Esta página nació hace años con el objetivo de mostrar aquellos productos que me parecían exquisitos y que aportaban claramente un valor añadido sobre los fabricados en masa por la industria del lujo. Por ello, aquí no se ha hablado de Rolex sino de Patek Philippe, no lo hemos hecho de Louis Vuitton pero sí de Goyard, tampoco de Hackett aunque sí de Jaime Gallo y no de BMW sino de Bentley.
A pesar de que algunos lo hubieran preferido, esta página no ha sido un altavoz de solo los productos y artesanos españoles. Por aquí han pasado las más diferentes nacionalidades. Tampoco ha buscado dar a conocer el trabajo de solo los profesionales más contrastados. Por todo aquel cuyo trabajo ha conseguido algo exquisito y excepcional he intentado interesarme. Esto no quita que, como ya he dicho en alguna ocasión, el vivir en Madrid y contar con muy pocos momentos libreshayahecho que sean los artesanos aquí residentes los que más eco hayan tenido en esta página.
Y por supuesto, he tenido siempre gran interés en dar a conocer el trabajo de los más jóvenes. Al final van a ser ellos los que mañana nos vistan y nos calcen, además, de ser los que más necesitan de este tipo de medios para darse a conocer. Además son ellos y no los profesionales más consolidados, casi siempre, los que luchan y empujan para dar a conocer sus respectivos oficios.
Dicho esto, lo que nunca hemos hecho es traer a esta página a pseudo profesionales que bajo el título de “zapatero”, “camisero” o, como el caso que nos ocupa, “sastre” se limitan a tomar unas medidas o a probar un traje en el que su participación ha sido mínima. De hecho, si recopilan todos los artículos del apartado “bespoke” verán que todos los profesionales que allí aparecen son artesanos de “los de verdad”. Hayan sido zapatos, camisas, abrigos o trajes, hemos siempre intentado dejar claro la gran diferencia que hay entre los que ahí aparecen y los que hoy ofrecen un servicio a medida que es toda una falsedad.
Como es lógico a unos podrá gustar más el trabajo de Calvo de Mora que el de Reillo, o viceversa, pero ambos son sastres. Podrá habernos gustado más el trabajo de Vilalta que el de Vass, pero también ambos son zapateros. Se preferirán las camisas de Langa a las de Burgos, pero nadie puede negarles el título de grandes camiseros… La independencia de la que siempre ha gozado esta página nos lo ha permitido durante ya casi diez años. Y ojalá siga así muchos años más.
No tengo nada en contra, todo lo contrario, de las tiendas que venden trajes RTW o MTM y lo dicen claramente. Sin embargo, sí lo tengo contra las pseudo sastrerías que engañan al cliente vendiéndoles trajes adaptados sobre patrones estándares y cosidos a máquina mientras los venden como si fueran de medida artesanal. ¡Eso es mentir!.
Lectores, no se engañen: si les venden un traje a medida por 1.200€ ese traje no es, de ninguna manera, bespoke. Hoy esto es, sencillamente, de todo punto imposible. No tiene porqué ser peor pero no es bespoke.
Luego tocaría entrar en la definición de sastre, punto este no menos problemático. Hay sastres, sobre todo los mayores italianos, que nunca admitirían llamar como tal a personas que no saben coser. En cambio, en Inglaterra sí lo admiten al haber muchas sastrerías donde los diferentes oficios están perfectamente separados y cada uno se limita a hacer su tarea, tareas todas ellas coordinadas por el maestro sastre; normalmente el cortador de la casa que no tiene porqué saber coser.
En España, también tenemos casos de grandes sastrerías donde la cabeza principal no sabe coser. Sin ir más lejos, Jaime Gallo no sabía coser y, sin embargo, su sastrería ha sido hasta el día de su desaparición la sastrería de referencia de España. Por sus filas han pasado muchos de los mejores sastres de los que hoy España puede presumir. Entonces, ¿cómo no llamar sastre a Jaime Gallo?. Pues de atenernos al sentido más purista del término sastre no podríamos.
