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HOY NO TOCA HABLAR DE MODA

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Hace mucho tiempo, probablemente años, que no publico una entrevista. Ni siquiera con motivo de la presentación de mi último libro lo hice. Seguramente haya sido por repetirse constantemente las preguntas  o, sencillamente, por no tener conexión con el entrevistador. Pero en este caso, el podcast de Álvaro Durán, “El Inspirador”, sí me gustó y me gustaría compartirlo con vosotros.  Los temas que se tratan son: 

- La independencia de El Aristócrata.

- La atemporalidad del estilo clásico.

- Cómo vencer la timidez de los españoles en el vestir.

- El ocaso del traje y corbata.

- Los retos de vestir de sport.

- Moda barata vs. Sastres y artesanía.

- El gusto por las cosas bellas. 



El Aristócrata

BESPOKE XCIII: CADA CHAQUETA UN BOTÓN

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No es tan frecuente encontrar un amplio abanico de botones en las sastrerías, y no solo españolas. Es más, si se quiere un botón en concreto, como un botón de asta, es probable que tengamos que encargarnos nosotros mismos de localizarlo o, por el contrario, esperar a que llegue a la sastrería.

Obviamente, la función de abotonar una manga, un frontal, una portañuela la cumple igual un botón de plástico que cualquier otro. Sin embargo, parece lógico que si se cuenta con una buena tela, un acertado forro y, en definitiva, una prenda especial, los botones también lo sean. 

Acertar en la elección de los botones es algo sencillo. Bastará con prestar atención a dos cosas: al color de la chaqueta, abrigo etc., y al tejido. Otras como el tamaño de estos o su propia composición, aún siendo importantes, obedecen a pura lógica. Los botones frontales de un abrigo son de mayor diámetro que los de una chaqueta y si unos botones dorados quedan mejor en un Blazer, los de asta de ciervo aciertan más con una chaqueta de Tweed. Y ante la duda, dejar que el sastre nos aconseje. 

Ahora veremos algunos casos con los que podemos encontremos. Pero antes apuntar que se deberían dejar de lado los botones tipo fantasía, es decir, botones en colores llamativos, formas alejadas a las redondeadas, decorados a mano etc. En definitiva, nunca un botón debiese adquirir demasiado protagonismo; el protagonista es el abrigo o la chaqueta, pero no el botón (quizás por esta misma razón no entienda a aquellos que utilizan un color de hilo diferente para coser uno de los ojales de la manga de la chaqueta). 

Hay botones para trajes, tanto para los formales como para los informales, para blazers, para tejidos de Tweed, para abrigos, para chaqués, para esmóquines etc. Si en las blazers se puede escoger con botones dorados, plateados, de bronce e incluso con un determinado grabado, las chaquetas de Tweed admiten desde botones de piel tipo balón de futbol hasta de hueso. 

Las terminaciones más frecuentes con la brillante, la pulida o la de mate. Entre las tres las dos últimas parecen ser más adecuadas, principalmente porque no son pocos los trajes de confección que utilizan botones de plástico, plástico que suele tener terminación brillante. Si vamos a por un traje con mensaje de formalidad, los botones de corozo y de aspecto pulido armonizan acertadamente. Pudiera no ser fácil diferenciar el corozo del plástico a simple vista, pero bastará con morderlos para comprobar rápidamente si se trata de plástico o del compuesto 100% natural de corozo. 

Probablemente los puristas y los amantes del protocolo más clásico nos ayudarían en la elección del color apuntándonos que los botones deberían ser del mismo color que el de los zapatos. Para estos, tanto los trajes azules como los grises deberían hacerse combinar con botones negros si los zapatos son de dicho color y solo podrán ser marrones oscuros si así fueran los zapatos. Por ello, estos desaconsejan escoger botones azules o grises (también es cierto que encontrar botones en asta en estos colores no es tarea nada sencilla). En Inglaterra si no se especifica nada sobre el color de los botones lo más normal es que de ser un traje, incluso uno gris diplomático cruzado, estos sean negros y, casi siempre, con solo dos ojetes. Por su lado, en Italia muy probablemente nos los cosieran en marrón oscuro. 

Sinceramente, en este punto yo al menos no tengo una opinión tajante. En mi caso, prefiero comprobar el efecto estético del botón sobre la tela que hacerlo pensando en el zapato que con esa prenda vestiré; entre otras cosas porque es más que probable que alterne zapatos de tonos diferentes con la misma chaqueta o traje. Si me fijo en mis trajes veo que casi siempre he seguido la norma, sobre todo con los trajes azul marino, de botones del mismo tono del tejido, si no negros o, aunque en menor frecuencia, marrón oscuro. Dicho esto, lo que sí hay que tener en cuenta es que cuanto más claro sea el tono del botón más informal aparentará ser la prenda a la que acompañe. 

Algo que no me gusta con el esmoquin y el chaqué son los botones forrados. Quien sabe si es porque me recuerdan a conjuntos de alquiler y quizás por ello prefiera mucho antes botones de nácar, desde mi punto de vista mucho más elegantes y especiales. 

No hemos hablado de los botones de los pantalones y no por ello son menos importantes. De ser un pantalón independiente sigamos las mismas normas de las que hemos hablado a la hora de escoger los de la chaqueta. De tratarse de un pantalón independiente pensemos en el uso que le vayamos a dar, más formal o informal, y actuemos en consecuencia. Los puristas lo tendrán claro: siempre nácar en los botones exteriores de la cintura y de corozo, hueso o cuernos en bolsillos y portañuela (los botones por defecto de los pantalones de las sastrerías de siempre británicas).

Finalmente apuntar algo a lo que muy poca gente presta atención y que denota un importante conocimiento sartorial: los botones de las chaquetas cruzadas deben ser algo más grandes que los de hilera sencilla. Obviamente, los del abrigo lo deberían ser todavía más. 

Para otro capítulo dejamos temas también interesantes como si los botones se deberían tocar, sobreponer, las mangas contar con uno, dos, tres o cuatro botones, su correcto cosido o la conveniencia según sea nuestro físico de contar en el frontal con uno, dos o tres. O de ser cruzada con dos, cuatro o seis. 

El Aristócrata

5 COCHES CON LOS QUE NUNCA DEJAR DE SOÑAR

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Son muchas las casas de automóviles que, dentro de su gama de vehículos, fabrican modelos deportivos, muchas menos las que solo hacen deportivos y poquísimas las que elevan el concepto de deportividad a sus máximas cotas. 

Dentro del primer bloque encontramos marcas como Mercedes, BMW, Porsche, Audi etc., en el segundo Lamborghini, Ferrari o Aston Martin. Pero es en tercero donde encontramos los modelos más radicales y también más exclusivos. Coches cercanos, o incluso más, a los 1.000cv de potencia, con muy pocas unidades a la venta, gran cantidad de trabajo artesanal y al alcance no ya solo de los paladares más exquisitos sino también de los bolsillos más pudientes.

Si hace unas semanas hablábamos de los festivales de belleza donde se daban cita marcas como Zenvo, SuperVettura, MAT, Engler, Aspark o Brabham Automotive, hoy lo haremos de 5 coches pertenecientes al nicho de mercado de los hiperdeportivos y que bien pudieran aparecer en alguna de las estrofas de “Mas de cien mentiras”, una de mis canciones preferidas. 

1-Koenigsegg One: 1

En los tiempos que corren se agradece que sigan existiendo vehículos que alcanzan prestaciones de infarto sin necesidad de albergar tras su capó las antiestéticas baterías. El motor V8 turboalimentado del "coche más rápido del mundo" desarrolla más de 1.300 CV pasando de 0 a 400 km/h en menos de 20 segundos. Cuenta con un sistema de suspensiones activas capaz de rebajar la altura de las suspensiones de manera independiente en cada eje, para adaptarse a las condiciones de la conducción. Para alcanzar su velocidad máxima es capaz de rebajar la altura libre en el tren delantero hasta los 59 milímetros y en el tren trasero hasta los 74 milímetros. También incorpora unas suspensiones neumáticas que son capaces de elevarse adicionalmente otros 50 milímetros, algo sin lo cual sería imposible circular por la mayoría de nuestras carreteras. 

Solo 7 One (6 más un prototipo) se vendieron y aunque su precio inicial se acercaba a los 2,5 millones de euros, adquirir hoy una de estas unidades supondría desembolsar más de siete millones de euros. Cierto que el fabricante sueco cuenta con un más hypercar más reciente, el Gemera con 1.700cv, pero este ya se vale de un motor híbrido para entregar su potencia y alcanzar los 100km/h en menos de dos segundos. 

2-McLaren P1

Aunque superado en todas sus marcas por el más reciente Sabre, es probablemente el vehículo que más ha definido el ADN de lo que debería ser un superdeportivo. Si muchos sitúan al Ferrari F40 como el iniciador de esta saga de coches, el P1 perfecciona el concepto más radical hasta el año de su lanzamiento; tanto es así que al parecer el mismo Horacio Pagani lo tenía en su garaje. El McLaren P1 pasa a los anales de la historia del mundo del motor por ser uno de los coches más vanguardistas y rápidos de su época, gracias al extraordinario rendimiento de su sistema de propulsión híbrido y a su eficaz puesta a punto. De hecho, está presente entre los coches de producción que más rápido pasan de 0 a 100 km/h de todos los tiempos (2.8 segundos utilizando sus 916Km), a pesar de ser un vehículo de propulsión.

Famoso sigue siendo su sistema activo de reducción de resistencia aerodinámica, una vez más con la esencia del DRS de la Fórmula 1, que en este caso se logra sobre todo gracias al uso de un gigantesco alerón capaz de situarse en diferentes planos. El interior, construido al igual que el resto del vehículo utilizando materiales nobles, es una oda a la deportividad. Fibra de carbono, piel vuelta, buckets, instrumentación digital... todo está pensado para que la conducción no tenga que lidiar con ninguna distracción innecesaria, manteniendo un mínimo de comodidad para una utilización cotidiana. Una pena que para 10Km escasos que permite hacer en modo eléctrico se haya prostituido tanta esencia deportiva. Aunque se vendieron 375 unidades por poco más de 1 millón de euros, hoy el precio de reventa es bastante superior. 

3-Pagani Huayra Roadster BC 

¡Mi coche!, o para ser más específicos la marca con la que desde que la conocí sueño. Esencia dentro de la más pura esencia deportiva. Todos sus modelos son impactantes, pero seguramente sea este modelo el descapotable más bonito de cuantos se han fabricado nunca. Al contrario que McLaren que desarrolla sus propios motores, Pagani deja este honor a Mercedes; lo que por otro lado resta exclusividad, siempre desde mi punto de vista, a la casa italiana. Un V12 de 6.0 litros AMG de 802 CV y un par motor de 1.050 Nm

A nivel estético, el parecido con el resto de versiones es total, pero desde la marca afirman que la carrocería la han tenido que hacer casi desde cero. Asimismo, esta lleva una profunda revisión aerodinámica, que se puede ver en elementos como el splitter frontal de mayor tamaño, el alerón trasero o el llamativo difusor trasero, del que salen dos salidas de escape que se suman a las tradicionales situadas en la zona central de la zaga para aun total de seis. Así, puede generar una carga de hasta 500 kg a 280 km/h capaz de generar 1.9G de aceleración lateral con picos de hasta 2,2G y solo 1.250Kg gracias a su chasis monocasco de fibra de carbono y titanio. Las 40 unidades disponibles ya han sido adjudicadas a un precio de 3.045.000 euros sin impuestos.

4-Bugatti Divo 

El último lanzamiento de la mítica Bugatti. Aunque a casi todos nos evoque más recuerdos el Chiron, coche que ha marcado una época dentro del automovilismo de calle más extremo, el Divo es su evolución. Bastará fijarse en su carrocería para diferenciarlos rápidamente, este último, si cabe, más radical. Con la friolera de 1.500CV, tracción integral, un motor 8.0 similar al del Chiron, la carga aerodinámica adicional lleva la fuerza lateral máxima hasta 1.6 g a cambio de limitar la velocidad máxima a 380 km/h.

40 unidades, todas ellas como en la mayoría de los coches aquí comentados, vendidas antes de fabricarse, con un precio de 5 millones de euros harán buen tributo al piloto francés Albert Divo, que a finales de los años veinte ganó en dos ocasiones en la Targa Florio, y de quien toma el nombre el coche. Pocas marcas hay en el mundo, y no solo de automóviles, que al escucharla evoquen tanto lujo, exclusividad, deportividad y artesanía como Bugatti. 

5-Hennessey Venom F5

El que a su motor la casa, casa por cierto con 30 años de vida, haya decidido llamarle «Fury» parece una clara declaración de intenciones. Y razón no les falta: un V8 de con 6.6 litros y doble sistema de turboalimentación con 1.817 CV a 8.000 rpm y 1.617 Nm de par. 1.360kg, de 0-100 en 2.9 segundos y un 0-200 km/h en menos de cinco segundos y capaz de alcanzar los 500 km/h. Esta potencia, de 277 CV por litro en un automóvil que pesa solo 1360 kg genera una relación potencia / peso de 1,34 CV por kg (1298 CV por tonelada), más alta que la de cualquier automóvil de carretera.

En el núcleo del F5 se encuentra un monocasco de fibra de carbono de 86 kg, también los paneles exteriores de la carrocería están fabricados con fibra de carbono de alta resistencia para ahorrar peso, algo que se es obsesión en estos tipos de coches Su precio: 1.7 millones de euros y solo 24 unidades, todas nuevamente vendidas. 

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10 CONSEJOS PARA MEZCLAR LO CLÁSICO CON LO MODERNO

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La timidez es la nota que mejor define la manera de vestir del hombre medio español. Para este lo más importante a la hora de escoger su vestuario es pasar desapercibido. Al contrario que la mujer, él busca no diferenciarse ni de sus conocidos ni de la manera de vestir más extendida en su lugar de trabajo o en su círculo de amistades. Por ello, escoge para sus trajes solo colores azul marino, y de vez en cuando, gris oscuro, así como los complementos indispensables para no destacar.

