Allá donde he escrito de forma continuada siempre he empezado la lista de mis artículos dedicando el primero a la que para mi es la pieza fundamental de todo armario y que representa los cimientos sobre los que se apoyarán todos mis escritos posteriores: los intemporales oxford lisos negros.
Como he intentado explicar varias veces, solo cuando podamos presumir de contar con unos buenos oxfords negros deberíamos pensar en la segunda prenda que les acompañe en nuestro armario.
Si bien la elección de esta segunda prenda en la mayoría de los casos suele ser un traje de dos piezas azul marino, no todos los caballeros se decantarían por este para esta segunda elección. Así pues, no me extrañaría que algunos prefiriesen hacerse, por ejemplo, con una camisa o incluso con otro par de zapatos. Y yo, por ejemplo, no dudaría en que después de esos obligados Oxford negros fuera un abrigo el que ocupara la primera percha del armario.
El porqué de esta elección obedece principalmente a tres motivos. En primer lugar, parece lógico pensar que todos pudiéramos tener un traje al que recurrir en caso de necesidad; o de no tenerlo sí hacernos con él de forma relativamente fácil. Sin embargo, no estoy tan seguro de que todos podamos tener o conseguir un abrigo como Dios manda.
En segundo lugar porque no debemos olvidar que hasta desprendernos de nuestro abrigo éste será el protagonista de todo el conjunto al ser la prenda más expuesta al exterior. Por ello, es importante que éste no solo cumpla con su función principal de proteger del frio sino que además lo haga de forma elegante.
Y en tercer lugar porque las diferentes modas suelen tener un impacto mucho menor en un abrigo intemporal que el que pudieran llegar a tener hasta en los trajes de corte más clásico.
En definitiva si bien un traje azul marino es obviamente de todo punto indispensable en cualquier armario, de hacernos con un elegante y bonito abrigo de corte intemporal, y por supuesto de calidad, podremos contar con una pieza que verá ir y venir varios trajes azules marino mientras el permanece inalterado en nuestro armario muchos años.
No debemos olvidar que un traje por buena que sea su tela y terminación si se usa con relativa frecuencia tiene fecha de caducidad. Si embargo, un abrigo puede durar toda una vida; o incluso más. Además son las prendas que nos acompañan año tras año y en las más diversas circunstancias a las que se termina cogiendo más “cariño” con el paso del tiempo.
Muchos son los caballeros que además de contar con varios pares de zapatos y trajes algunos, o muchos, han sido hechos a medida. Sin embargo, de fijarnos en sus abrigos podremos observar que no les han prestado gran atención llegando incluso a cargarse la elegancia del resto del conjunto con cualquier chaqueta de las que estén de moda en su momento.
Las escusas que estos parecen encontrar no son pocas y hasta algunas de ellas son de todo punto comprensibles. Por ejemplo, todos somos conscientes de tanto los tiempos como el clima están cambiando y que cada vez es menos frecuente, al menos en las grandes urbes, tanto acudir al trabajo a pie como ver en los termómetros temperaturas por debajo de los cero grados.
No obstante, esto no justifica que el abrigo sea una prenda cada vez más testimonial y que sea francamente difícil deleitarse por la calle con un buen abrigo. A pesar de que su uso sea francamente reducido, ningún caballero que se considere elegante debería pensar en prescindir de un abrigo de corte clásico.
Aunque los abrigos considerados como clásicos han sido sustituidos en los últimos tiempos por prendas supuestamente más versátiles tipo Barbour o Belstaff, ninguna de estas chaquetas tiene ni el encanto ni la elegancia de un "overcoat" inglés. Igualmente, por más que se empeñen algunos caballeros italianos tampoco lo tienen los tan de moda acolchados; acolchados que pintan lo mismo acompañando a un traje de chaqueta que lo que haría un abrigo Chesterfield deslizándose por las pistas de Gstaad.
Si de seguir las modas del momento y de vestir todos iguales y nadie salirse del guion parece tratarse, sería mejor que todos los caballeros salieran a la calle uniformados con elegantes abrigos azules, marrones o verdes que con esas chaquetas y plumas de llamativos colores. De seguir esta recomendación al menos tendríamos menos problemas en identificar nuestro abrigo que el que se encuentran hoy en día los guardarropas de muchos restaurantes y discotecas de moda.