Y siguiendo la línea editorial de esta página, esta semana me encantaría entreteneros con la elaboración de un traje artesanal de Agustín García Montero quien, independientemente de que su trabajo os guste más o menos, es sastre, y sastre de los de verdad. A Agustín muchos le conoceréis ya o por ser clientes suyos o por los múltiples artículos que sobre él y su trabajo ha escrito Salvador Godoy de www.sinabrochar.com, blog de todo punto obligatorio para los amantes del estilo y buen gusto.
Agustín nació hace 36 años en Madrid de madre peletera y de quien todo parece indicar ha heredado sus manos. Con escaso año y medio su madre fallece y la vida le lleva a él y a su hermana por un periplo de lugares donde conoce Madrid, Zaragoza, Huesca y Barcelona, ciudad esta última donde su padre trabajaba en Telefónica y de donde tiene sus mejores recuerdos. Sin embargo, fueron los años que vivió con sus abuelos, con los maternos unos meses después de morir su madre, y con los paternos hasta que se va con su padre a Barcelona, y más tarde, en Extremadura, también con los paternos. Sin lugar a duda unos años nada fáciles para un chico que se veía en medio de un mundo que no había podido escoger.
Después de 2 EGB es cuando se va por fin con su padre a Barcelona, ciudad y gente de la que guarda un grato recuerdo. No obstante, solo dos años después, en 4 EGB, tiene que marcharse a Guadalajara y de ahí a Leganés para terminar en Vallecas. Es aquí y con quince años donde decide que le gustaría ser biólogo marino. Sin embargo, y para bien de sus clientes actuales, conoce a su buen amigo Javi; un chico que es hijo de un oficial de la sastrería de Cecilio Serna. Javi, como Agustín le sigue llamando, llevaba los trajes una vez terminados a las casas de los clientes.
Javi, decide dejar el trabajo y ponerse a estudiar y mientras se lo comunicaba a Cecilio le presenta a Agustín como su mejor remplazo posible. Al parecer la pinta de Agustín, melenas por pelo y guitarra por manos, le causa cierta “sorpresa” a Cecilio. No obstante, tras marcharse Agustín, Cecilio pregunta al resto del personal de la sastrería por su opinión y estos se limitan a decir que no parece mal chico y que se merecía una oportunidad. Al día siguiente Agustín empieza a ir puerta por puerta entregando trajes.
En los tiempos muertos, Agustín se quedaba en el taller viendo como trabajaban. Eran tiempo donde absolutamente toda la prenda se hacía in-house. Allí conoció al maestro y al equipo del que ha aprendido todo. Aunque no todo fue un camino de rosas en la relación Agustín guarda un gran respeto y agradecimiento a Cecilio, sastre que en los años 50 aprendía el oficio de otro sastre conocido de la época, Arana, cuya sastrería estaba, como tantas y tantas, en la calle Mayor.
Arana fue muy popular por hacer los uniformes a Franco y los trajes a sus ministros. Jubilado Arana, Cecilio se queda con la sastrería mientras Arana, ya como externo, supervisa su trabajo. Algo debió ocurrir cuando Cecilio decide dejar aquella sastrería y abrir su propio lugar en la Calle Miguel Ángel. Es curioso, pero tras escuchar la vida profesional de Agustín vemos muchas similitudes entre las de uno y otro. Cuenta la leyenda que tras la marcha de Cecilio, Arana llama a los clientes para decirles que él ya no estaba con Cecilio.
El taller de Cecilio, sastre que al parecer tampoco sabía coser, contaba con una gran mano de obra permitiéndose en los buenos momentos hacer todo tipo de trajes, abrigos, uniformes y las más variadas filigranas. El taller en aquella época era Rufino (oficial), Antonio (pantalonero y arreglos) e Isabel (pantalonera). He tenido la suerte de ver concretamente una de sus chaquetas en la persona de Mariano Langa y puedo dar fe de los más increíbles detalles.
