Esta semana me tocaba compartir con vosotros la última etapa de construcción de unos Oxford bespoke del zapatero Norman Vilalta. Sin embargo, esto no ha sido posible y quiero contaros el porqué.
El mes que viene hará un año desde que Norman me tomó medidas y empezamos a narrar el proceso de construcción de sus zapatos. En principio estaba previsto que me los entregara para la navidad del 2014 pero obviamente esto no ha sido así. De la misma manera le encargué en el mes de noviembre otro par; esta vez de su colección RTW. Estos sí que me han sido entregados; pero seis meses después de pedirlos y una talla menos a la que pedí; un fallo por otro lado humano que a todo el mundo le puede pasar.
Siempre he sido un gran defensor del trabajo de Norman. Creo que no hay nadie o, al menos yo no he conocido a nadie, con semejante habilidad en las manos y con tan increíble mente creadora. Seguro recordáis aquel primer artículo que le escribí ya en el año 2009 que titulaba “Norman Vilalta: artesano y artista”. Hoy seis años después y conociendo más en profundidad su trabajo puedo afirmar sin temor a equivocarme que es incluso más artista de lo que yo en su día pude entrever.
El problema surge cuando el artista olvida totalmente la importancia de todo lo que rodea al día a día de una empresa y su funcionamiento. De ahí que se diga que en el mundo de la empresa los genios son los mayores enemigos de sí mismos. Recuero cuando estaba cursando mi MBA como un “business angel” nos contaba el reto que suponía para ellos el convencer al creador de la empresa para que se centrarse en el producto que él había creado y dejara las demás facetas de la empresa precisamente a “hombres de empresa”. Y es que el problema surge cuando el genio quiere hacer de empresario. ¡Cuántas y cuántas empresas han muerto por querer el inventor del producto ser su financiero, el responsable internacional y su director de estrategia!. Quizás por ello la popular frase “zapatero a tus zapatos” se debiera utilizar una vez más para intentar que los magníficos zapatos de Norman Vilalta no vayan a ser solo un recuerdo en pocos años.
Norman es un genio. Pero un genio que no se centra. O al menos esa es mi opinión; y no de ahora sino de hace años y así se lo he dicho personalmente varias veces. Norman hoy puede estar construyendo el zapato más bonito que yo haya visto jamás y tres días después tenerlo amontonado en una pila de zapatos pues le ha dado por fabricar gafas a medida. Y solo unas semanas más tarde puede que esté diseñando bolsos de mujer o planeando un viaje a Tokio para dar a conocer sus zapatos. Y esto solo conduce a retrasar las entregas y a diversificar un producto que todavía no está maduro y al que le quedan varios años de constancia para abrirse un hueco entre sino los mejores sí con seguridad entre los zapateros más conocidos. Pero si hoy estamos haciendo unos zapatos y mañana no sabemos qué estaremos haciendo o donde estaremos me temo que por bueno que uno pueda ser se está conduciendo a una muerte muy temprana lo que podría haber sido todo un éxito. Es cierto que Norman nunca te pedira dinero por adelantado para empezar a trabajar en tus zapatos pero no creo que a sus clientes les importara dárselo si al menos tuvieran la seguridad que les serían entregados en la fecha acordada.
Norman es un artista. Con solo hablar con él cinco minutos te das cuenta que tiene una mente creativa envidiable. Además de poder plasmar en un lienzo en solo cuestión de minutos el boceto del zapato que tu mente ha desarrollado durante semanas, es capaz también de entrar dentro de ella, adivinar tu personalidad y ponerla con lápiz en ese zapato. Pero no es serio. Y la seriedad en cualquier faceta de la vida, y más en la empresarial, es fundamental. Y yo al menos prefiero tratar con una persona menos genial pero más seria. Por ejemplo, los zapatos de John Lobb (Londres) no son nada especiales en su diseño si los comparamos con los de Norman. Pero, por el contrario, John Lobb es conocedor perfectamente de la importancia del servicio que debe dar una marca que lleva en el mercado más de cien años y que quiere seguir por lo menos otros cien más como marca de referencia. Los plazos los cumplen, los correos los contestan y nunca se olvidan de ti mientras tus zapatos están siendo traídos a la vida en St. James.
Otro ejemplo es Lazlo Vass. Como recordaréis, hace solo unas semanas contaba el increíble servicio post-venta de la casa húngara. Fue mandarles un mail y la propia Eva Vass contestaba a las pocas horas con todo los pasos que debía seguir. En unas tres semanas que estuve separado de los zapatos recibí al menos tres correos sobre en qué fase se encontraba el proceso de reparación. Algunos pensaran que no es lo mismo una gran empresa como Lazlo Vass que un pequeño artesano como Norman. Esto es sin lugar a dudas cierto pero también es cierto que Lazlo Vass apenas solo unos años atrás era solo otro pequeño artesano. Pero un pequeño artesano que supo poner desde el primer día las bases necesarias para que hoy sus zapatos sean demandados en medio mundo.
Aprecio enormemente a Norman. Y como le aprecio de verdad he escrito este artículo. Sé que puede cambiar y debe cambiar. Sé que puede decir a sus clientes que los zapatos todavía no están listos y no que mañana llegarán a su casa aún cuando pasen semanas y estos nunca llamen a la puerta. Solo necesita centrarse. Y tiene que centrarse tanto para su bien como para el de sus clientes. Sería toda una lastima que los amantes de la verdadera zapatería artesanal no pudieran disfrutar del trabajo de semejante genio en solo unos pocos años.
Foto: Maite Caramés Pons
El Aristócrata