Igualmente, todo nos hace pensar que el caballero que opta por un abrigo clásico también suele poder presumir de vestir el resto de las prendas de su atuendo a la altura de éste. Sin embargo, debajo de las chaquetas de moda todo es posible.
Como ya comentamos allá por el año 2008 en un extenso artículo dedicado al abrigo, el laissez-aller imperante en nuestra sociedad hace que, hasta en los sitios elegantes por antonomasia como el teatro, la ópera etc., la búsqueda únicamente del confort y el seguimiento de las tendencias haya dejado de lado las buenas maneras y la auténtica elegancia. Y esto hace que incluso en estos sitios los abrigos hayan prácticamente desaparecido del paisaje.
En la acepción inglesa de la palabra abrigo se considera que esta prenda debe extenderse siempre por debajo de la rodilla. Igualmente, otra de sus principales características es que las telas con las que se confeccionan estos tipos de abrigos tienen un peso considerable; normalmente el metro de tela con el que se realizan suele pesar alrededor de los 600 gramos.
Es importante tener en cuenta que aquellos que consideren que vestir hoy en día un abrigo tan largo no tiene sentido, siempre tienen la opción de decantarse por el abrigo conocido popularmente como topcoat.
Estos abrigos se caracterizan por no sobrepasar la rodilla y por estar fabricados con tejidos más ligeros; unos 500 gramos el metro.
A no ser que tengamos en nuestro armario más de un abrigo, nuestra preferencia de color debería ser el azul marino ya que es el color que mejor se adapta a las diferentes ocasiones y es el que termina resultando más versátil. Esto no significa que no se pudiera entender que alguien se enamorara de una tela de cachemira camel y se saltara sin miramientos esta recomendación.
Aunque el corte más extendido tanto en los overcoats como en los topcoats siga siendo el de hilera de botones, la modalidad cruzada, como también ocurre con las chaquetas de traje, es, desde mi punto de vista, mucho más especial y proporciona una elegancia muy superior. Y si de protegernos del frio se trata, la protección que nos brindan los abrigos cruzados es siempre mayor.
Si bien he tenido la suerte de poder contar con un precioso Crombie Coat, pero en su versión cruzada, y haberme hecho a lo largo de los años también con un tirolés y con otros modelos clásicos en verde y camel nunca hasta hoy me había hecho con un topcoat cruzado azul marino. Esto ha sido así porque a al igual que me ocurre con los trajes el color azul marino si bien lo considero obligatorio y muy elegante me parece algo aburrido y del que el caballero medio español abusa hasta la saciedad, y no siempre utilizado en el momento correcto. Quizás haya sido esto y la necesidad de no uniformarme la que casi siempre haya hecho que me decida por un nuevo color o diseño antes de recurrir al azul marino.
Esto sin embargo no ha evitado el que tuviera durante varios años el capricho de contar con un topcoat azul. Aunque el color camel a mí personalmente me parece mucho más especial, la polivalencia y elegancia del azul marino por fin terminaron convenciéndome de que había llegado el momento de hacerse con ese color.
Y si bien tenía claro que había llegado el día de hacerse con un abrigo en este color también estaba convencido de que, a pesar de buscar un corte algo más juvenil y más polivalente que el de los largos overcoats, un abrigo cruzado sería para mí siempre más elegante y especial.
Un abrigo largo ya sea tipo Chesterfield, Crombie, Tirolés etc es necesario pero para vestir en situaciones no excesivamente formales y sobre todo pensando en darle un uso más prolongado a lo largo del año y no solo en pleno invierno un topcoat termina dando más juego.
Como ya hemos apuntado, las principales diferencias entre un overcoat y un topcoat radican en su peso, en su longitud y en algunos casos, y solo en algunos casos, como en el del Chesterfield, también en su formalidad.