Qué duda cabe que como ya se dijo se puede ser muy elegante vistiendo un buen traje a medida azul marino, incluso si se combina con una camisa azul clara, una corbata oscura y unos Oxford negros. Sin embargo, si lo que se busca es dar un paso más y expresar con la ayuda de la ropa la personalidad y el gusto por vestir pronto nos aburriremos de esta sobria combinación. Igualmente, los conceptos elegancia y estilo no siempre van de la mano y la línea que separa el estilo de lo exagerado suele ser muy fina. 

Esto no significa que este estilo y la elegancia estén reñidos; es más, cuando ambos se fusionan acertadamente el resultado no deja indiferente. Pero para hacerlo acertadamente antes hay que conocer las normas básicas que aplican a la vestimenta masculina o como bien apuntaba Pablo Picasso “es necesario aprender las reglas como un profesional para poder romperlas como un artista”.

Las modas vienen y van y son muchos los que perecen frente a ellas.  Sin embargo, todavía hay personas que tienen una personalidad muy afianzada y hacen caso omiso a sus dictados. A estos hombres no les importa vestir prendas de una época pasada o incluso de otra que todavía esté por llegar. Repasemos diez prendas y complementos que de utilizarse correctamente representan un desafiante atrevimiento a lo que hoy se considera correcto. 

1-La Capa Española. Popularizada por el Duque de Béjar, la capa española alcanzó su máximo apogeo en el S. XIX de la mano de las clases sociales más altas. Confeccionada con lana de oveja se caracteriza por terminar por debajo de la rodilla y por su gran vuelo. Aunque el color más común sigue siendo el negro también se puede encontrar en azul oscuro. Si bien antes su uso no obedecía necesariamente solo a los actos más formales, hoy si se quiere dejar una nota de buen gusto úsese acompañando al frac o al esmoquin. Camilo José Cela, Federico Fellini, Pierce Brosman o incluso Jeff Bezos han sido algunas de las personalidades públicas responsables de la fama mundial de este abrigo “Hecho en España”. 

2-Los zapatos spectators. Aunque presentes en el armario del hombre desde el S. XIX, su popularidad le llega en la década de los años 20 del siglo pasado. Este tipo de zapato se caracteriza por tener dos colores con fuerte contraste entre ellos. Aunque en sus inicios la puntera y la talonera eran las dos partes que diferían en color con el resto del zapato, hoy se juega con las diferentes partes del zapato, pala, orejeras, puntera y talonera. Si en sus inicios los colores más populares eran el blanco/negro y el negro/blanco hoy se encuentra en prácticamente cualquier tipo de piel y color. Si queremos dejar una impronta de estilo vístase solo en verano, con trajes claros y siempre con luz solar. 

3-El cárdigan. Esta prenda en forma de chaleco puede cambiar totalmente el aspecto de un traje haciéndolo más formal o de vestirlo desaliñadamente imprimiéndole un toque dandi. Resulta imprescindible escoger un color que combine bien con el traje, con la camisa y la corbata. De errar en la elección parecerá que lo vestimos solo para huir del frio. Apuéstese por el algodón fino y desabotónese el primero y último botón. Al ser una prenda totalmente informal resulta importante vestirlo siempre acompañando a la chaqueta del traje y no de manera independiente. Prescíndase de aquellos que dejen visible su logo o marca y recordemos que si bien un cárdigan queda elegante con traje no así le ocurre igual con un jersey de pico. 

4-La Blazer. Aunque con el nombre de “blazer” o “americana” se denomina hoy a prácticamente cualquier tipo de chaqueta azul marino, la auténtica blazer es otra cosa. La aparición de esta chaqueta se atribuye al Capitán de la fragata británica H.M.S. Blazer quien en 1837 se presentó frente a sus marineros con una chaqueta azul oscura cruzada con botones dorados para recibir a la Reina Victoria. Esta chaqueta, aunque hoy se vea muchos menos que hace cincuenta años, sigue siendo uno de los mejores atrevimientos a los que sucumbir. Pero recuérdese que si se quiere ser cómplice de la tradición conviene asegurarse que dicha blazer sea azul marino, cruzada, sus botones de tono dorado y esté confeccionada en cachemira o pura lana virgen. Combínese con vaqueros y se conseguirá un aspecto muy especial. Hágase lo propio con un pantalón beis confeccionado en tejido cavalry y el look conseguido recordará al de un Lord inglés. Y si también se quiere presumir de ella en el lugar de trabajo nada como escoger un pantalón gris oscuro y unos zapatos Tassel.

5-Los calcetines con motivos. El huir de los calcetines negros con traje y de sport tiene sus límites y estos los encontramos en los motivos que acompañan a los de sport. Una cosa es escoger calcetines a franjas finas de colores más o menos oscuros y otra muy diferente es acompañar el traje con calcetines con dibujos más propios de otras edades. Esto aplica también a los calcetines sin dibujos, pero de colores llamativos como los amarillos o naranjas. Un calcetín rojo con un traje azul puede resultar estiloso en un entorno y momento dado. Sin embargo, un calcetín burdeos, verde militar, púrpura o granate aportará el mismo toque de estilo pero también de la seriedad que reclama el conjunto de corbata.

6-La pashmina. La pashmina es un acertado sustituto de la a veces poco ortodoxa bufanda. Sus ventajas frente a esta radican en los múltiples diseños y dibujos que adornan su tela. Al ser más larga que la clásica bufanda se puede jugar con ella enrollándose por el cuello según guste. Igualmente, de vestir con traje se puede introducir por dentro de la chaqueta consiguiendo, además de una protección extra contra el frío, un toque de estilo muy interesante. Los tejidos entre los que escoger son de lo más variados predominando las pashminas de lana. Sin embargo, el tacto de la cachemira y de la seda lo agradecerá particularmente el cuello. A pesar de que pueda parecer un complemento muy atrevido y no sean pocos los hombres los que sigan solo apostando por la clásica bufanda, lo cierto es que el estilo que aporta la pashmina tanto a los conjuntos de corbata como a los de sport es superior. 

7-Los vaqueros desgastados. Aunque este pantalón existía ya incluso antes de época de la América pre-colonial, fue a principios del S.XX cuando debido a la gran resistencia de su tejido proveniente de las lonas de las tiendas de campaña se populariza entre los trabajadores manuales, los mineros y los agricultores. Sus amplios y fuertes bolsillos les permitían guardar tanto los minerales encontrados como sus utensilios de trabajo. Sin embargo, la moda de los vaqueros rotos es mucho más reciente y aunque ha habido momentos donde dichos rotos se veían más incluso que la tela del pantalón, hoy se han moderado y aparecen más tímidamente y solo en lugares bien calculados. Si somos de los que pensamos que no tiene sentido comprar un pantalón roto podremos vestir nuestro vaquero desde con una camisa y unos full brogue hasta incluso con una americana azul. Si, por el contrario, creemos que esos rotos aportan un toque interesante al vaquero vístase con prendas puramente informales como camisetas y zapatillas de deporte. Al final conseguir armonía en el conjunto es clave para acertar.

8-Las zapatillas de deporte. Vestir acorde a la edad de cada uno es señal de madurez. No obstante, parece que muchos son de la opinión de que todo tiempo pasado fue mejor y se empeñan en competir con sus hijos vistiendo el mismo tipo de ropa. Las zapatillas de deporte son un buen complemento para cuando queremos vestir relajados y cómodos, pero no deberían ser el sustituto natural del zapato. Hoy marcas históricas resurgen para ofrecer a sus compradores de hace treinta años sus antiguos y emblemáticos modelos. Si bien hay zapatillas muy bonitas que incluso podrían ocupar el lugar del zapato en ciertos atuendos de sport, habría que, en pos de cierta discreción, huir de las marcas cuya principal diferenciación es la letra o el logo que aparece cosido en la zapatilla. Los modelos vintage más discretos aportan además un estilo retro que de combinarse adecuadamente con el resto de las prendas aportan al conjunto final un toque desinhibido e interesante. 

9-Las pulseras, anillos... Según el protocolo inglés el hombre solo debería tener como joyas la alianza de bodas, el reloj, el sello y el pasador de la corbata. Si bien hoy esto parece excesivo, tampoco habría que recargarse con excesivos adornos. Aunque la frase “menos es más” aplica muy acertadamente en la vestimenta masculina, hay complementos que permiten añadir una nota personal al conjunto. Por ejemplo, unos gemelos se antojan obligados con las camisas de doble puño y una botonadura joya con una camisa de esmoquin. Dicho esto, tampoco se debería caer en la tentación de “decorarse” con tantos amuletos y recuerdos se vayan acumulando con el paso de los años. Vistiendo de sport cuando llega el calor parte del cuello queda expuesto por lo que habría que evitar las cadenas gruesas de oro o de plata. Hoy no son pocos los hombres, incluso muchos que saben vestir, que adornan sus muñecas con tantas pulseras como parecen haber encontrado. Una pulsera trenzada de piel o una fina de tela puede imprimir un toque dandi al conjunto, pero con muchas de ellas se consigueel efecto contrario. Tampoco los maxi relojes de más 44mm aportan estilo alguno. 

10- Las iniciales en la ropa. Si hace unos años parecía obligado que las camisas, pantalones, cinturones, jerséis etc., presumieran de marca, hoy se ha dado acertadamente un paso atrás y se ha moderado tanto la presencia de logos como su tamaño. Hoy se vuelve a escoger el jersey por su calidad no por de una marca o un logo visible. Sin embargo, todavía son muchos los que ven en ciertas casas un grado de estatus y las escogen para posicionarse frente al exterior. Se prefiera o no contar con logo alguno, habría que evitar que la marca fuera demasiado visible. Una hebilla en un cinturón con una inicial no muy grande, un pequeño animal en el bolsillo monedero del pantalón o un logo en la suela del zapato marcan el límite entre lo elegante y lo vulgar. 

El Aristócrata

LA GUÍA DEFINITIVA DEL CALZADO

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A todos nos gustan los zapatos. A unos los de hebilla, a otros los de cordones y a otros, quizás, los botines. De hecho, aunque no tengamos ninguno a medida es posible que a lo largo de nuestra vida hayamos invertido más en ellos que en cualquier otra prenda de nuestro armario, incluido trajes a medida. 

Dicho esto, lo cierto es que es difícil decidirse por solo un modelo, mucho más todavía cuando sientes debilidad por ellos. Además, cada zapato combina con un conjunto y mejor en unas ocasiones que en otras. Por ello, qué mejor que hacernos con todos sabiendo que todos, sin excepción, también tienen su momento y su lugar.

-La bota Chelsea. Todos los zapatos pueden vestirse con prácticamente cualquier conjunto, pero otra cosa es que se deban. Así pues, esta bota podríamos verla incluso acompañando al traje, aunque, no obstante, no es algo correcto o, mejor dicho, existen opciones más acertadas. La bota Chelsea creada por el zapatero de la Reina Victoria, J. Sparkes-Hall, se hizo particularmente conocida en la zona Chelsea de Londres durante los años 50 y 60 cuando los pies de los mods, los Beatles y los Rolling vestían este modelo en su día a día. Como casi todo en la vestimenta del hombre, el que esta bota sea considerada como un zapato de sport tiene su porqué. Y este no es otro que fue inventada para usarse al igual que el mocasín, es decir, dentro de casa. Para conseguir vestirse de manera rápida y sencilla se suprimen los cordones y se añade, además de unos elásticos laterales, un tirador en su parte trasera para con él introducir los pies más rápidamente. Por todo esto su uso es muy similar al que se debería dar a los mocasines; sin corbata alguna de por medio. 

-El mocasín. Hoy el zapato de sport por excelencia. Para nada más feo que un Oxford o un Derby pero sí de uso diferente. Creado para combatir los fríos suelos de las casas de campo inglesas y pensado inicialmente como zapato para no salir con él de casa, salió de esta en los pies de los estudiantes de los años 40 de la Ivy League. Pero los amantes de la historia saben que fue Noruega y, en concreto, sus pescadores los verdaderos responsables de popularizar este modelo. Fue a principios de 1900 cuando se empiezan a producir los zapatos conocidos como Aurland (por el nombre del pueblo donde fueron fotografiados dichos pescadores con ellos). También escritores como Hemingway o Scott Fitzgerald los pusieron de moda desde París. Si bien esos primeros mocasines eran más parecidos a las slippers, el zapatero de Maine, Bass, les añadió en los años 30 una tira de cuero en el empeine para hacerlos más resistentes adquiriendo el aspecto por todos conocidos hoy. Unos años después, en los 50, la casa Alden incorpora como respuesta a la petición de Paul Lukas un juego de borlas colgando de dicho empeine. Hoy no hay casa de prestigio que no incorpore en su oferta al menos un modelo de mocasín habiendo muchos de preciosa factura. Prohibidos con traje, por mucho que todavía se vean, con chinos o vaqueros son una de las mejores opciones con las que disfrutar del tiempo libre. Incluso, algunos modelos como los Tassel se pueden vestir con un buen conjunto de dos piezas. Su gran comodidad, más de escoger ciertas pieles les permite rivalizar con prácticamente cualquier zapatilla de paseo en los atuendos más de sport. Aunque los hay con suela de goma, la suela de piel siempre es más elegante. 