La vida va pasando y Agustín compaginaba el reparto de los trajes por la mañana con el turno nocturno del bachillerato. Aquellas melenas fueron poco a poco domándose y Cecilio y su pantalonera Isabel le proponen aprender el oficio. Solo había pasado un año cuando Cecilio le manda y le costea un curso sobre tejidos en La Confianza. Concretamente en este curso se aprendía a saber qué líquidos hay que echar a un tejido para ir descartando materiales y saber cuál es la verdadera materia prima. Según sea la perdida degramaje se va sabiendo su composición exacta. Mientras hacía el curso empezaba a pasar hilos, picar entretelas etc.
Mientras aprendía las tareas más básicas, Rufino, oficial, le decía q se limitara a observarle y que aunque pudiera pensar que no entendía nada llegaría un momento donde todo le cuadraría y se despertaría un día con todo claro. Y eso fue precisamente lo que pasó. “Al principio haces las cosas mecánicas pero llega un momento q todo lo entiendes y parece q todo casa y entonces puedes empezar a hacer las cosas a tu manera”. Poco después la entonces pantalonera le propone un trato: ella le ayuda a hace las magas y Agustín, a ella, los pantalones. Este trato se mantuvo inalterado casi dos años.
Antes era bastante común cobrar por horas y no por prenda. Esto hacía que la picaresca española alargara las horas necesarias para hacer el pantalón. Rufino, quien cobraba por chaqueta terminada, no podía enseñarle pues el trabajo se le ralentizaba y es Antonio quien le enseña el trabajo de la chaqueta ya que tenía algo de conocimiento de cómo se hacía al estar yendo a aprender al taller de Olmedo. Agustín termina ocupando el puesto de Antonio años después de irse Rufino y un año antes de que Antonio se marchara.
Ciertos encontronazos entre los miembros del taller hicieron que Miguel Ángel Framis, quien estuvo en la sastrería donde también estuvieron los zapatos John Lobb, ofreciera a Isabel, Victoria y Rufino ir con él. Agustín también tiene la oportunidad de seguir sus pasos pero considera que sería una injusticia hacerlo después de la confianza y la oportunidad que Cecilio le brindaba.
El trabajo tiene que reorganizarse rápidamente y Antonio asciende de pantalonero a oficial. Para ello, Cecilio envía a Antonio a aprender al taller de Olmedo la confección de la chaqueta aunque el periodo de capacitación no fue lo suficientemente largo como la bajada del nivel de las prendas puso de manifestó.
Mientras tanto Agustín hace plancha, machaca prendas (aplastamiento bajos, cantos, cierre de sisas etc), mangas, hilvanaba delanteros, cosía bolsillos y seguía realizando los pantalones. Comenta Agustín que sus pantalones eran tan buenos que antes de irse Rufino se los hacían entre otros a Yusti y Jaime Gallo. Recordemos que externalizar es algo últimamente demasiado frecuente. Por ejemplo, Rafael Caballero, sastre de Carabanchel, hace los trajes el 70% de los trajes que se externalizan. En esta nueva etapa del taller Cecilio le enseña a cortar y le costea mientras le está costeando, junto a los otros dos cursos, también el de corte y costura de La Confianza. Recuerda de aquel corte de Cecilio lo intuitivo y sencillo que era comparado con el de La Confianza.