Pero en lo que no tienen igual los topcoat es en su versatilidad. Este tipo de abrigo, como el que ahora veremos, puede ser el compañero ideal tanto en el día a día de la oficina como cuando se trata de dar un toque estiloso y especial a atuendos informales pero elegantes que no hacen uso de la corbata.
Muchos de nosotros sabemos que aquellos caballeros que hacen un esfuerzo en cuidar su armario, desde los zapatos hasta las corbatas, conservan durante muchos años aquellas prendas de más calidad.
Y son precisamente los años y la experiencia los que terminan demostrando que si bien hay prendas en las que no compensa pagar un sobreprecio por ellas, cuando se trata de hacerse con un chaqué, un esmoquin o, como es en este caso, con un abrigo no hay nada más barato que acudir a un sastre y hacérselo a medida.
Son justamente estas prendas aquí nombradas las que de cuidarlas un poco estarán en nuestros armarios muchísimos años. Y aunque con el paso del tiempo las modas cambien y su corte ya no sea el más actual con seguridad serán perfectamente ponibles ya que nadie espera que ahora de repente cambie la forma de un frac, un esmoquin o un abrigo clásico.
Como ya hemos comentado en más de una ocasión, cuando llega el otoño es el momento perfecto para planear las compras del año y de esta manera además de no caer más tarde en alguna compra que no necesitemos asegurarnos que eso que nos hace falta, o que verdaderamente nos gusta, termine en nuestro haber.
Y este Otoño era el turno de un abrigo cruzado azul marino por encima de la rodilla y lo que es más importante hecho a medida y por supuesto a mano. Y quiero enfatizar hecho a mano porque no son pocos los caballeros que dan por hecho que por ser a medida su traje o su abrigo también lo es a mano. Y nada más lejos de la realidad.
Cada día son más los locales y los pseudo sastres que ofrecen prendas hechas a medida y a mano a precios irrisorios. Y desgraciadamente, y muy a nuestro pesar, esto no es posible. Es cierto que algunos de ellos pueden conseguir una buena hechura partiendo de unos patrones ya existentes adaptando estos a nuestras particularidades. Pero, sin embargo, si la prenda en cuestión está hecha verdaderamente a mano las muchas horas de trabajo que conlleva confeccionarla hace inviable ofrecer un resultado decente a los precios que anuncian.
Por ello y por ser pensar en este nuevo abrigo como una prenda intemporal y que me acompañará muchos años acudí nuevamente a la sastrería de D. José María Reillo.
Tras hablar un largo rato con D. José María y contarle más o menos lo que tenía en mente ojeamos varios muestrarios para quedarnos finalmente con uno de la casa escocesa Holland & Sherry especializado solo en tejidos para topcoats.
De todas ellas escogimos una de 480 gramos de dibujo en espiga y con una composición de 15% cachemira y 75% lana. La propia calidad de la lana así como la suavidad que incorpora la cachemira al tejido se traduce en una prenda final francamente agradable al tacto.
Si bien el cachemira 100% de Holland & Sherry es sencillamente impresionante al tacto, la terminación espiga, algo menos formal, iba algo mejor con el uso al que tenía pensado destinar este nuevo abrigo.
Confeccionar un abrigo a medida en contra de lo que pueda parecer en un principio, requiere de menos pericia por parte del sastre que realizar un traje o una “sencilla” chaqueta. Esto es debido principalmente a dos factores: por un lado las telas utilizadas son por norma general mucho más pesadas y consecuentemente más fáciles de trabajar y por otro porque al ir el abrigo sobre el traje o sobre cualquier otra prenda pero no sobre la piel, como en el caso del traje, conseguir una buena hechura se convierte en una tarea más sencilla.
No hay que olvidar que al llevar una chaqueta o cualquier otra prenda debajo hace que esos pequeños detalles, como por ejemplo las arrugas que en una chaqueta puedan ocasionar los tirantes, apenas tienen repercusión en el abrigo al estar ya ocultas tras la chaqueta y no verse.