-El doble hebilla. Siendo el zapato más  reciente en lo que se refiere a su incorporación al árbol de los zapatos formales – los que se pueden vestir con traje -, lo cierto es que también pudieran ser los más viejos de la lista. Muchos años antes de Cristo. Si los primeros monjes vestían sandalias, con los años cambiaron estas por un zapato muy parecido, pero ya sin tiras y que cubría enteramente el pie hasta el empeine. Este lo cerraban con una hebilla y de usar dos, entonces la sandalia cerraba a la altura del tobillo. Verdaderamente eran como fundas para los pies sin apenas construcción. Hasta la suela se confeccionaba con la misma piel que el resto del zapato. Tanto el de hebilla simple como el de doble de aquella época nada tienen que ver con los que hoy vestimos. Los actuales están cosidos y usan las mimas pieles que los oxfords o los derbys. Si no todas, muchas casas, tanto tradicionales como modernas, ofrecen modelos con hebilla; algunos de gran factura. No obstante, los modelos que mejor han envejecido y que más han influido en los llegados en los últimos años han sido el John Lobb William y el Edward Green Westiminster, dos modelos obligatorios para los amantes de los zapatos de hebilla. Si parece claro que el mocasín requiere vestirse de sport y el Oxford liso formal con traje, sobre el monk la doctrina no es pacífica. Si en la mayor parte de los países europeos se considera este zapato como menos formal que el Oxford pero mas que el derby, en Inglaterra, sobre todo en los círculos más conservadores, el zapato de hebilla, particularmente el de dos, se sitúa en formalidad incluso por debajo del derby. De hecho, imposible será imaginar estos zapatos acompañando al traje de no ser los zapatos de color negro. Por la ya de por sí fuerte personalidad de este zapato, recargarlo con algún otro detalle, por ejemplo, un brogueado, pudiera resultar excesivo. Aunque cierto que un estiloso doble hebilla quedará muy acertado con traje, quizás incluso lo haría mejor con un estiloso  conjunto informal, más de ser marrón. 

-El derby. Zapato en pleno retroceso. Si antes era hasta más corriente que el Oxford, por su mayor versatilidad, hoy se ha quedado a mitad de camino entre este y los modelos más informales. Aunque se puede seguir viendo en los pies de los verdaderos amantes de la alta zapatería y en los conjuntos más extendidos de campo, lo cierto es que su uso es cada vez menor. Menos formal que el Oxford– años atrás solo apto para ocasiones de sport - se puede vestir indistintamente tanto con traje como con un conjunto de dos piezas o uno, si cabe, todavía más informal. Las claves, entre otras, estará en su color, el tipo de suela y la piel escogida. Sus orígenes datan de las guerras napoleónicas, cuando los soldados escogían este tipo de cierre para poder ajustar sus botas lo máximo posible al pie. Con el tiempo, como ocurrió con otras muchas prendas que nacieron en el campo de batalla, lo que era una necesidad para los soldados se convirtió en un detalle estético en las principales capitales europeas. En 1872 aparece el primer artículo sobre el zapato donde St Crispin lo define como: “The Derby or new tie shoe. Better than the Oxonian as the seam is not near the tender part of the foot. Especially good in Summer, allows the foot to swell”. Al igual que con el modelo oxford, el derby puede decorarse con diferentes tipos de brogueado y como ocurre con aquel, cuanto más dibujado esté el zapato menos formal será y viceversa. Aunque escuchemos hablar de derby o blucher indistintamente son modelos diferentes. Mientras en el derby la carrilera se extiende por todo el lateral del zapato, en el blucher están cosidas para poder alojar solo a los cordones y, por tanto, son de un tamaño mucho más reducido. Hoy el modelo derby goza de popularidad entre un cierto público apegado a las modas del momento. No obstante, estos modelos de suelas gruesas de goma, pieles brillante etc. nada tienen que ver con los derbys a los que aquí rendimos homenaje. 

-El Oxford. Zapato formal por excelencia. Válido con casi todo, sobre todo de jugar con determinados brogueados, desde acompañar a un frac a, de ser de color chocolate y brogueado, unos jeans. Modelo que en 1860 empezó como zapato para el tiempo libre – recordemos que eran años donde las botas bajas y altas acompañaban al sombrero de copa -, se ha convertido en el zapato más serio que poder escoger; solo por detrás de las botas Balmoral. El que pasaran de tener solo un pequeño hueco en el armario de verano a su actual popularidad se debe en parte a los estudiantes de Oxford quienes lo convirtieron en su zapato del día a día. Aunque el derdy sea apreciado por su versatilidad, cierto también es que la línea que el Oxford dibuja en el pie consigue una imagen más fina y estética del pie. Sin embargo, como hemos apuntado, puede vestirse con conjuntos alejados del traje, lo cierto es que para aquellos encontramos mejores opciones y ninguna mejor que el Oxford para el traje. Tanto con trajes lisos, diplomáticos etc. el Oxford negro manda un mensaje de formalidad y seriedad de quien lo ha escogido. De tratarse de trajes menos serios o de colores alejados al azul más oscuro, tanto los modelos full como semi-brogue añadirán una nota relajada a todo el conjunto. Un fino cosido en el comienzo de los dedos (toe cap) no resta formalidad al Oxford liso y sí, por el contrario, lo separa de tantos otros de ínfima calidad y aspecto. Aunque con esmoquin las opera pumps son el calzado a escoger, en su defecto el Oxford, esta vez sí totalmente liso y en terminación brillante, será el zapato a vestir. 

-Las slippers. Parece lógico pensar que si contamos con múltiples modelos para vestir en el trabajo y en nuestro tiempo libre, en casa, lugar donde también pasamos mucho tiempo, tengamos al menos un par específico para ella. Aunque el hombre desde que es hombre ha protegido sus pies al caminar - en los primeros tiempos con pieles de animales - también siempre ha buscado con su ropa beneficiar su aspecto exterior o mandar mensajes de poder o posición social. Y las slippers ayudaban con ese objetivo. Además de proteger los pies en casa, ya en las primeras slippers se bordaban grabados con hilos y piedras preciosas. Esto se ratifica viendo las primeras slippers que se encontraron, concretamente en una tumba copta  del S.II, con un grabado en hilo de oro. Como curiosidad apuntar que hasta el S. XV las slippers tenían forma de babuchas y solo las mujeres y los mayordomos las vestían. Si las primeras lo hacían como muestra de su estatus, los segundos las tenían de aliadas para poder andar por las casas sin levantar ruidos al contacto con los suelos de madera. Fue entonces cuando el hombre cosió una suela de caucho, caucho que evita ruidos, y las zapatillas se hacen de seda o de una piel muy fina. Combinarlas con su ropa de noche definía el color y el estampado de la seda de estas. Hoy las slippers se siguen vistiendo primordialmente en las casas de campo aunque el no contar con una no debería desanimarnos a hacernos con un bonito modelo. En ellas podemos coser nuestro pasatiempo preferido, nuestro animal o ese grabado que tanto nos gusta. De los diferentes modelos disponibles el conocido como “Albert” es el más elegante pudiéndose encontrar tanto en piel como en infinidad de tejidos, desde Tweed hasta terciopelo. Mejor en casa que fuera de ella. Acompañar al esmoquin de primavera podría ser una de las pocas excepciones para sacarlas a pasear. 

-El budapester. Y para terminar el zapato del entendido.  Ni es el más bonito, ni el más estético, ni el más polivalente y, ni mucho menos, el más fino. Pero, sin embargo, es un modelo que ha marcado el saber hacer de los mejores zapateros de Europa central durante generaciones. Un modelo derby con doble costura, brogueado sobre una puntera vega y un largo tacón son lo que definen al budapester. Dicho esto, seguramente sea su línea recta y su puntera redondeada lo que le de esa imagen de zapato algo tosco. En el S. XIX, momento álgido del conocido como impero austro-húngaro, imperio que lidera la producción de textiles, cerámicas y zapatería, los zapateros de Viena deciden dar su toque personal al blucher creando este zapato. Los zapateros húngaros, con los que había una gran rivalidad, deciden diferenciar su modelo, además de por llamarlo karlsbaders, por trabajarlo solo en puntera vega y elevándola ligeramente, adquiriendo un toque claro diferenciador que con el tiempo se ha mantenido mejor que el budapester original de Viena. Con seguridad de acudir a ese templo del calzado de Laszlo Vass encontraremos modelos de mucha más belleza. Sin embargo, no podemos abandonarlo sin llevar con nosotros un auténtico budapester. Como todas las cosas nicho, solo los entendidos sabrán diferenciar el budapester pero precisamente ahí radica su encanto. De vestimenta claramente de sport, conviene escogerlo en colores como el vino o el marrón y vestirse con pantalones de tejidos puramente invernales. Recordemos que la suela del budapester es algo más gruesa que la del resto de los zapatos aquí tratados pensando en combatir la nieve y las bajas temperaturas del país que lo vieron nacer. 

El Aristócrata

LOS OUTLETS Y CÓMO AFECTAN A LA IMAGEN DE MARCA

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Cientos de miles de toneladas de ropa han visto como se quedaban en las perchas sin venderse por el Covid. Para estas y para muchas otras, algunas incluso fabricadas, aunque se niegue, para venderse en este canal, los Factory parecen ser parte de la solución.

Ayer con miedo de que mi querido clásico se quedara sin batería, lo saqué de paseo e hice una visita al Factory de las Rozas, Las Rozas Village. Hacía tiempo que no iba y debo reconocer que me sorprendió en parte gratamente. Heladerías, cafeterías y más espacio para que los niños corran alejados de cualquier peligro. Un concepto cada vez más de parque temático que puede animar a acompañar a quien decide allí pasar la tarde.

No obstante, lo que más me llamó la atención es la cantidad de marcas, a priori de lujo, que allí se dan cita. Moncler, Loewe, Ferragamo, Gucci, Prada, Tods… Además de estas, encontramos otras que aún no siendo las recién nombradas en algún momento de su vida aspiraron a serlo. Por ejemplo, Hackett, Gant, Armani, Bally, Boss, Carolina Herrera etc. Lugo están las de consumo masivo como El Ganso, Scalpers, Levis, Ralph Lauren, Bimba y Lola etc. Pero no todas son marcas de ropa. Encontramos hasta de elementos de escritura como Montblanc, de relojes como Breitling o Tag Heuer o de zapatos como Lottusse, Bow Tie o Jimmy Choo.

Sé que el fenómeno Factory es algo implantado en muchísimas ciudades y que en algunas, como NY, las marcas de lujo son bastante más numerosas. Cierto es que estos espacios ponen al alcance de un consumidor productos a precios que de otra forma no podría adquirir. Cierto es también que hay productos, como una chaqueta de piel o unos zapatos, que aún siendo de temporadas pasadas no pasan de moda y el ahorro puede ser considerable.

Sin embargo, el impacto reputacional sobre la marca es más que considerable. Y ejemplos no nos faltan. Por ejemplo, los que hayáis cumplido los 40 o estéis cerca recordaréis el furor que tuvieron las camisas de Ralph Lauren en España. Estas empezaron a reducir su precio, los lugares donde adquirirlas se multiplicaron y hoy se venden con infinidad de promociones prácticamente a saldo en estos outlets. Y algo parecido podríamos decir de Hackett. El adquirir una de esas camisas con su famosos cuello ancho armado, unos gemelos o una corbata en su tienda de Jorge Juan era un privilegio no al alcance de todos. Hoy, sin embargo, su tienda del Factory de Las Rozas parece un mercado de frutas con todo tipo de prendas desperdigadas por mesas, estanterías, colgadores etc. ¿Os acordáis de la tienda de Carolina Herrera de Serrano? Esa planta de abajo reservada a nosotros. La atención, el cuidado de la luz, lo minimalista del espacio. Había hasta gente, por cierto, con dinero, pero mal gusto, que paseaban orgullosos su cochecito de bebé con enormes CH por estampado. Y, ¿qué imagen tenemos hoy de CH? Seguramente la de una marca que un día fue lo que ya nunca volverá a ser. Para muestra, una visita a su destartalada tienda de Las Rozas. Y así podríamos seguir analizando muchas marcas otrora míticas y hoy ya de gran consumo. En definitiva, una manera de destruir la reputación de marcas que llevó años conseguirla. 

Y esto fue lo que me entristeció de mi visita de ayer. Ver a mi querido Loewe en medio de toda esa mediocridad. O ver como aquel acolchado de Moncler que después de quince años todavía conservo, hoy se vende como si nunca hubiera gozado de la reputación que en su tiempo alcanzó. ¿Cómo mirar a mi Breitling con los mismos ojos, reloj que me regalaron al licenciarme? ¿Volveré a pensar en él cuando tenga que hacer un regalo especial o ya mi subconsciente lo asemejará directamente con otras marcas de menos prestigio?

No sé qué pensáis vosotros, pero en mi caso ver una marca en un outlet supone despojarla de muchos atributos que antes le suponía. Siempre he dicho que uno de los nombres que deben acompañar a la palabra lujo debe ser el de exclusividad. Si algo está masificado no puede ser lujo. Y este, el de lujo, es uno de los atributos más difícil de conseguir pero también más fácil de perder. Ganarlo cuesta muchos años, perderlo solo unos pocos. Coloca la marca en un outlet y desaparecerá inmediatamente. 

Hay marcas que incluso históricamente se han negado a hacer descuentos en los periodos de Rebajas. Esto indudablemente les habrá afectado en las entradas de caja, pero, sin embargo, habrá reforzado su posicionamiento como marca exclusiva. Y son estas las que más costará ver en los outlets. Muchos de vosotros sabéis lo que me gusta Hermes o Goyard, aúnan un producto y filosofía de marca, que coincide bastante con lo que yo considero lujo/exclusividad. Claramente de encontrarme alguna de las dos en Las Rozas Village mi percepción de ellas cambiaría radicalmente. Y precisamente fueron estos los pensamientos que me acompañaron durante la tarde de ayer, mis posteriores 15Km y que esta tarde de domingo quería compartir con vosotros. 

El Aristócrata  

EL FRAC

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Aunque este conjunto esté en desuso es parte de la historia de la vestimenta reciente y conocer su correcto uso y las prendas que lo componen resulta importante para cualquier seguidor del buen vestir.

Los orígenes del protocolo de la vestimenta del hombre datan de finales del final el Siglo XVIII cuando la alta sociedad empezó a dejar de lado la vestimenta ostentosa de la época (puñetas, bombachos, excesivo color, piedras preciosas por botones etc.). Los colores oscuros y cierta discreción toman su lugar apoyados por el estilo minimalista del dandi de Periodo de Regencia: Beau Brummell. Solo unos años después, el negro y el blanco eran ya los colores obligados de la clase alta inglesa. 