Entra una oficiala nueva, Mari Carmen quien le enseña a hacer los cantos, los vivos, el hilvanado de mangas. Al parecer la idea de Cecilio era que su hijo Jorge y Agustín se quedaran con la sastrería cuando él se jubilara. Pero el destino y el querer desarrollarse y dedicarse al 100% a su profesión de psicoterapeuta cambio aquel destino. Jorge decide separar su futuro profesional del de su padre. Cecilio envía a Agustín con Olmedo para aprender cómo se hacía en condiciones una chaqueta. Al poco tiempo Antonio se marcha con Cornejo y se centra en la ropa de cine. Por su lado, Agustín se queda con 29 años llevando el taller obligado a trabajar en dos mesas al mismo tiempo. Para mantener esta nueva estructura de manera eficiente Agustín deja de atender a los clientes si Cecilio estaba en la sastrería. Sin embargo, cuando él se queda con la sastrería el sistema deja de funcionar, parándose el taller, al tener que añadir a su trabajo en taller el atender al cliente.
Cecilio se jubila y acuerdan que siga pasando por la sastrería dos horas al día. Aquellas dos horas iniciales terminan convirtiéndose en jornada completa y el desgaste propio de la convivencia y el cambio de roles empieza a enturbiar la relación. Pelota para delante deciden abandonar la vieja sastrería de Miguel Ángel y establecerse en la actual de General de Pardiñas. Los clientes siguen viendo a Cecilio como el máximo responsable de la sastrería aún cuando es Agustín quien desde hace tiempo es el máximo responsable.
Agustín si bien deja el nombre de “Serna” como el nombre de la sastrería introduce detalles como cambios en la etiqueta donde ya aparece su nombre. Las diferencias se agudizan al intentar Agustín dar al cliente el traje que este quería y no el que Cecilio pensaba había que hacerle. Además, La hechura de Cecilio era muy diferente a la que él quería hacer. No estaba del todo cómodo con la entretela de pegar que se utilizaba para tapar ciertas imperfecciones ni con el grueso plastrón. De hecho este último lo cambia por uno más es más blando y el forro por uno más fino. Ahora ya no se usa boatina alguna sino un melton en color beis, los delanteros se hacen a mano para que sean más blandos llegando a prescindir de él si el cliente lo quiere todavía más blando.
Otra diferencia entre su forma de trabajar y la de Cecilio es que este hacía una pinza para dar bastante pecho y Agustín solo lo hace si el cliente está gordo o tiene mucho pecho. “Ahora los bolsillos interiores se cuidan mucho, no ponemos la entretela que Cecilio ponía para dar cuerpo a la bocamanga. Yo prefiero lino forte que es una entretela de lino mucho más estética”
La ley antitabaco les termina de enfrentar y terminan de separar sus vidas. Es entonces cuando Agustín se enfrenta al gran reto de su vida: sacar adelante una sastrería sin prácticamente clientes propios y siendo desconocido para el gran público. Cabe recordar que antes de la crisis se hacían en la sastrería unos 500 trajes. El primer año de la crisis baja a solo 200, un año después a 120 y el primer año de Agustín, ya sin Cecilio, solo 75 trajes. Hoy, en cambio, el número espera esté entre 210 y 220. Sigue trabajando los uniformes y hace cosas tan especiales como el forro diseñado por Lucía que aquí os mostramos, una edición limitada de tres piezas (no es perdáis el video de la semana donde sale el proceso del mismo).
Nos cuenta, por ejemplo, que de los 45 trajes que llevaba tenía en marcha en Abril, solo 7 eran de clientes de Cecilio. Y esto nos cuenta ha sido gracias, además de haber perfeccionado mucho la técnica, a haber llegado a la gente joven; concretamente el 90% de sus clientes son gente joven. Jóvenes a los que a través del uso de las redes sociales y de sus múltiples apariciones en blog ha conseguido fidelizar y a los que les cobra el más que competitivo precio por traje de 1.900€ IVA incluido.
Y es precisamente en el uso de las redes sociales donde su actual pareja Lucia ha jugado un papel clave. Ella fue quien demostró a Agustín la importancia de profesionalizar el oficio dando hora a todos los clientes para así poder avanzar el trabajo del taller. Lucía fue también una chica a la que el campo del diseño llamó a su puerta y terminada la escuela de diseño se empeñó en entrar en un mundo de hombres.