Por ello, como apreciamos en las fotos, nuestras medidas las tomará el sastre con la chaqueta puesta. De esta forma el sastre se asegura además de que la hechura sea la más correcta posible también que el abrigo cubra la totalidad del resto de prendas. Al contrario de lo que ocurre con el traje, los puños de la camisa no deberían poderse ver una vez tengamos el abrigo puesto; como tampoco obviamente debería asomar el cuello de la chaqueta.
Otra importante diferencia recae en la forma de rematar los hombros. Sin entrar en las particularidades del hombro napolitano, el cual también se puede apreciar en los abrigos allí realizados, hay que tener en cuenta que carece de sentido meter una hombrera al abrigo. El motivo no es otro que debido a que normalmente la chaqueta ya cuenta con su hombrera de poner otra en el abrigo el resultado final estaría muy próximo al de las protecciones que usan los jugadores de rugby americano.
Igualmente, si tenemos en cuenta que los días de verdadero frío apenas a existen es importante no abusar de las entretelas. De contar con ellas es recomendable decantarse por las más finas o las de verano ya que si nos confeccionan el abrigo de la misma forma que se hacía por los sastres hasta no hace muchos años su uso terminaría reduciéndose solo a los días más fríos del invierno.
Dicho esto es importante puntualizar que el que las medidas se tomen sobre el traje no significa que sean menor ni en número ni en importancia que las que se tomarían si nos encargarnos una chaqueta.
Una vez realizada la toma de medidas el proceso de fabricación de la prenda es similar al de cualquier otra prenda a medida. Es decir, tras la toma de medidas se realizará un patrón al cliente, se pasará dicho patrón a la tela, se cortarán las diferentes partes de la prenda, se hilvanará la misma y se irá terminando de coser según lo que indiquen las pruebas que se realicen al cliente. El planchado, operación de gran importancia y que requiere de un tiempo considerable así como de bastante pericia, dará por concluido el proceso.
Como ya hemos indicado en otras ocasiones es en la realización o no de un patrón donde no todos los sastres se ponen de acuerdo y dependerá de la forma de trabajar de nuestro sastre el que se realice o no.
Sé que este es un punto bastante controvertido y que hay sastres que no llegan a entender como un compañero pueda no valerse de él para la realización de las diferentes prendas mientras que hay otros que lo que no entienden es como alguien puede “perder el tiempo” realizando un patrón achacándolo incluso esto a una falta de pericia.
Tras haber tenido la posibilidad de experimentar ambas opciones os voy a dar mi punto de vista; punto de vista que obviamente no significa que sea el acertado pero que como digo se basa en mi experiencia personal.
El realizar un patrón tiene enorme ventajas ya que si verdaderamente tu sastre lo ha ido adaptando a tus medidas según has ido encargándote más trajesl el patrón te permite tener la certeza de que si te mandaras hacer uno nuevo este te quedará prácticamente igual al último que te encargaste. Además, el contar con un buen patrón es tu única garantía para de jubilarse tu sastre poder asegurarte que quien lo sustituya siga acertando con la hechura de tus trajes. Finalmente, el tener un patrón del cliente alivia la paciencia de este ya que contando con él las pruebas necesarias para la confección del traje pueden reducirse fácilmente a solo dos.
Debo reconocer que a mí no solo no me disgusta acudir cuantas veces sea necesario a la sastrería sino que además disfruto mucho viendo ese proyecto de traje en todas sus etapas. Por ello, tampoco me importa asumir el riesgo que supone saber que ese nuevo traje no será exactamente igual que el anterior. Igualmente, somos muchos los que disfrutamos de este arte y nos gusta experimentar con nuevos cortes y probamos nuevos tipos de solapas, hombreras, hechuras de pantalones, entretelas, anchos de mangas etc. Para estos seguramente el tener un solo patrón de donde construir todos sus trajes podría terminar convirtiéndose en una limitación y de contar con varios sus sastres podrían terminar desesperándose.
Dicho esto reconozco que hasta no hace mucho tiempo no contaba con un patrón pero ha sido a raíz de mis múltiples viajes lo que obligó a realizarlo. Y debo admitir que cuando la ocasión lo requiere el hacer uso de él facilita y agiliza mucho las cosas.