El frac fue desde prácticamente sus orígenes, 1820, y hasta pasada la I Guerra Mundial el atuendo formal por excelencia y necesario de vestir en cualquier acontecimiento celebrado después de las seis de la tarde. Su larga levita, así como la del chaqué, hablaba de la formalidad de la prenda. Sin embargo, al contrario de este, el frac estaba reservado para vestirse en ausencia de luz solar. Como se explico largo y tendido en el “Manual del Perfecto Caballero”, a partir de los años 20 el frac va dejando su espacio progresivamente a vestimentas más relajadas y el hasta entonces considerado informal esmoquin empieza a tomar su sitio en las celebraciones nocturnas. El chaqué por su lado también pierde el sitio privilegiado del que gozó por las mañanas y empieza a quedar reservados a ocasiones altamente formales o, como ocurre hoy en día, a vestir al novio en el día de su boda.

Aunque la vestimenta del frac sea ya testimonial todavía (como dato histórico apuntar que el último presidente en vestir el día de su “puesta de largo” chaqué por la mañana y durante la cena el hasta entonces obligado frac fue John F. Kennedy en 1961) hay ocasiones donde su vestimenta es muy bien recibida. No obstante, sea por la ignorancia que existe sobre las prendas de etiqueta o por el poco uso, la realidad es que muchos de los fracs que hoy vemos se alejan bastante del concepto más purista de esta bella prenda. De tener la suerte de ser invitados a una celebración en que se recomiende su uso se debe tener en cuenta los siguientes puntos relativos a las prendas que lo forman:

* La levita. Del mismo color negro que el pantalón se permite desde los años 20 optar por el conocido como “azul medianoche”. Aunque la chaqueta da la sensación de ser del tipo cruzada, la realidad es que es imposible de abotonar y siempre permanece abierta, de ahí que un corte acorde con el físico de quien la vista sea de extremada importancia para evitar que se mueva. Seis botones, tres a cada lado, se apreciarán en su frontal y las solapas terminarán en punta. Estas última serán de seda satinada o en grosgrain. La levita permitirá que se vea mínimamente el puño de la camisa y habrá que asegurarse de que su cuello oculta la banda de la corbata de lazo, pero dejando ver la parte más superior trasera del cuello de la camisa. Tampoco el botón encargado de unir el cuello diplomático a la camisa debería apreciarse. Por su parte trasera llegará hasta las rodillas y contará solo con una abertura trasera. Un ojal en la solapa izquierda, así como una pequeña lazadera en el interior de para mantener el rabillo de la flor en su sitio es obligatorio. La lana sigue siendo el tejido estrella. Carece de bolsillos y los botones, tanto los frontales como lo de las mangas, cuatro, aparecen forrados. Dicho forrado debería hacerse con la misma seda que las vistas de las solapas. De ver un frac con botones negros de cuerno es probable que se trate de un frac anterior a 1950.  

* El pantalón. Del mismo color y tejido que la levita se diferencian del pantalón de esmoquin por sus dos costuras laterales de seda o grosgain – se elegirá conforme sea la seda de las solapas. Dicho esto, también es frecuente encontrar una sola costura aunque más ancha que la del esmoquin. La clave del pantalón radica en la altura del talle, el cual se antoja alto para asegurarse que su cintura queda oculta tras el chaleco. No llevarán pasador para el cinturón y su lugar lo tomarán los obligados tirantes, tirantes que se unirán al pantalón por los botones interiores cosidos con dicha finalidad. Para acentuar su carácter formal no llevarán vuelta. Aunque hasta los años 20 el pantalón del frac no llevaba raya, hoy son muy comunes. 

* La camisa. Fácilmente reconocible por su cuello diplomático. En su pechera se aprecia la típica terminación en piqué. No obstante, también puede ser de lino o algodón sin piqué. Lo que si es importante es que su frontal sea de un peso considerable y de terminación algo “acartonada” para evitar que se doble y así mantener el aspecto más esbelto de su dueño. Aunque algunas camisas de frac llevan puño doble, lo más correcto es que sea del tipo sencillo valiéndose de gemelos para abotonarse. Sólo el color blanco es el permitido. Sus puños serán de lino o algodón tanto lisos como en la misma terminación piqué del frontal de la camisa. Una lazadera en la parte trasera del cuello para pasar la corbata de lazo se antoja necesario. Las mejores camisas llevan al menos una lazadera en su parte baja para unirla al pantalón y evitar que se pueda terminar saliendo del pantalón. 

* El chaleco. De corte más corto que el de cualquier otro chaleco, debe tapar la cintura del pantalón. Con solapas, en su estampado se aprecia el mismo piqué que en la camisa. Quizás el punto más importante en el que fijarse es en su longitud. Nunca debería sobresalir por debajo de los frontales de la levita, algo tristemente hoy muy frecuente. De hilera sencilla o cruzada, se aprecia su frontal tiene forma “V” lo suficientemente abierta como para apreciar gran parte de la camisa. El de hilera sencilla suele llevar tres botones, mientras que el cruzado lleva cuatro. Dichos botones pueden estar forrados en la misma tela que el propio chaleco o ser de madre perla. Aunque el blanco sigue siendo el color más frecuente, el crema y el marfil. La espalda se deja libre cerrándose con dos botones. Una lazadera elástica servirá para unir chaleco con pantalón. 

* La corbata de lazo. Blanca, de algodón y también en la misma terminación piqué del chaleco debe anudarse manualmente. Only the self-tied bow tie is acceptable as pre-tied bow ties are considered tacky and insulting to the formal nature of white tie. El nudo es del tipo murcielago o semi-mariposa. Importante que la corbata de lazo quede por fuera de los picos del cuello de la camisa. 

* El calzado. Nada como las conocidas como “opera pumps” en terminación charol para estar a la altura de tan magnificente conjunto. Un oxford liso también en terminación charol también es una opción aceptada. Calcetines de seda negros 100% son el mejor acompañamiento para este conjunto. 

* Los complementos:

oGemelos y botones. Los gemelos más extendidos son los fabricados en madre perla. Este material debería ser el mismo que el utilizado en la botonadura de la camisa y el chaleco, coincidiendo también en color con los de la camisa.  Plata, oro blanco o platino son los materiales preciosos que mejor combinan con el mensaje de este atuendo tan formal. El oro amarillo debería mantenerse lejos de este conjunto.

oTirantes.  Aunque nunca se vean, serán de seda blanca, tanto el cuerpo principal como las lazaderas con las que sujetar el pantalón. 

oSombrero. Será de tipo copa, forrado en seda natural negra o en su defecto de castor. Al igual que ocurre con el chaqué se debería estar muy familiarizado con su uso para no ensombrecer con su uso un buen frac. 

oPañuelo de bolsillo. Su uso no es obligatorio, aunque un pañuelo blanco de lino siempre aportará un plus a la elegancia del conjunto. No obstante, en los fracs del S. XIX la norma era que el frac no llevara ningún bolsillo, ni tan siquiera el de pecho, de ahí que muchos amantes, y entendidos, de este conjunto dejen ese bolsillo huérfano de pañuelo introduciéndolo en un bolsillo interior junto a sus guantes. De escoger un clavel o una gardenia ambas deberían ser también blancas. 

oReloj. Al igual que con el esmoquin, mejor dejarlo en casa. Si el esmoquin se viste en ocasiones tan alegres que carece de sentido mirar el reloj, el frac se escoge en ocasiones tan formales en las que chequear la hora también carece de sentido. No obstante, de querer llevar reloj este debe ser del tipo bolsillo y de plata, platino u oro blanco. 

oGuantes. Pudieran recargar el conjunto, pero de quererse usar que sean blancos y de fina piel o de ante. Lo mismo ocurre con la bufanda, mejor sin ella. Rara será la ocasión que de tener que asistir a un acto en el que se requiera frac se acuda a pie. No obstante, de necesitarse se usará la misma que con el esmoquin: blanca o marfil de seda o cachemira y con flecos en los extremos. 

oAbrigo. Nada como un buen Cherterfield o una capa española. 

Ni que decir que hacerse con un buen frac pasa no solo por acudir al sastre, sino por acudir a uno muy experimentado en la elaboración de esta pieza.

El Aristócrata

DEL SOMBRERO A MEDIDA

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Una prenda casi extinta pero cuyas profundas raíces le permiten aguantar los avatares de las modas y del paso del tiempo.

Con motivo de la redacción de mi libro “La Enciclopedia del Buen Vestir” volví a charlar con José Signes, quien dirige el negocio fundado por su padre en 1968 y que es hoy una de las sombrerías de referencia en Europa. Podéis leer en este link nuestra visita a la fábrica hace ya seis años. En esta charla hablamos no solo del sombrero sino de sus orígenes, el momento actual que vive y de cómo cada día es más difícil hacerse con un verdadero sombrero a medida. 

Los grandes diseñadores buscan productores de sombreros de alta calidad con la restricción de tener que escoger entre la decena que queda en Europa, siendo Sevilla y Gata de Gorgos dos de los templos para este producto atemporal. Basta con echar un vistazo a fotografías de los años 20 para apreciar lo muy popular que era este complemento. Solo en la Plaza Mayor de Madrid se concentraban más de quince sombrererías, y en prácticamente todas se podía conseguir un sombrero a la medida, ya fuera hecho o adaptado.

Aunque a primera vista pudiera no apreciarse la diferencia entre un buen sombrero RTW de fieltro y uno hecho a medida, este se trabaja a mano desde la base del fieltro, con forma y medidas acordes exclusivamente a los deseos y fisionomía del cliente final, y ya no atendiendo a estándares. Para ello, entre otras cosas, se tiene que planchar el sombrero sobre las hormas más aproximadas para después adaptarlo con exactitud a la cabeza del cliente. 

Durante la época dorada del sombrero, entre los años veinte y cincuenta, la diferencia entre sombrero industrial y adaptado no era significativa, puesto que, en las fábricas, aunque con máquinas, se trabajaba prácticamente a mano. Eran tiempos donde se podía encontrar un enorme número de tallas, separadas por 1⁄2 centímetro, o incluso 1⁄4, algo frecuente también entre los sombreros RTW. No obstante, existía la necesidad de adaptar el sombrero a la cabeza del cliente, puesto que la mayoría eran muy duros y se buscaba un sombrero fuerte que se sintiera en la cabeza.

Para conseguir esta adaptación se utilizaba el «conformador», un aparato similar a un sombrero de madera que contaba con unas piezas verticales, llamadas palillos, para ajustar- se a la forma e irregularidades de la cabeza. Una vez colocado el conformador en la cabeza, se acopla un papel en los extremos de los palillos —donde cada uno dispone de un pequeño punzón— quedando perforado por ellos y marcado el dibujo de la cabeza. 

Con esta plantilla, que representaba la mejor foto del cráneo en posición horizontal, y con el «hormillón», donde se transporta la plantilla también con unos palillos, en este caso horizontales, y se prepara a modo de horma donde se procederá a ir adaptando el sombrero utilizando la presión de una cuerda, vapor y agua hasta completar el proceso. Una vez definido esto, se pasaba al momento de buscar el estilo de cada sombrero. En aquellos años, la mayoría de estas copas eran redondas, lo que se denominaba «copa abierta», y tocaba adaptar su forma superior atendiendo al estilo o la fisionomía de la cara de cada cliente.

Hoy en día es realmente complicado encontrar un artesano que realice un sombrero de calle a medida. En Andalucía todavía quedan algunos que mantienen la tradición descrita arriba, y siguen ofreciendo un sombrero enteramente hecho a la medida. Estos conservan los útiles y las técnicas de confección del sombrero Cordobés, que por su dureza necesariamente debe adaptarse a cada cliente. Pocas son ya las sombrererías que sobreviven en España, y al encontrarlas comprobaremos que prima el romanticismo sobre la necesidad. 


Los motivos de la desaparición del «hecho a la medida» son principalmente el desuso del sombrero y la moda del "sinsombrerismo". Sin embargo, ha sido la preferencia de sombreros livianos y flexibles lo que ha reducido a unos cuantos románticos el uso del clásico modelo. La búsqueda de compuestos cómodos, adaptables y ligeros es la nueva tendencia, y ya no se prefiere como antaño que sea a través del uso reiterado que el sombrero acabe memorizando las líneas de nuestra cabeza, que ponérselo después de varias y largas puestas sea un verdadero placer.

La necesidad de tener que adaptar el sombrero a la cabeza ya no se busca hoy como se hacía en otro tiempo, pero no por ello el amante de este complemento ha dejado de disfrutar de la sensación de tocarlo, de apretarlo al cubrirse, de una determinada caída del ala, la sobreadaptación del sombrero en nuestra cabeza... Y la única manera de conseguir esto es haciendo gran parte del proceso a mano y utilizando solo los mejores materiales. 

Como hemos dicho, todavía queda algún fabricante español que busca y consigue llegar a estas sensaciones, también alguno italiano, pero siempre trabajando gran parte del proceso a mano. Un pequeño artesano de Córdoba, Pepe Miranda, sobrevive trabajando una gran mayoría de sus sombreros exclusivamente a medida. Este tiene en cuenta la estatura del cliente para las dimensiones del ala y la altura del sombrero, la forma de su cara para el diseño de la copa, la personalidad para la calidad del fieltro en la caída, manteniendo la inspiración en la forma original y consiguiendo un aspecto más o menos formal. 

En definitiva, más allá de una medida o un conformado para cada cliente, se busca realzar su personalidad y espíritu. Este trabajo casi de artista no siempre es valorado, a pesar de representar a una prenda tan complicada como esta, y por ello se intenta potenciar en las sombrererías profesionales desde el consejo, la intuición y el realce de los clientes, algo muy difícil de conseguir en quienes todavía no son usuarios.