Tras ser rechazada en todas las sastrerías a las que llamó, Agustín le abrió su puerta para nunca volverla a cerrar. Ahora echa la vista atrás y recuerda una frase que le dijo un conocido sastre y que la ha animado a nunca rendirse. “Tú chica mejor vete al Corte Inglés a vender perfumes”. Lucia empieza a ir a la sastrería los sábados y domingos y empieza a pasar hilos. Ya en 2014, Lucia empieza a trabajar a tiempo completo ayudando a Agustín también con las redes sociales y Cecilio empieza a enseñarla a cortar, aunque no siempre el tiempo necesario.
En sus primeros meses ya totalmente independizado Agustín empieza a cambiar la manera de trabajar de la sastrería, concretamente se empieza a prestar una gran atención a los acabados por dentro y a los materiales utilizados. Se usan, por ejemplo, seda en los ojales, algo antes impensable. Ahora ya es solo él quien toma medidas y el nuevo equipo en el taller trabaja ilusionado por un futuro que empieza a resultar esperanzador. Las apariciones en la red se multiplican y las citas empiezan a solaparse. Viajes al Pitti, relaciones con sastres y multiplicadores de mensajes internacionales, visitas a su taller de blogueros internacionales, incremento de seguidores en Instagram, Twiter y Facebook. Una auténtica campaña de marketing liderada por Lucia que convierten a la nueva sastrería Serna en ya un gran conocido para todos.
Hoy el taller lo forman además de una chica en prácticas, Lucia, aprendiz y diseñadora, Charo, antigua oficiala de Olmedo y Daniela, oficiala de Jesús López quien a su vez estuvo con Cecilio compartiendo sastrería durante unos años. Para dar a basto externalizan pantalones y chalecos. Nos comenta Agustín que a pesar de conservar un tipo de corte más clásico para los clientes de la época de Cecilio este no ha parado de evolucionar hacia algo mucho más actual. “Los clientes jóvenes están muy influenciados por los blogs y te piden cosas que ven en ellos. Dicho esto, la mayoría sigue pidiendo tejidos y colores muy similares”.
Agustín apunta que Serna hoy por hoy es la única sastrería que hace las tebas 100% a mano. “Sin pinza de pecho ni pespunte a máquina y con el forrado a mano”. “En las conocidas tebas de una camisería de Barcelona pone en la etiqueta que están hechas a mano y te aseguro que están hechas a máquina”.
Como siempre hacemos en este tipo de artículos le preguntamos por su estilo. “El estilo de nuestra chaqueta podría ser, si hablamos de la estructura, un intermedio entre el británico y el italiano. Me gusta sentir las entretelas en el pecho, pero que no sean unas armaduras, mas bien blandas. Como es el pecho de la chaqueta que te estamos haciendo. Que lleva la entretela, una placa de plastrón, relativamente ligero (hay distintas durezas de plastrones), y una pequeña capa de boatina, para que acolche un poco la zona. Esto es lo que me gusta a mi, pero si el cliente lo quiere de otra manera nos adaptamos a el que es el que manda. Con respecto a la forma de la chaqueta, me gusta mas bien entallada, pero no en exceso, digamos que no me gusta un entalle tipo Hackett. Y preferiblemente con basé".
"Que el pecho de la chaqueta esté pegado al pecho del cliente. Ya sabes que aquí en España hay dos clases, la de la chaqueta pegada al cuerpo, y la del pecho saliente. Yo apuesto por la primera. Esta forma da menos juego a la hora de entallar la chaqueta por efecto óptico, pero es lo con lo que hay que jugar. Las mangas me gustan llenas, con volumen, que en la parte delantera de la sisa, se vea un giro natural de la manga. Antes hacíamos las mangas mas bien anchas, pero poco a poco, y de forma ligera las he ido estrechando. Digamos que dependiendo del tejido, para conseguir el volumen dejo entre 9 y 10 cm de flojo. Para conseguir esto".
