Hace un par de meses empezábamos a dar forma a la loca idea de hacernos una Chaqueta Vaquera lavada a medida. Para ello conseguimos una tela lo suficientemente fuerte como para pensar que podría aguantar el posterior lavado a la piedra. Una vez escogida, empezamos a montar la prenda con la esperanza de que después de todo el proceso tuviéramos al menos una idea más clara de los pasos a dar para llevar a buen puerto dicha idea.
Como ya comentamos en aquel primer artículo, la particularidad de esta chaqueta radica en que la tela se lavará una vez montada la chaqueta y no antes ni de manera independiente. De hecho las pocas chaquetas vaqueras desgastadas que hoy podemos ver y que nos parecen artesanales son de medida industrial con detalles artesanales añadidos una vez terminada la chaqueta.
Existen en la actualidad algunas casas que ofrecen prendas vaqueras a medida pero estas poco tienen que ver con lo que nosotros buscamos con nuestra chaqueta. Por ejemplo, Levi´s ofrece un enorme abanico de telas vaqueras entre las que elegir para hacerte unos vaqueros a medida pero el corte de tela ya se te entrega lavado. Igualmente, la mayoría de las chaquetas vaqueras que vemos confeccionadas a medida se han hecho sobre telas ya lavadas lo que hace que se trabajen como “sencillamente” otra tela más. Esto tiene el inconveniente de que los rotos, roces y marcas que vemos en la chaqueta no guardan ninguna lógica con la prenda en sí. Es decir, puede aparecer una marca de lavado en la espalda o en la solapa porque fue en esos lugares donde la tela más se rozó en la lavadora.
Sin embargo, lo que nosotros buscamos con esta chaqueta vaquera es que los roces y las marcas guarden una relación directa con cada parte de la chaqueta. Es decir, buscamos que los roces estén en las costuras, en las solapas de los bolsillos, las aberturas etc. Y esto solo se puede conseguir lavando la chaqueta una vez montada (este es el mismo proceso que siguen aquellas marcas que incluyen dentro de su catálogo este tipo de prendas). Y, obviamente, queríamos llevar adelante todo este proceso sobre una chaqueta a medida y no de confección.
Para ello, como ya adelantamos en el capítulo anterior, antes de mandar la chaqueta a lavar la confeccionamos prácticamente igual de si se tratara de otra chaqueta artesanal. Y decimos prácticamente porque debido a la enorme incertidumbre de no saber lo que saldría de este experimento dejamos cierto margen de error y evitamos entrar a perfilar todos los detalles de la misma.
Como se puede apreciar en las fotos, no la ceñimos dejándola algo holgada y tampoco rematamos sus detalles. De hecho, si nos fijamos en su interior veremos como los bolsillos no se han empezado prácticamente ni a trabajar, la tela de los vivos es solo de prueba e incluso las fundas de los bolsillos son de una tela que desaparecerá si conseguimos sacar algo decente de la lavadora. El hilvanado de las solapas se marco mucho más que de haberse tratarse de una tela ya tratada y los bajos se reforzaron también bastante más.
A pesar de estas licencias, tanto la primera prueba del el hilvanado como esta segunda tiene muchas similitudes con las pruebas ya narradas en otras ocasiones en esta página. Destacar que en es en esta segunda prueba cuando se define ya el estilo y los detalles de la prenda. Así pues, definimos el ancho de las solapas, su forma, la terminación de sus picos; picos que como se pude apreciar en las fotos no terminan hacia arriba si no de manera paralela al suelo. Igualmente, decidimos dejar un espacio bastante considerable entre estas y la tapeta lo que confiere un aspecto muy personal a la prenda y que con seguridad no será del agrado de todo el mundo.
Debido al uso totalmente informal al que se va a destinar esta chaqueta, decidimos hacerla más corta de lo normal. Igualmente, la caña de los brazos es también más estrecha que la mayoría del resto de mis chaquetas. Como de británica tiene más bien poco tampoco optamos por bolsillos en diagonal o por el de pitillera. Aunque hay tejidos vaqueros francamente ligeros y con muy poco gramaje el nuestro tiene un peso considerable y por ello decidimos no forrarla, exceptuando la parte superior para ayudar a que no se enganche cuando nos la pongamos, y dejar su interior visto. De salir bien el experimento, se cambiarán los vivos, los bolsillos, las costuras centrales y hasta el propio medio forro. Finalmente, y una vez más, se prescindió totalmente de hombreras y decidimos dejar para más adelante definir el largo de las mangas así como el coser los botones, tanto los centrales como los de las mangas.
Ahora solo nos toca pasar las modificaciones de esta última prueba a la chaqueta y esperar a que nos llamen para poder meterla junto a otros doscientos pantalones vaqueros industriales en la lavadora de desgaste. Esperemos que nuestro algodón no encoja tras lavarse a casi trescientos grados, rozarse con la piedra y mezclarse con ácido fórmico, sal y cloro durante las dos horas que dura el lavado.
Es probable que nunca más volvamos a saber de esta chaqueta ya que parece difícil pensar que después de este lavado una solapa no vaya a salir más estrecha o baja que otra o que ambos lados de la chaqueta sigan siendo simétricos o, incluso, que las entretelas no hayan deformado. No obstante, vamos a intentarlo y esperemos escribir un último artículo.
El Aristócrata