Dice José Vicente Signes que «cada sombrero tiene su propia alma». Esto va más allá de que cada sombrero adquiera sus particulares líneas con el paso del tiempo, por efecto de las condiciones ambientales, del diferente manoseo o el uso desigual que se le da al sombrero. El sombrero es algo más que materia muerta, es la misma personalidad de su dueño. En definitiva, el sombrero a medida va mucho más allá de unos centímetros apropiados o de una forma adaptada a nuestra cabeza, porque a medida es aquel que refleja nuestra propia alma.

El Aristócrata


LA MEJOR CHAQUETA PARA BAJOS O CON SOBREPESO

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“Soy bajo por eso nunca visto trajes cruzados!”. “Estoy gordo, los chalecos para cuando adelgace”. “¿Una chaqueta a cuadros con este cuerpo?, sería el hazmerreír de mis amigos” y muchas más afirmaciones que se repiten constantemente sin tener base alguna. 

Empecemos por el pensamiento más extendido: “los bajos deberían mantenerse alejados de las chaquetas cruzadas”. Nada cierto ya que clave no está tanto en que sea un modelo cruzado sino en su corte y, por supuesto, en su estampado. La clave: aparentar ser más delgado para así también parecer más alto. 

Lo primero es asegurarse que la chaqueta no quede larga, ni por el faldón ni por las mangas. Con cubrir el trasero será suficiente. Las mangas deberán mostrar los puños de la camisa. Si esto es un detalle recomendable para todos, para los bajos lo es todavía más pues de esta forma no acentuarán su reducida complexión. No deberá abotonar por debajo de la cintura y si estamos delgados debemos intentar resaltar nuestra silueta entallando la chaqueta. Las hombreras son otro aliado para las personas de reducida estatura ya que ayudan a alargar la figura y son bienvenidas para sacar lo máximo de un cuerpo contenido. No obstante, se prescindirá de ellas si la cabeza es relativamente achatada. 

Abotonada la chaqueta esta empezará a abrirse desde la misma cintura y no más abajo consiguiendo así una mayor verticalidad. Conveniente optar por chaquetas con un solo botón o en su defecto por dos. No obstante, también se podrá elegir chaquetas de tres botones, pero solo aquellas donde el botón superior sea de mero adorno y no se pretenda abotonar (las denominadas 3 para dos). El corte de estas chaquetas hace que las solapas se alarguen mas y se junten más abajo que en las chaquetas de tres botones. Mejor sin aberturas traseras que con ellas. 

Hay detalles pequeños que también conviene prestar atención. Por ejemplo, el cosido del ojal de la solapa debe estar a mayor estatura de lo normal, el bolsillo del pecho mejor en una posición algo más alta de lo acostumbrado y los bolsillos laterales ligeramente más bajos. Ocualtar las solapas de los bolsillos laterales por dentro de dichos bolsillos aumenta la verticalidad de todo conjunto.

El traje entero les favorece más que una chaqueta y un pantalón suelto. Esto es así porque ambas prendas dividen el cuerpo en dos partes muy diferenciadas y comprometerían la verticalidad. Por el mismo motivo tampoco es recomendable el uso del cinturón, mejor los tirantes o en su defecto por pletinas. Al vestir chaquetas de sport no queda otra que optar por un pantalón de tela diferente. En este caso, las chaquetas mejor de no tener cuadros o estampados marcados. Las lisas representan la mejor alternativa. Algo que aplicaría también a los pantalones de sport. 

En cuanto a vestir chaquetas cruzadas es cierto que sus múltiples botones, así como las líneas horizontales que se forman al cruzar ambos lados de la chaqueta transmiten la sensación de una persona más baja o ancha. Dicho esto, de no quererse privar del placer de vestir una chaqueta cruzada, conviene que los botones estén más altos y juntos que en las chaquetas cruzadas estándar. (observar la foto de abajo). Mejor de cuatro que de seis. 

Los estampados son casi igual de importantes que el tipo de corte. Las líneas horizontales o los diseños a cuadros, como los POW, ensanchan la figura y, por lo tanto, también la reducen. Por el contrario, las líneas verticales alargan la figura consiguiendo la imagen de un cuerpo más esbelto. Los colores sólidos en los trajes con la apuesta más segura pues estilizan la figura pareciendo más altos. Los oscuro más convenientes que los claros. Y pareciendo más altos también aparentaremos estar más delgados. 

El Aristócrata

PORSHE 964 LA ESENCIA DE LO AUTÉNTICO

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Aprovechando unos días libres cogí mi “viejo” coche y puse rumbo a una de las zonas más bonitas de España: la costa brava. No había agenda, ni madrugones previstos, solo una bonita ruta y estrellas Michelin de las que disfrutar. Dejaré estas últimas para una próxima vez y esta os contaré cosas sobre este viejo amigo.

Antes de empezar, decir a aquellos que creen que conducir un Tesla, cualquier otro eléctrico o un híbrido es algo apasionante que no continúen leyendo pues, con seguridad, este artículo no les va a gustar. Si, por el contrario, eres de los que piensan que en automoción hubo una época mucho más excitante que la actual puede que lo disfrutes. Aquella época, de la que muchos seguimos enamorados, era un tiempo donde hablar de coches era hablar de motores, de cilindradas, de revoluciones, de recuperaciones…un tiempo donde todo lo demás era superfluo.   

Hoy raro es el coche cuyo manual de propietario no dedique la mayor parte de su contenido a explicar el uso de la pantalla táctil, de la conexión bluetooth, del CarPlay, del consumo, del sistema de climatización, de la recuperación de la batería, de su autonomía etc. Indudablemente esto tendrá su encanto, pero no para aquellos que hayan conocido y conducido coches donde la adrenalina y las sensaciones se las daban un motor de combustión. 

Un coche que no suene al acelerar o que no se enfade al reducir dos marchas de golpe seguirá siendo un coche, pero no uno de esos coches con los que los amantes de los coches de verdad se han emocionado y sacado sus mejores sonrisas. Quizás este sea uno de los motivos por los que la Fórmula E despierte tan poco interés. O como diría un buen amigo mío y presidente de un club de coches: “un coche eléctrico es como una mujer que apenas te transmite su sentir; está bien pero no es lo mismo”. No dice exactamente "trasmite su sentir" pero dejémoslo mejor así. 

Porsche es hoy una marca generalista que con gran acierto ha conseguido acercar sus vehículos a todo tipo de conductores. Desde al conductor campero, al eléctrico o al amante de los circuitos. Hay un coche para cada uno de ellos. Dicho esto, si en la historia de la marca alemana ha habido un modelo icónico ese ha sido el 911. Desde sus orígenes en los años 60 hasta hoy, estos tres números representan el modelo de coche más icónico de cuantos han existido. Si bien las últimas versiones acercan más el 911 a un gran turismo que a un auténtico deportivo, sus versiones más extremas todavía conservan el ADN de carreras y difícil son de batir en circuito por cualquier otra marca, incluidas las más radicales. 

No obstante, también es cierto que en la evolución del modelo el purismo y la esencia del 911 original se han ido poco a poco perdiendo y quizás por ello sea por lo que hoy los primeros 911 estén más valorados que nunca. Y dentro de esos primeros podemos englobar a los refrigerados por aire, es decir, hasta el también precioso 993. Luego vendría el 996, 997… pero eso ya es otra historia, una historia mucho mejor en todos los sentidos menos en lo más importante: la pureza original. 

Para mi el 964 es el 911 más bonito de cuantos se han fabricado – algo obviamente totalmente subjetivo. Y lo es porque ni es tan espartano como el primer 911, precioso por cierto, ni ya empieza a perder como el 993 sus míticas cañoneras originales y sus grandes faros redondos. Y por supuesto lo es también porque es refrigerado por aire. Este dato es de extrema importancia para la mente “vintage” del seguidor de la marca. Es difícil explicar por qué esos motores son tan especiales. 

El que tenga una moto de carburación lo entenderá inmediatamente. Las Harley Davidson de ahora son ya inyección y sus prestaciones, así como su seguridad, muy superior a aquellas. Sin embargo, el sonido de la carburación, su petardeo, sus vibraciones etc. hacen que las Harley de carburación embauquen al amante de la legendaria marca americana de manera muy especial. 

Este modelo de 964 es la versión Carrera 2. Sin entrar a analizar sus características técnicas, apuntar que es la versión tracción trasera que a pesar de ser, a priori, un nivel por debajo de la tracción cuatro, está más valorada por el entendido. La versión, la coupé, es también a priori la más sencilla pero también más cotizada que la targa y, por supuesto, mucho más que la descapotable. 

Es tal el “fanatismo” del seguidor de este modelo que para él contar incluso con parabrisas trasero resta valor a la unidad. En definitiva, de no contar con la versión Turbo o RS, el 964 debería ser Carrera 2, coupé, sin limpiaparabrisas trasero, con matricula antigua y, por supuesto, manual. Aunque en el mercado de segunda mano se puedan adquirir por precios competitivo 964 automáticos, mi opinión es que es siempre mejor esperar a conseguir una unidad manual. Creo que carece de sentido tener un coche tan emblemático con cambio automático. 

La marcha de un coche con casi treinta años de vida – casi el 70% de los Porsche fabricados siguen hoy circulando, algo de lo que solo Porsche puede presumir. Difícil, si no imposible, es ver un Ferrari o un Lamborghini con los kilómetros del más sencillo Porsche -, es cautivadora. Aún cuando no llega ni a 250 CV de potencia, tiene fuerza más que suficiente para poderse disfrutar en todo tipo de carreteras y situaciones. Obviamente, no tiene la pegada de un turbo ni la estabilidad de un gran GT pero no hay vehículo que transmita lo del 964 a velocidades legales. 

Si de lo que se trata es de disfrutar del paisaje, de la ruta o, sencillamente, del placer de conducir, este es el coche. Quienes hayan conducido súper deportivos estarán conmigo que requieren una concentración constante, además de no estar pensados para todo el mundo. El 964, por el contrario, es tan sencillo de conducir como un Ibiza manual.

El Carrera 2 corre suficiente, frena correctamente, es relativamente cómodo - aunque bastante ruidoso a partir de 130Km - y sin destacar en nada destaca en todo; más si tenemos en cuenta que estamos tras el volante de un coche con casi 30 años. Por dentro es muy espartano, apenas ciertas concesiones con el recién llegado airbag a las unidades más “modernas” de los 964, los elevalunas automáticos y los asientos eléctricos.

El radiocasete original claramente no es de gran ayuda en los viajes largos y quizás por ello Porsche haya creado una radio de inspiración vintage pero con todos los adelantos de los nuevos tiempos. No obstante, yo sigo con la original pues me parece más auténtica y real. ¡Además, el sonido de su motor es a veces la mejor canción! Meter esos casetes con las grabaciones que hacíamos cuando ni siquiera el CD había aparecido también tiene su encanto; aunque claramente en los viajes largos se echa de menos un buen equipo de música. Los asientos traseros son prácticamente de adorno y entre los delanteros no hay ni espacio para un reposabrazos. El conductor y el copiloto van francamente cerca sentados. Pero es ver sus míticos cinco relojes redondos y no desear a ninguno de sus hermanos jóvenes. 

Su conducción es fluida y al ser sus medidas contenidas – uno no se da cuenta lo pequeño que es el 964 hasta que lo aparca al lado de un moderno 992 – lo hace muy divertido en las zonas de curvas. Verte al lado de cualquier moderno 4x4 te parece ser diminuto. Obviamente el entendido sabe reconocer el coche y no faltan pulgares hacia arriba a tu paso, pero si lo que buscas es llamar la atención este tampoco es tu coche. En definitiva, un coche con muchísimo sabor, historia de la automoción más pura, modelo icónico y mientras para unos un trasto viejo para otros, un auténtico placer para los sentidos. 

El Aristócrata

FELIPE DE EDIMBURGO: 100 AÑOS DE ELEGANCIA ATEMPORAL

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Hace solo unos días nos dejaba uno de los referentes, si no el que más, de la elegancia masculina más intemporal. Hoy, imposible es ya encontrar a una persona, más si es pública, que se mantenga fiel a un estilo de vestir toda su vida. Y el Duque de Edimburgo ha sido uno de esos pocos. 

Es posible conocer a hombres que durante varios años de su vida mantienen una imagen consistente. Sin embargo, conformen adquieren relevancia personal o profesional no es extraño que coqueteen con las tendencias del momento, o lo que es peor que se lleguen a creer de alguna manera un referente y experimenten con prendas y combinaciones hasta no hace tanto tiempo impensables en ellos. Sobran los ejemplos. 

De dedicar un tiempo y tirar de hemeroteca observaremos como desde sus años más jóvenes el Felipe de Edimburgo se decantó por un estilo clásico y sobrio; que para nada aburrido o rancio. Y, sin caer en excentricidades, lo mantuvo muy poco alterado hasta su muerte. Defensor del “Made in England”, se valió de los mejores camiseros, sastres y zapateros de la capital británica para completar su armario. Por lo que transcendió en su día, debe su gusto por el vestir a su tío Lord Mountbatten, quien fuera el último Virrey de la India y de quien se dice que raro era el viaje en el que no moviera trescientos baúles con ropa y enseres personales. Fue precisamente este, persona de quien también se dice que se cambiaba cuatro veces al día, quien le acercó al mundo de la sastrería y quien le aconsejara sobre las prendas a incorporar a su armario, tanto el de calle como el de campo.

Al contrario de lo que ocurre con los monarcas actuales, Felipe de Edimburgo mantenía la misma elegancia durante su horario oficial como en su espacio personal. No resulta fácil encontrar fotos donde se le vea entregado a la comodidad en su tiempo de esparcimiento o intentando pasar desapercibido en medio de la multitud. Si durante su horario oficial hacía uso de muy bien cortados trajes – normalmente de hilera sencilla – o de increíbles uniformes militares de gala -de Johns & Pegg -, durante su tiempo libre disfrutaba no solo de chaquetas de Tweed sino también de mucha otra ropa de campo que hoy es difícil ver en cualquier latitud.