"La corona de la manga me gusta con un chorizo redondeado. Se que esto es una cosa antigua, pero me gusta ese toque clásico que le da a la chaqueta. De hombrera, so uso hombreras gruesas, considero que es una cosa que se suele utilizar para solventar un problema de descargue de hombro. Prefiero ajustar bien el hombro y utilizar una hombrera que de las seis o siete capas que lleva, quito 4 ó 5, para dejarla muy fina. y de la anchura que tienen de fábrica, que serán 14 cm, yo las recorto a unos 7cm, para que solo sea una pequeña película".
"Las caídas, me gustan abiertas, y que la curva de la solapa sea una continuación de la caída. De tal forma que si abres la solapa, y la pones en la mesa, se vea como si fuera parte de un círculo o algo así. El cran que hacemos es el clásico cran español, con un ángulo de unos 100º mas o menos, pero me gusta que la parte del cuello sea ligeramente mas pequeña que la parte de la solapa, esto hace un efecto de alargar la figura, al igual que hacer un cran mas bien alto".
"El otro día me preguntaste, que cual es el mejor sastre español para mi, y creo que te di nombre y no concreté. Te hablé de Reillo, Calvo,..., Hace unos días estuvimos en Santa Eulalia, y he de decir que no había visto nunca su trabajo en mis manos. Pues bien si tengo que decir tres, sería Pepe Alonso, no hay nada que decir, su nombre basta. Marc Munill (Santa Eulalia), quizás la mejor sastrería casi sin ninguna duda de todo el país. Pero si me tuviera que poner en manos de algún sastre, sería Joaquín. Yo soy de los que piensa que la afinidad y complicidad con un sastre es fundamental y aunque puede que ni el ni yo seamos los mejores, la experiencia sería la mejor sin duda”.
Nos sigue comentando que su gran decepción ha sido la sastrería inglesa. “Sin embargo me encanta Edward Sexton, sus chaquetas son alucinantes pero tan armadas q no traspasarías un cuchillo. La italiana es mucho diseño y estética y un increíble marketing. Pero de calidad nada que envidiarles”. “Eduardo De Simone consigue una espalda muy profunda. En Nápoles meten un corte en la pinza de pecho, y lo va vaciando. Aquí solo se hace en las personas gordas para recoger un poco y que no se dispare el delantero. En Milán, sin embargo, no lo hacen. Al final es difícil de hablar de una sastrería italiana”.
Respecto a la sastrería española piensa que si bien claramente no la mejor por el corte sí es la mejor en acabados. “En España me gusta: Calvo, en ocasiones, Jaime Gallo el de hace 15 años (era una autentica pasada. Sus chaqués eran impresionaste, Cortaba igual el forro que el tejido, luego lo cortaba a la altura del talle, hacía el vaciado de la espalda y dejaba una parte del centro de la espalda como volando y estéticamente era increíble. Sus mangas eran también muy chulas. Reillo también me gusta mucho”. “Aunque mi trio de ases es Alonso, Munill y Joaquín”. Vuelve sobre su concepto de sastrería apuntar nuevamente que este “está un punto intermedio entre la italiana y la inglesa. La línea del cran de Cecilio me encantaba. No tan pronunciada como los sastres mayores. A mí me gustan los hombros con hombrera aunque la desarmo y las acorto”.
Y para terminar el artículo y la entrevista le preguntamos por sus sastres extranjeros no dudando en concluir con un “yo quiero ser Cifonelli”. “Sinceramente no sé lo que me gusta de él, pero ves sus chaquetas y son únicas. Tienen ese algo imposible de describir. Para mi es el número uno indiscutible. Sus acabados son los mejores que he visto en mi vida. Lo único q no me gusta de él es la caída recta y la mínima abertura al final de la chaqueta”.
El Aristócrata