los jugadores de las primeras rondas como de las fases finales del torneo. De los primeros aprendía qué no hacer y de los segundos qué hacer.
Joaquín, a pesar de sus varios años en la profesión, sigue en ese periodo de aprendizaje perpetuo. Un periodo que esperemos dure tantos años como dure él en la profesión. Solo cuando llegue el momento en que Joaquín piense que todo lo sabe se detendrá su evolución. Y esperemos que eso nunca le llegue a pasar. De momento esto no ha sido así. Siempre es bonito acudir a Langa y ver en su parte trasera alguna prenda de algún célebre sastre ya fallecido. Clientes tanto suyos como de Mariano le dejan chaquetas, esmóquines y abrigos para estudiar y que sin duda son el mejor libro que leer.
Su intención no es copiar el trabajo de esos sastres ya que, como os podéis imaginar, su estilo difiere bastante y aquellas suelen ser prendas bastante armadas y pesadas. Pero sí las reinventa siguiendo su propio concepto de sastrería y teniendo muy en cuenta que no se puede hacer el mismo tipo de corte a una persona de treinta años que a otra de sesenta. De este periodo de aprendizaje continuo se benefician sus clientes que ven como con cada encargo encuentran algún detalle nuevo en su prenda o una hechura mejorada. Y como ocurría a los grandes maestros en sus inicios, tampoco a Joaquín le importa arriesgarse y equivocarse. Sin riesgo no hay mejora y si ese riesgo conlleva error podríamos afirmar sin equivocarse no se puede mejorar. 
El traje que hoy es presento muestra de alguna forma ese continuo periodo de aprendizaje del que hablamos y el concepto de sastrería de Joaquín; un concepto que combina la artesanía, pero la de verdad, y unas líneas modernas. Y digo “la de verdad” porque a diferencia de las nuevas y contemporáneas “sastrerías” que han surgido en los últimos tirempos, la sastrería de Joaquín bebe de las fuentes más auténticas y así lo demuestra con su trabajo. Un trabajo donde la realización de un patrón personalizado – nada de eso de MTM -, una prueba de hilvanado y dos pruebas son necesarias para dar con un buen resultado. Y lo que para los puristas es igual de importante: siempre cosido a mano. 
El tejido de Scabal es francamente bonito y su composición no puede ser más especial: lana con cachemira al 50% de 330 gramos. En su estampado conviven cuatro colores: el granate, el azul oscuro, el azul claro y el verde. Con tantos tonos podría llegarse a pensarse que la tela resultante podría ser de lo más llamativo pero la realidad es bien diferente. A solo unos metros del traje el color predominante del azul oscuro. Sin embargo, de cerca, cuando se aprecian los otros tres colores, el conjunto cobra todo su sentido.  
Son muchas las cosas que resaltar en este traje. Además de su espectacular tejido y su forro granate, forro que se funde acertadamente con los colores del traje, encontramos un interior con medio forro donde apreciar la gran calidad de la mano de obra empleada.  Todo los viveados están realizados a mano y las formas que dibuja el forro de la chaqueta son de lo más elegantes. Los entendidos verán en este interior muchas similitudes con el de la sastrería francesa. Las solapas terminan en puntas redondeadas, verdadera marca de la casa. Su ancho es generoso, aunque no como para llamar la atención. Sus ojales, reconozco que me encantan, no cuentan con el clásico cuello de cisne y son bastante más largos de lo que hoy se estila. 
Si bien con Joaquín hemos conocido todo tipo de hombros, en este caso hemos hecho un hombro con un poco de redoble pero de caída muy natural. Las mangas discurren a lo largo de los brazos bastante pegadas y el largo de la chaqueta es muy contenido – aunque siempre oculta el trasero. El dibujo casa el cuerpo con los brazos. Y si bien esto es fundamental más difícil es que en la costura trasera el dibujo no se pierda por la costura para luego volver a aparecer. 
Mención aparte merecen los bolsillos de parche y el de pecho. Los de parche se diferencian de otros que hemos visto por su forma ovalada y donde un extremo termina más alto que el otro. Esta nota la conserva también el del pecho con una parte, la externa, más alta que la interna. 
La cintura del pantalón que diseñamos hace ya más de un año empieza a ser también marca de la casa. Se distingue por su caja alta y una cinturilla mucho más ancha que las más habituales. Su cierre abrocha en un lateral del cuerpo y lo hace ayudándose de dos botones. El corte trasero es de lo más elegante y estiloso resaltando los dos bolsillos con solapas redondeadas también marca de la casa. 
Quizás al muslo necesitaría soltarse un poco pues parece queda algo justo. La caída del pantalón a mí me gusta aunque obviamente a aquellos que les guste el pantalón largo les parecerá que este nuevamente queda corto. Es importante vigilar muy bien el tejido del calcetín, sobre todo en los pantalones de boca estrecha, pues en los trajes de franela o donde la cachemira está presente es normal que se llegue a enganchar con el pantalón. Esto hace que a la altura del gemelo el pantalón se “enganche” y deje de caer de manera natural, quedando corto. La única manera de evitar esto es escoger calcetines de algodón o dar mayor diámetro al pantalón, algo que no a todos nos gusta. 
Como he dicho en varias ocasiones el traje de chaqueta no debería verse solo como una indumentaria de trabajo sino también como el conjunto con el que salir por la noche o disfrutar del tiempo libre. Y por ello mismo el traje de trabajo y el de sport, deberían ser diferentes. Y deberían ser diferentes tanto en corte, tejidos como estampado. Este traje, precisamente por su corte, no tendría mucho sentido en un acto formal, pero, en cambio, es perfecto para las ocasiones más lúdicas; ocasiones informales donde hoy no se sabe vestir. Añadamos a este traje un fino cuello vuelto de color beis y el aspecto será de lo más chic. 
Esto es lo bueno de la sastrería. Nos puede echar una mano ya no solo en el horario laboral sino también, hoy más que nunca, en el tiempo de asueto. Y en este último, por la enorme cantidad de tejidos, colores y hechuras, con las que jugar cobra cada día más sentido.
Antes de despedirme de vosotros hasta el sábado siguiente me gustaría conocer vuestra opinión de estos tres trajes de forma sencilla. ¿Con cuál de los tres os quedaríais? También podéis escoger una cosa de cada uno, aunque sí os agradecería saber cuál de los tres es el que en su conjunto más os gusta. O para aquellos a los que seguro no les gusta ninguno, saber cuál de los tres le disgusta menos; si es que hay alguno.

El Aristócrata

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