Algo que diferencia a Felipe Mountbatten del tío de su esposa o de otros iconos de la moda es que nunca busco explotar una faceta de dandi. Aunque con licencias en las corbatas, no abusaba de estampados arriesgados o de colores llamativos. Obviamente, se valía del pañuelo de bolsillo incluso en sus abrigos – por norma general cortados en Ede & Ravenscroft – pero ni con estos buscaban destacar. Si en ciudad no se acompañaba de clásicos abrigos azules, entonces solía decantarse por la gabardina. La simplicidad de su elegancia es lo que hacía a su manera de vestir tan especial. 

La conocida frase de “la elegancia consiste en pasar desapercibido sin dejar a nadie indiferente” era una máxima que se exigía en su día a día. Además, hacía gala de esta austeridad con enorme naturalidad. Nada de lo que vestía era forzado. La sobriedad es algo que le definiría toda su vida, de ahí que tampoco se viera tentado en acudir a profesionales situados fuera de su país. Si Turnbull & Asser o Gieves & Hawkes estaban detrás de sus camisas, John Lobb era su zapatero de cabecera. A cargo de sus pantalones estaba la aguja de John Kent, de Hawes and Curtis, quien al igual que a Cary Grant también al Duque de Edimburgo terminó haciéndole sus trajes. Antes de que John Kent llegara a Hawes and Curtis, su ropa de calle estaba a cargo, siempre en Hawes and Curtis, del afamado sastre del momento Teddy Watson.

En 1986 John Kent y el camisero de Hawes and Curtis deciden abrir su propia sastrería y es cuando el Duque de Edimburgo empieza a visitar otra histórica casa, Gieves & Hawkes, casa que usa para confeccionarse su ropa de diario. En cambio, detrás de su frac, chaqué y esmoquin, sigue estando la sastrería más antigua de Londres, 1689: Eves and Ravencroft. 

Su fidelidad a su estilo se veía reforzada con la lealtad hacia sus tiendas de cabecera, muchas de las cuales deben sus Royal Warrant a haberlo tenido entre sus clientes. No solo la conocida Barbour, sino otras como James Lock, sombreros, Holland & Holland y Purley, ambas caza, Daks, ropa casual, John Lobb, calzado de calle, o Hunter, calzado de campo, pueden presumir de haberlo visto tras su puerta en repetidas ocasiones. 

Si verlo en Ascot con su gran estatura y delgadez en su chaqué y sombrero de copa, este último normalmente gris, llamaba la atención, no menos lo hacía cuando lucía sus esmóquines. Y con igual esmero y sobriedad escogía su ropa de campo. Amante de este y de deportes como la caza o el polo, disfrutaba de largos paseos con prendas tan británicas como el Barbour o las botas Hunter, aunque serían la gran variedad de trajes y chaquetas de Tweed las que más horas le acompañarían. Complementos como las gorras inglesas y variados sombreros, el “hunting bowler” incluido, así como su kilt eran algunas de las licencias que se permitía. 

Como también hemos visto en su hijo, Felipe de Edimburgo además de tener mucha ropa poca ha desechado a lo largo de los años. De ahí que fuera habitual verle con trajes con más de veinte años de uso o con zapatos de su juventud remendados. Obviamente, esto es posible cuando, como en su caso, se mantiene el mismo físico durante toda la vida. 

Un estilo atemporal durante casi un siglo por encima de cualquier moda o tendencia, la naturalidad con la que vestía en el pescante la más sencilla chaqueta o su porte con un uniforme de gala, el uso de sombreros que en cualquier otra persona quedaría fuera de lugar, sus trajes sobrios pero sin abusar de los azules y grises y su enorme y variado armario de campo lo han convertido en un personaje difícil de volverse a repetir. Y, no menos importante, como demuestra la foto que cierra el artículo de esta semana, un tipo con un sentido del humor fuera de lo políticamente correcto y que a mí al menos me ha hecho reír en muchas ocasiones. 

El Aristócrata

VESTIR PARA TRABAJAR DESDE CASA

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Trabajar desde casa cada día será más frecuente. Probablemente no toda la semana, pero todo parece indicar que algún día, sino con el tiempo varios, trasladarán su lugar de trabajo de la oficina a casa. La pandemia ha demostrado que no son pocos los trabajos que pueden desempeñarse prácticamente con la misma precisión desde casa que desde la oficina con el correspondiente bienestar que esto puede suponer a muchos trabajadores.

Aunque sigo pensando que la inmediatez que da el estar todos juntos físicamente en un mismo lugar es difícil de suplir por reuniones telemáticas, lo cierto es que el trabajar días desde casa es uno de los cambios que ha llegado para quedarse. Con esta realidad sobre la mesa, probablemente todos hayamos sido testigos durante el confinamiento de cómo no eran pocos los que enfrentaban las reuniones telemáticas con atuendos más propios de una tarde de sábado que de un día laboral.

Este es seguramente uno de los mayores retos a los que se enfrenta hoy, por ejemplo, la sastrería. Vistiéndose cada vez menos de traje en la oficina y prescindiéndose incluso de la chaqueta en las reuniones que se mantienen/mantendrán desde casa, la demanda de sus servicios solo puede con el tiempo disminuir. Clave será como vistan los máximos directivos de cada empresa, despacho u estudio, pues así será también como terminen vistiendo los niveles inferiores. Parece lógico pensar que si el consejero delegado de tu empresa mantiene los Zoom, Teams etc con chaqueta, los participantes en las mismas también la lleven. Obviamente, menos probable será que lo hagan si ven que las reuniones se repiten sin que su máximo representante haga uso de ella.

El problema no radica en la ausencia de la chaqueta, el verdadero problema lo encontramos en el hecho de que si no se tiene un mínimo gusto y tacto para vestir en estas nuevas reuniones cualquier cosa es posible, desde un correcto jersey hasta incluso, sobre todo en los meses de calor, una informal camiseta. Aunque en el foro que nos encontramos nos parezca lógico, resulta fundamental al levantarse asearse como si se fuera a la oficina. Ducha y el correspondiente afeitado son obligatorios; independientemente de que se vaya o no interactuar con más gente a lo largo del día. Esto es ya no solo una cuestión de higiene sino también de prepararnos mentalmente para el día de trabajo. De quedarnos en pijama o sin afeitar nuestra predisposición para el trabajo no será igual. 

Claramente hay que diferenciar la ropa que vestimos trabajando en casa de la que nos acompaña también en ella durante el resto del día; así también psicológicamente nuestra mente se preparará para afrontar un día de asueto o de trabajo. Igual de importante, es intentar pasar nuestras “horas de oficina” en un lugar que solo se utilice, en la medida de lo posible, para este propósito. De esta manera se estará estaremos concentrados al mismo traspasar la puerta de esa dependencia. Salir de esta habitación para comer parece ser algo también importante a tener en cuenta. 

Entrando ya en materia, no valen ni camisetas ni sudaderas. La camisa resulta obligatoria.  Una camisa Oxford parece una de las mejores opciones con las que afrontar ese día de teletrabajo. Su tejido, si es de calidad, es confortable y de escogerse en azul, con un pequeño cuadro vichy o de finas rayas se podrá con ella mantener muchas reuniones digitales o, de ser conveniente, poderla hacer acompañar rápidamente de una chaqueta. 

La siguiente prenda que nos preparará mentalmente para el día de teletrabajo serán los zapatos. Aunque nadie en principio los vaya a ver, vestir un zapato alejado de las zapatillas de casa o, incluso, de unas cómodas zapatillas de paseo es recomendable. Que nadie me malinterprete. No se trata de vestir los oxfords de cordones que vestiríamos con traje, pero sí un zapato que nos recuerde que estamos en casa, pero en horario laboral. Por ejemplo, unos mocasines desestructurados, además de ser elegantes son francamente cómodos y suficientemente vestidos para vestir los pies durante dicho horario. 

Aunque con los meses que tenemos por delante ya no será necesario, en invierno aún estando en casa se agradece una prenda de abrigo sobre la camisa. Sabiendo que las sudaderas son cómodas, pero no aptas para responder a una llamada no programada, los jerséis o, incluso mejor, los chalecos o los cárdigan parecen ser la alternativa más confortable con la que sentarnos delante de la mesa de trabajo. De haber escogido la camisa en un azul claro y el cárdigan en azul marino habremos conseguido además de una combinación cómoda también una acertada. Los chalecos, por su parte, tienen ese plus de añadir una enorme comodidad y libertad de movimientos, más si se trata de interactuar con un teclado o con un folio y una pluma. 

Si bien el siempre elegante Gay Talese no afronta desde su casa ninguna jornada de trabajo sin su traje y corbata, es entendible que de no tener esa elegancia innata ambos se queden en el armario hasta que toque enfrentar una reunión presencial. Si pudiera resultarnos forzado vestir de chaqueta en casa, algo comprensible, en España tenemos la enorme suerte de contar con la Teba, prenda de enorme comodidad y ligereza. Si se prefiere, siempre se puede optar por las conocidas “overshirts”, hoy, además, más de moda que nunca. Sin sustituir a la chaqueta, visten más que solo la camisa, mandando un mensaje en las video call de estar vestidos para la ocasión. Estas, al igual que la misma Teba, se pueden vestir desabotonadas con un mensaje de relajamiento o abotonada si se busca el efecto contrario. 

Los pantalones difícilmente se verán, pero al igual que con los zapatos, debemos buscar que sean cómodos pues van a acompañarnos todo el día. Vestidos torso y pies parece natural que el pantalón combine con ambos. Los chinos, y por qué no también los vaqueros con corte chino, resultan posibilidades acertadas. Sobra decir que ni los estrechos de cintura ni los tipo pitillo parecen buenas opciones pues con el paso de las horas sobre la silla terminarán incordiando. 

Se prefiera un estilo más relajado o más formal parece conveniente que de trabajar desde casa se vistiera con cierto decoro y teniendo en cuenta que no estamos en casa con los amigos compartiendo risas y cervezas. Además, nuestros interlocutores se merecen siempre nuestro respeto; y la ropa muchas veces no es más que eso: una muestra de respeto con aquellos que compartimos nuestro tiempo. 

El Aristócrata

LO MEJOR DE WATCHES & WONDERS

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Como los amantes de los relojes saben, del 7 al 13 de este mes se celebró digitalmente el gran evento del año. Con Baselworld tocada de muerte tras la salida de varias marcas, Watches and Wonders, antes SIHH, se ha posicionado como la feria de referencia del sector. 

38 marcas utilizaron estos días para presentar sus principales novedades. Junto a las marcas de la casa Richemont, las casas independientes de Carré des Horlogers, y las principales del grupo LVMH (Hublot, Bulgari, TAG Heuer, Zenith y Louis Vuitton), también estuvieron otras que abandonaron Baselworld como Rolex, Patek Philippe, Chopard, Chanel o Tudor. No estuvieron, por el contrario, las del grupo Swatch ni otras tan representativas y queridas como Audemars Piguet o Richard Mille. 

En total treinta ocho marcas  - Lange & Söhne, Arnold & Son, Baume & Mercier, Bvlgari, Carl f. Bucherer, Cartier, Chanel, Chopard, Chronoswiss, Corum, Ferdinand Berthoud, Greubel Forsey, H. Moser & Cie., Hermès, Hublot, Iwc Schaffhausen, Jaeger-LeCoultre, Louis Moinet, Louis Vuitton, Maurice Lacroix, Montblanc, Nomos Glashütte, Oris, Panerai, Patek Philippe, Piaget, Purnell, Rebellion Timepieces, Ressence, Roger Dubuis, Rolex, Speake-Marin, TAG Heuer, Trilobe, Tudor, Ulysse Nardin, Vacheron Constantin y Zenith – que posicionan Watches & Wonders como el encuentro más importante relojero del año.

Y entre todas ellas, he escogido cinco relojes o, mejor dicho, cinco movimientos, que a mi parecer fueron verdaderamente notables:

1-Reverso Hybris Mechanica Calibre 185 de Jaeger-LeCoultre


Rara es la ocasión en que el aparecer en esta página en primer lugar supone ser mejor que el segundo. Sin embargo, en esta ocasión hay que reconocer que JlC se lo merece, claramente se ha salido. Nada de lo presentado puede aproximarse, ni de lejos, a este lanzamiento. 

Con motivo del 90 aniversario del mítico Reverso, JlC ha lanzado el movimiento más complicado hasta ahora visto en su famosa caja rectangular. Si en la mayoría de los Reversos son dos caras las que albergan los movimiento, en esta ocasión han sido cuatro en las que se han alojado nada más ni nada menos que once complicaciones. Si podemos apreciar un tourbillion y un calendario perpetuo en la primera cara, en la segunda aparece una increíble sonería con notas graves para el número de horas, combinación de notas graves y agudas para los cuartos de hora y una sucesión de notas agudas para indicar el número de minutos que se sumarán a los cuartos transcurridos. En la tercera vemos tres fases lunares: el ciclo sinódico, el ciclo dracónico y el ciclo anómalo, algo que permite hasta determinar eclipses, solares y lunares, y fenómenos lunares tan poco corrientes como las superlunas. El que las fases lunares del Quadriptyque necesiten únicamente un ajuste cada 1111 años convierte a este reloj en el único jamás fabricado con semejante información sobre los fenómenos astronómicos. En la cuarta cara, la tapa trasera, se muestra una representación de las fases lunares en el hemisferio sur. 

Todo esto en una caja solo 51 mm por 31 mm por 15 mm. Cierto que su precio, 1,35 millones de euros, podría parecer una locura, pero os animo a curiosear los precios que por otros relojes, con muchas menos complicaciones, se está pagando. ¡Todo un golpe en la mesa de autoridad por parte de una de las verdaderas manufacturas que hoy siguen existiendo!