A pesar de esto último, D. José María Reillo prefiere en mi caso pasar las medidas directamente a la tela sin valerse de patrón. Por ello, suele hacer una prueba antes incluso del hilvanado, prueba la del hilvanado que suele ser por norma general la primera o segunda en la mayoría de las sastrerías. Como se aprecia en la foto, el abrigo en esta primera prueba ya está cortado pero apenas se puede divisar la forma final que tendrá.
Es en esta fase intermedia antes de pasar a la primera prueba “oficial” cuando José María procede a hacer los ajustes necesarios antes de devolver la prenda a su taller y empezar a trabajar la prueba del hilvanado.
Normalmente habrá que esperar unas dos semanas para que la prueba del hilvanado, prueba conocida en el mundo anglosajón como la “forward fitting”, esté lista.
Durante el hilvanado el abrigo aun descansando sobre la chaqueta no se siente nada cómodo dando la sensación de que algo no ha salido como se esperaba. Sin embargo, los que se hayan hecho alguna vez un traje a medida habrán experimentado como también en esta prueba la chaqueta queda incómoda y no resulta del todo fácil moverse con libertad dentro de ella. Sin embargo, esto es algo de todo punto normal y es lo que debemos esperar en esta fase de la construcción de la prenda.
En esta prueba se deciden las principales medidas como el largo del abrigo, el de las mangas, la disposición de los bolsillos, el largo de la abertura trasera, el lugar de los botones la altura del cuello o de la sisa, anchos de la solapa etc. A pesar de ello se dejará para la siguiente prueba los retoques finales así como el cosido de los ojales o el de los botones frontales.
Tras esperar nuevamente entre una o dos semanas nos llamarán para una tercera prueba. En esta prueba ya podemos ver el abrigo terminado y es el momento de eliminar esa pequeña arruga en la espalda, entallar un poco la cintura, ajustar el cuello, definir exactamente el largo de las mangas, limpiar alguna arruga de la manga o corregir alguna imperfección en el hombro.
En la mayoría de las ocasiones esta suele ser la última prueba y solo quedará pasar a recoger el abrigo. No obstante, es recomendable ponerse una última vez en la sastrería el abrigo, movernos con él y comprobar que todo está a nuestro gusto. A veces el solo uso de la plancha antes de entregar el abrigo al cliente puede descubrirnos algún pequeño detalle no deseado.
Una de las cosas a las que menos atención se presta en España es al terminado interior de las prendas y no son muchos los caballeros que se fijen en detalles tan importantes como que el ribeteado haya sido cosido a mano o que los bolsillos interiores estén reforzados en sus extremos.
Si bien los sastres de primera fila cuidan con especial esmero estos detalles lo que desgraciadamente sí resulta muy difícil de encontrar en casi todas las sastrerías que yo conozco de España es un extenso abanico de forros entre los que elegir. Una carencia importante si se ha tenido ocasión de deleitarse con la enorme variedad de forros que ofrece la sastrería italiana; forros que van desde estampados con algún motivo histórico como una importante batalla o la narración de un hecho histórico, figuras geométricas de agradables tonalidades, dibujos pasley etc. y siempre todos ellos en colores alegres y divertidos.
No obstante, parece lógico pensar que si ya de por sí resulta misión casi imposible convencer al caballero español de que opte para su traje por un color que no sea el gris o el azul marino me imagino que si alguien ofreciera en sus forros este tipo de estampados tendría enormes problemas para darles salida.
Como muchos de vosotros yo también siento un gran respeto y admiración por aquellos señores que han dedicado su vida a esta profesión; más si cabe si son de mí mismo país. Por ello, no dude en escoger la última partida que le quedaba a D. José María de un forro que la Asociación de Sastres distribuyó en exclusiva entre sus miembros hace ya algunos años.
Para terminar me gustaría indicar que independientemente de que se prefiera la versión de hilera sencilla a la cruzada, el color beige al azul, el overcoat al topcoat etc. lo que parece más que conveniente y acertado es contar con un abrigo clásico que nos permita salir airosos durante muchos años de las situaciones más formales, y con clase y distinción también de muchas informales, sin importarnos los derroteros que tome la moda del momento.
El Aristócrata