2-Vacheron Constantin Les Cabinotiers Armillary tourbillon calendario perpetuo ‘Planetaria’

Las aportaciones de Vacheron a la historia de la relojería son innumerables. No obstante, quizás por lo que más ha destacado esta casa haya sido por la interpretación del cosmos que hace a través de sus mecanismos. De hecho, el famoso dicho de que la relojería es la hija de la astronomía ha sido siempre una máxima en la casa fundada en 1755. 

Con 745 piezas, cuatro años de desarrollo, el movimiento muestra la fase lunar tanto del hemisferio norte como la del hemisferio sur, un calendario perpetuo de salto retrógrado regulado por un tourbillon de doble eje y complementado con una representación tridimensional de dichos hemisferios, hemisferios donde se puede apreciar cuando es de día y cuando de noche. Todo esto consigue unos precisos cálculos astronómicos del ciclo de los días, las estaciones, las fases de la luna y las constelaciones del cielo. Según indica la casa, algo verdaderamente a destacar es su resorte en la espiral cilíndrica y el volante. Algo inventado en 1814 por Jacques-Frédéric Houriet y que mejora el ritmo del tourbillon aportando un perfecto isocronismo con 18,000 alternancias y 65 horas de reserva de marcha. El escape de la pieza cuenta con espiral de silicio y áncora de diamante para reducir la fricción y eliminar la necesidad de lubricación.

A pesar del esfuerzo puesto en esta pieza, Vacheron afirma que no se fabricará ningún otro reloj igual. A quien lo quiera se le podrá fabricar uno parecido, pero nunca idéntico. Como única pega indicar su diámetro generoso de 46mm no es apto ni para todas las muñecas ni para todos los gustos. 

3-Lange & Söhne Zeitwerk Repetición de Minutos 

Probablemente haya habido algún otro reloj que mereciese este puesto, sin embargo, todos conocéis mi debilidad por la casa alemana y, más concretamente, por su referencia 1; una pieza que no debería faltar en ninguna buena colección. Y aunque también este año hubo nuevos modelos de dicha referencia, es, por el contario, el Zeitwerk repetición de minutos el más espectacular de todos los presentados; este ya en 2020. 

Resulta francamente curiosos como con un reloj mecánico Lange ha conseguido, utilizando un movimiento de números saltantes, un reloj con gran parecido a un reloj digital. No obstante, es la complicación de la repetición de minutos decimales haciendo sonar las horas con una señal acústica grave, los diez minutos con una doble y los minutos con una aguda, lo verdaderamente destacable. Todo ello con una perfecta sincronización entre lo que marcan los discos y lo que está sonando.

Con solo 30 ejemplares a un precio de 449.000€, difícil será poderlo disfrutar en vivo. Como pega apuntar que la energía que consume para mover los grandes discos de las horas y los minutos reduce su autonomía a un máximo de 36 horas. Otra pega es que la sonería no se activará si la autonomía del reloj es inferior a 12 horas. 

4-Patek Philippe Calendario perpetuo referencia 5236P-001

Hablar de cualquier lista de innovaciones relojeras sin que esté presente Patek la dejaría probablemente sin valor alguno. Patek, tanto ayer como hoy, sigue siendo el espejo al que debe mirarse cualquier marcar que busque hacerse un hueco en el mundo de las complicaciones. Ninguna otra marca alberga tantas patentes en su haber, y de semejante complicación, como la más mítica casa relojera fundada en 1839. 

Nada o muy poco queda a Patek por inventar. Concretamente con el lanzamiento de este reloj la manufactura ginebrina apunta tres nuevas patentes. Si bien calendarios perpetuos son ya muchas casas las que los realizan, Patek lo lleva haciendo desde 1925. Y el 5236P-001 no es otro más. Su diferencia, y complicación, radica en un movimiento de cuerda automática con un sistema de indicación de la fecha en una sola línea por medio de cuatro discos, algo que ayuda a una lectura rápida y fácil. Los que tengan o hayan visto un reloj con calendario perpetuo estarán conmigo que en la mayoría de las ocasiones se requiere de algunos segundos para adivinar en qué día, mes y año se está, además, todo sea dicho, de una vista privilegiada. Si como vimos en el Lange & Söhne Zeitwerk Repetición de Minutos, el contar con unos discos tan grandes tenía un impacto directo en la duración de la reserva de marcha, Patek ofrece los suyos, pero con un consumo mínimo de energía, llegando su reserva hasta las 48 horas. Para ello ha tenido que añadir cuatro discos y 118 componentes más que en su calendario perpetuo estándar. 

El día, la fecha y el mes son acompañados por dos ventanillas, una a las 4 h para los años bisiestos y la otra a las 8 h para la indicación día/noche. Los amantes de las fases lunares podrán disfrutar de estas en ventanilla en el centro del segundero a las 6 h. Otra de las cosas en las que siempre acierta Patek es en ocultar los pulsadores en la caja reduciendo el volumen del reloj y dándole un aspecto de mucho más limpio. Aún así su diámetro asciende a los 41mm, una medida bastante contenida para los tiempos que corren. Si se tiene en cuenta todo el conocimiento de generaciones y generaciones fabricando los mejores calendarios perpetuos del mundo, el precio de 114.000€ no parece desorbitado; menos todavía si como dice su famoso eslogan hay muchas generaciones por delante por disfrutar de él. 

5-IWC Big Pilot’s Shock Absorber XPL

Aunque IWC tiene mecanismos manufactura, como casa no se la puede calificar como tal. De hecho, uno de sus modelos más emblemáticos, el Portuguese, monta en sus modelos más corrientes el calibre Valjoux 7750; probablemente algo modificado, pero un Valjoux al fin y al cabo, el mismo calibre que llevan relojes diez veces más baratos.

Dicho esto, también es cierto que como marca tienen el conocimiento, y desde hace años también las ganas, para remangarse y sacar al mercado cosas verdaderamente interesantes. Y hoy aquí el ejemplo. El IWC Big Pilot’s Shock Absorber XPL lleva uno de los sistemas anti choque de aceleración más sofisticados y probados del mercado; de ahí que no sorprenda el que les haya llevado ocho años su desarrollo. 

Según indican desde la marca, este reloj puede aguantar fuerzas de más de 30.000G o, dicho de otra manera, un cuerpo humano en una montaña rusa en un giro en forma de O aguanta una aceleración de 3 o 4 G. Recordemos que es muy poco probable que una  persona aguante una fuerza de 10 G más de uno o dos minutos. La caja de cerámica y titanio es una de las señas de identidad de la casa de Schaffhausen. 

Como parece ser que será lo habitual de ahora en adelante, también IWC ha anunciado que solo hará diez unidades al año de este modelo. La acertada estrategia de marketing de Rolex con su Daytona, Audemars Piguet con su Royal Oak o Patek Philippe con su Nautilus, con una producción a cuentagotas, está creando alrededor de unas determinadas referencias una demanda muy superior a la oferta, algo que eleva a la categoría de “mitos” ciertos relojes. En el caso de este IWC, con un precio contenido de 75.000€ seguro que también será uno de esos relojes que para hacerse con él tocará apuntarse a una lista de espera. 

PD En el video de la semana podéis ver el resto de los grandes lanzamientos

El Aristócrata

SASTRERÍA FRANCESA vs SASTRERÍA ESPAÑOLA

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Si de la sastrería inglesa e italiana hemos hablado largo y tendido en este blog, no así tanto como la española y, si cabe, menos todavía de la francesa, hoy más reconocida que nunca. 

La sastrería francesa, a medio camino entre Inglaterra e Italia, en los últimos años, ha conseguido proyectar hacia fuera rasgos de su tradición sastrera, en particular a través de la labor de sastres de gran nombre como Cifonelli o Camps de Luca. Concretamente estas dos casas han sabido, como pocas, utilizar las redes sociales para darse a conocer mundialmente, algo a las que las españolas se sumaron más tarde y sin consenso previo. 

Hasta bien recuperados Reino Unido e Inglaterra de la II Guerra Mundial, Francia fue el país que marcó los derroteros, no solo de la moda de alta costura, sino también de la costura de hombre. Las mejores sastrerías y camiserías internacionales tuvieron un local abierto en la ciudad del Sena. Pasaron los años y con Reino Unido e Italia recuperados solo la costura de mujer permaneció en París, volviendo la “alta costura de hombre” a sus países de origen. Quizás por ello podemos afirmar que Francia no es hoy un país de referencia de buen vestir, al menos en lo referente al vestir masculino. 

El hombre francés viste bien, pero en términos de estilo masculino resulta difícil identificar unas figuras claras o rasgos globales típicos como los que se suelen atribuir a la sastrería italiana o a inglesa. Como pasa con la sastrería española, la francesa cuenta con profesionales excelentes y de gran prestigio, pero al no haber creado históricamente un estilo propio ha tenido que crecer entre los dos grandes países de referencia, vivir a su sombra e inventarse un estilo con el que definir su sastrería. 

Este estilo está influenciado en cada sastrería por uno más británico o italiano. Lo que sí ha conseguido la sastrería francesa es que, sin un estilo claramente propio, ha sabido inventar detalles que ha incorporado a sus trajes y que ha vendido al exterior como propios. Por ejemplo, el hombro diseñado por la célebre sastrería Cifonelli, con su sisa muy alta, orientada hacia dentro, dejando más espacio en la espalda para la comodidad de los hombros y la libertad de movimientos de los brazos, es asimilado hoy ya a toda la sastrería francesa.  

Otro detalle que hoy se considera propiedad de la sastrería francesa es el cran de solapa que los sastres parisinos han ido desarrollando a partir del diseño de Joseph Camps. Español originario de Vic, provincia de Barcelona, Joseph Camps se estableció en Francia después del final de la segunda guerra mundial, siendo desde entonces uno de los sastres más influyentes del país. En 1969, se asocia con Mario de Luca, sastre de origen italiano, para crear Camps de Luca que, hoy en día, sigue siendo una de las mejores sastrerías de París y, seguramente, de todo el mundo. 

Este cran diseñado Joseph Camps, y al cual se suele llamar “cran parisien”, es un cran sport para chaquetas rectas, pero con una forma basada en un cran de chaqueta cruzada. Es decir, la línea de separación entre la parte del cuello y la parte de la solapa no es recta como ocurre en el cran sport clásico, sino que parte de un punto más arriba en el cuello. Popularizado por Camps, casi todos los sastres parisinos crearon entonces su propia versión usando esta base, jugando con el largo de cada lado del cran, el ángulo de apertura y/o la profundidad del cran. Así fue el caso de sastres como Henri Urban, Gabriel Gonzalez, Claude Rousseau o Francesco Smalto, que salieron del taller de Camps de Luca para establecer sus propias sastrerías. 

También las famosas Maisons Lanvin o Arnys - hoy Berluti -, Max Evzeline, André Guilson (que dedicó muchos esfuerzos en desarrollar la escuela de formación de sastres en Paris) o Jo Kergoat siguieron la tendencia. La nueva generación de sastres artesanos, Maison Sirven, Maison Brano, Kenjiro Suzuki, Maison Pen o Ardentes Clipei, apostaron por mantener estos detalles y seguir expandiendo por medio mundo la idea de la existencia de una sastrería francesa. La idea de algo propio sigue siendo incluso hoy imposible de pensar en la sastrería española, empeñada en defender las características de cada sastrería, pero no como nota común de todas ellas, impidiendo esto que la sastrería española vuele más allá de nuestras fronteras.  

Es tal la idea, o necesidad, de la sastrería francesa de crear un estilo que permita compararse con la sastrería napolitana o inglesa, que incluso en la sastrería industrial es frecuente ver todos estos detalles. Este cran se aprecia en los trajes de muchas personalidades francesas, políticos, actores o altos directivos de la industria francesa, como también de personalidades de países africanos que han guardado la costumbre de seguir yendo a París a encargar sus trajes.

Son estas características, visibles, que no llamativas, las que permiten hablar de un cierto estilo francés. Este se puede definirse como una búsqueda del corte perfecto, afinando la figura sin perder confort y marcando su estilo en unos pocos puntos concretos claramente apreciables. El resto difiere del sastre que se haya escogido, aunque por lo general es frecuente ver una clara influencia de guiños tanto ingleses como italianos, de hecho, por ejemplo, algo tan particular como suele ser el ojal de la solapa en la francesa se apuesta casi siempre por el tipo "milanese".

Y España, mientras tanto, qué. Hablar de sastrería española es, si cabe, más difícil que hacerlo de la propia sastrería francesa. Al contrario de lo que ha ocurrido históricamente con los sastres napolitanos o londinenses, nuestros sastres no han tenido sentimiento de pertenencia a un grupo. Cada uno de ellos ha desarrollado su propia forma de trabajar sin prestar una gran atención a un estilo español que de alguna manera identificara la procedencia de su trabajo. Igualmente, en el sastre español ha primado más la elegancia atemporal que el estilo de sus creaciones. 

Cierto que cada sastre tiene su manera de trabajar e incluyen detalles en sus prendas que pueden, en un momento dado, diferenciar su trabajo de el de sus compañeros internacionales. Sin embargo, difícil sería de ver un traje artesanal español fuera de nuestras fronteras afirmar con seguridad que es español como si se podría hacer de ver uno napolitano o incluso inglés. 

Aunque siempre con excepciones, el sastre español busca más la perfección de líneas o el corte correcto frente al estilo de sus creaciones. Su concepto de estilo va muy unido a lo elegante que queda su cliente con su traje o abrigo. Su gusto evoluciona conforme lo hace el de este, quien es en último lugar quien anima al sastre a probar cortes o detalles nuevos. Nuestro sastre prefiere centrarse en su trabajo que salir a buscar inspiración fuera de su sastrería en ferias, publicaciones o en la propia internet. Aunque las cosas están cambiando, la sastrería española, a pesar de que pocos sastres lo reconozcan, sigue más cerca de la británica que de la más desenfadada italiana. Son trajes de correctas proporciones, de tejidos todavía algo pesados, relativamente armados y donde prima el que la prenda no haga arrugas a que transmita emoción en movimiento. Son trajes que se cosen para la foto, pero no trajes, en la mayoría de los casos, con duende. Obviamente, esto esta motivado en gran parte por el tipo de cliente, un cliente, el español, que raramente arriesga en estampados, tejidos, colores o tipo de corte. En definitiva, un cliente bastante más clásico que el de las sastrerías punteras italianas. 

La sastrería española experimenta hoy una evolución similar a la inglesa. Si bien la sastrería napolitana prácticamente desde sus comienzos ha mantenido la misma idea de lo que debería transmitir un traje, la española e inglesa están en pleno proceso de adaptación a los nuevos tiempos. Si cogiéramos prendas de sastres recientes, pero ya jubilados o desaparecidos como los hermanos Mogrovejo, Antonio Collado, Pedro Muñoz, Hilario Casado, etc. nos deleitaríamos con modelos de prendas que hoy ya no se ven, pero también comprobaríamos el poco uso que hoy se les podría dar. Prendas increíbles pero pesadas - tejidos de peso superior a los 340 gramos -, armadas, con prominentes hombreras, entretelas gruesas, excesivamente cosido y agarrotado, etc. Todo en pos de un traje prácticamente indestructible pero cercano al traje regimental británico. Hoy, por el contrario, mirándose en la sastrería italiana y más concretamente en la napolitana, la sastrería española busca prendas más frescas, más sueltas, con un toque “chic” y, sobre todo, acordes a la nueva climatología y a lo que la juventud reclama. Estúdiese una chaqueta de verano de un sastre de prestigio español y observaremos una terminación muy similar a la de una chaqueta a medida napolitana. 

Dejando de lado al ojo profesional y el más entendido, difícil es adivinar el sastre español que está detrás de ese traje o abrigo que puede llamar la atención en la calle. No hay notas tan características como sí lo hay en ciertas sastrerías napolitanas, londinenses o parisinas para intuir fácilmente quién lo ha cosido. Solapas con forma arqueada y redondeadas, mangas con reborde, cantos abiertos, cosido suelto y ojales con forma de lágrima son algunos de esos detalles que podrían ayudarnos a identificar la procedencia de la prenda. 

Dicho todo esto, si bien todavía es difícil hablar de un estilo claramente español, no lo es hacerlo de algo que diferencia a los mejores sastres españoles: su cuidada mano de obra. Esta es de una gran calidad, en algunos casos tan buena como la que más internacional, y muchos detalles que en sastrerías conocidas inglesas se rematan a máquina en España se hacen a mano. Basta coger una prenda de fuera de nuestras fronteras y ver su rematado, tanto de fuera como de dentro, para apreciar y dar valor a nuestra mejor sastrería nacional. Igualmente, de desmontar la prenda se observaría que las partes que quedan ocultas han sido tratadas de manera más cuidada que en muchas sastrerías admiradas a nivel mundial.  

Una lástima que nuestros sastres no hayan visto la importancia de internet y de las redes sociales para dar a conocer su trabajo. Para ejemplo, lo complicadísimo que resulta encontrar en internet fotos de prendas elaboradas por ellos. Pensemos también por un segundo en Reventún, Alonso o Calvo de Mora, claramente tres de los mejores sastres de España y me atrevería a decir de Europa. ¿Por qué mereciéndoselo no están en la lista de visita de los clientes de sastrería internacional? Sencillamente, porque aún habiendo hecho méritos de sobra con su aguja no son suficientemente conocidos. Y esto en cambio los sastres franceses lo vieron enseguida y para evitar quedarse rezagados de sus compañeros británicos e italianos decidieron hacer una apuesta clara por darse a conocer internacionalmente.

Si tener una de las celebres chaquetas safari de Cifonelli debería ser algo casi obligatorio para el amante de las cosas únicas, el disfrutar de un esmoquin de Manuel Calvo de Mora, más si se es español, debería estar en los primeros puestos de la lista de deseos. 

El Aristócrata

10 CLAVES PARA COMBINAR CAMISAS Y CORBATAS

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De locos parece seguir escribiendo de la corbata, pero de escaso gusto de vestir un traje sin ella. Por ello, esta semana queremos dar 10 consejos prácticos para seguir disfrutando del placer de anudarse una corbata. 

Una de las ventajas que tiene el hombre frente a la mujer es que cambiando de camisa y corbata puede aparentar vestir un conjunto diferente aun cuando haya escogido el mismo traje que el día anterior. Vestir tanto traje azul marino y gris obliga a agudizar el ingenio en la elección de camisa y corbata para evitar aparentar vestir siempre igual. Y en esa elección se aplican unas pautas básicas:

1.Primero elige el traje, luego la camisa, después la corbata y finalmente el pañuelo de bolsillo. El traje marcará el color y diseño de la camisa, está la de la corbata, y todos en su conjunto el del pañuelo de bolsillo.

2.Busca cierto contraste en los colores. Para ello prescíndase de repetir los colores de la camisa en la corbata o, de hacerlo, intentar que el color predominante en la camisa no sea el protagonista en la corbata. Es decir, si la camisa tiene franjas granates, escójase una corbata con algún motivo en este tono, pero asegurándose siempre de que el color principal de la corbata sea diferente, y además sea más oscuro.

3.Evítense las camisas a rayas con corbatas a rayas. Solo es recomendable si las líneas de ambas prendas son de un tamaño y diseño diferente daremos con un interesante efecto óptico.

4.Elíjase un diseño para la camisa y otro para la corbata. Asegurarse de que el diseño de cada prenda es de una escala similar ayuda a no equivocarse en la elección. Por ejemplo, si se quiere combinar una camisa de fuertes rayas hágase con una corbata de marcados lunares.

5.Cuidado con los estampados marcados. Los estampados en la camisa con demasiada personalidad, como las rayas anchas y marcadas, pueden traducirse en conjuntos demasiado recargados. Para ellos siempre más seguro las corbatas lisas. Y con una corbata con grandes y coloridos diseños tipo paisley mejor una camisa lisa y sin diseño alguno.

6.Lo más seguro: la camisa y corbata lisa. Aunque es algo aburrido puede ser una alternativa difícil de batir.

7.Los tonos de las prendas van de dentro a fuera de más claro a más oscuro. Por ejemplo, la combinación de una camisa azul pálida, una corbata verde botella y un traje azul marino da como resultado un conjunto más armónico que el formado por una camisa azul oscura combinada con una corbata amarilla pálida y un traje gris marengo.

8.Las camisas de cuadros son para el campo. Lo mismo aplica a las corbatas de lana.

9.El nudo de la corbata debe cubrir el espacio que dejan los picos de la camisa. 

10.Si bien todas estas claves ayudan a la hora de escoger la mejor combinación de camisa y corbata, el gusto de quien las elige y ese primer flechazo al ver la corbata superpuesta sobre la camisa suele ser la mejor consejera.

El Aristócrata

ZAPATOS PARA EL VERANO: DE GOMMINOS, ALPARGATAS Y MOCASINES

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En plena primavera, los calcetines empiezan a sobrar. Cierto que aquí en Madrid el calor ha tardado en aparecer, pero de acertar las previsiones las lluvias y las temperaturas templadas nos dejarán ya en los próximos días. El calor llega para quedarse.

No es fácil encontrar zapatos de vestir más frescos que los de invierno. Bien se merecen un paréntesis los zapatos de rejilla que los zapateros artesanales austriacos llevan elaborando manualmente durante años. Sin embargo, y a pesar del grado de artesanía empleado en los mismos, estos modelos no son del agrado de todos nosotros; al menos a mi personalmente no me terminan de convencer y menos en una vestimenta de traje. Cierto que los calcetines de algodón de verano son bastante más livianos que los de lana de invierno, aunque seguramente no lo suficiente como para sentir un gran alivio al llegar a casa. De hecho, cambiar el Oxford por un mocasín de piel y menos armado parece ser una de las primeras cosas a hacer al llegar a ella. 

Toca, igualmente, reconocer que, aunque también hay sandalias donde se ha puesto un gran cariño y destreza, y con seguridad su frescura estará garantizada, no son tampoco un zapato del gusto de muchos nosotros. Las alpargatas, un zapato muy nuestro, es perfecto para los momentos más relajados del día y, seguramente, la mejor opción para los días de gran calor y relax. No obstante, aunque nuestras queridas alpargatas se confeccionen hoy con increíbles bordados y terminaciones de lo más interesantes no dejan de representar al zapato más informal del verano. 

Otro rápido paréntesis aquí para animar a aquellos que se dejan llevar por el marketing o la “marquitis” a que apuesten por las alpargatas españolas de “toda la vida” y no caigan en la tentación de hacerse con modelos que parecen haber sido fabricados lejos de nuestras fronteras. Muy probablemente también esas alpargatas habrán salido de alguna de nuestras fábricas del País Vasco, Murcia o de la Rioja. Además, una alpargata es, y así creo que debería seguir siendo, una alpargata, es decir, un calzado de gran sencillez, con una loneta y su característica suela de esparto, elaborado a mano y sin mayores pretensiones. Es decir, carece de sentido pagar por ellas lo que hoy empieza a ser norma. Si a alguien le interesa aquí dejo un link con una reflexión que escribí hace tres años sobre los productos más famosos que se fabrican en España y que pudiéramos no ser conscientes.

Con todo ello presente, no resulta del todo sencillo encontrar un zapato para vestir en el tiempo libre y que aúne comodidad, frescura, cierta elegancia y que sea relativamente vestido. Quizás uno de los pocos que podría darnos todo ello sería el tipo gommino o, también, los mocasines de piel blanda. Los gominnos tienen la particularidad de contar con pelotas de goma – conocidas como gomminos - en la suela, algo que no los hace aptos para todos los públicos. Algunos podrán achacarles que no son particularmente cómodos y otros que su uso intensivo pudiera terminar desgastando dichos tacos de goma y hacer a zapato inservible. 

Como usuario de ellos no he llegado nunca a desgastarlos tanto como para no poderlos usar – cierto que tampoco es que los maltrate mucho -. Respecto a la comodidad, requieren acostumbrarse a ellos ya que al no pisar con la totalidad de la planta del pie pudieran no resultar los mocasines más cómodos. No obstante, a quienes no les gusten los gomminos pueden encontrar este mismo zapato con suela estándar. Aunque no resulta difícil acostumbrarse a su pisada, en lo que todos los que los vestimos estamos de acuerdo es en que a pesar de haber podido nacer para acompañar a los pies de los conductores, no son, ni de lejos, la mejor opción para ello al no poder tener fijado el pie ni al suelo ni poder pisar con seguridad los pedales.

La mayoría de los gomminos son muy parecidos, si bien se pueden encontrar modelos donde un cordón hace de lazadera para ajustarlo, otros sin él y otros con algún adorno metálico a la altura del empeine. Y como siempre, también en los gomminos menos es más. En cuanto a las pieles, las opciones son igual de variadas. Desde las más cómodas de nobuk o ante hasta las más vestidas de piel. Si bien efectivamente los gomminos de piel pudieran resultar más elegantes que los de ante, es el color del zapato el que verdaderamente determina el uso de uno y otro zapato. 

Además de los gomminos encontramos otros zapatos con corte de mocasín de fina piel que básicamente actúan como un guante para el pie. Su elaboración es bastante más sencilla, así como su aspecto. Seguro que todos recordareis, y hasta vistáis, los mocasines internacionalmente famosos de Jesús Canovas, mocasines vestidos desde por Julio Iglesias hasta por Favio Briatore o George Clooney. Este tipo de mocasín, no solo los del zapatero ilicitano, destaca por su enorme ligereza y su piel extrafina lo que los acercan más a una alpargata que a un zapato mínimamente armado. 

Se prefiera la alpargata, el mocasín tipo guante o el gommino parece recomendable antes de optar por uno u otro saber donde se va a vestir. Dicho esto, los tres modelos son perfectamente válidos y, lo que es más importante, totalmente compatibles. Y para terminar una recomendación: si su piel es especialmente sensible pudieran sus suelas, las de los tres modelos tratados, resultarles algo abrasivas por lo que preste atención a tanto a la suela como a la plantilla. Esto es especialmente importante en esas alpargatas donde el pie está en contacto directo con el esparto. 

El Aristócrata

BESPOKE XCIV: THE BESPOKE SHOE MAKING PROCESS

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En marzo de 2014 hacíamos una introducción al zapato a medida. Hoy contamos en detalle todo el proceso.

El encargar un par de zapatos a medida suele deberse a unas inquietudes sartoriales análogas a aquellas que pueden llevar a vestir de sastre. A pesar de implicar cuestiones muy similares que vestir a medida, como el gusto por lo artesanal y una sensibilidad hacia las cosas bellas, poco tiene que ver el zapato con el traje a medida.

Mientras que tanto sastre como zapatero se adaptarán a nuestra fisonomía y postura para tener el mejor aspecto posible, el zapatero, llegado el caso, puede tener que incluso corregir defectos en nuestra pisada, implicando cuestiones estructurales que no se dan en sastrería. Conseguir un ajuste perfecto desde el principio es además clave, ya que un zapato a medida a diferencia de un traje no puede modificarse. Un zapato que ajuste mal tiene que volver a fabricarse desde cero

El proceso de un zapato bespoke comienza con la toma de medidas y se termina con el producto final. Es el cómo está hecho, quién lo ha manufacturado y los procesos internos de cada casa lo que determina el resultado final. Durante la toma de medidas no se recogen únicamente unos números relativos al tamaño del pie, sino que se tienen en cuenta otros elementos. No es lo mismo un pie graso y poco sensible que uno huesudo. El primero fácilmente puede introducirse en un zapato relativamente prieto sin complicaciones, mientras que un zapato en un pie huesudo resultará doloroso debido a la mayor exposición de partes sensibles. 

También hay elementos dolorosos, pies planos o tobillos colapsados entre una plétora de cuestiones que el artesano ha de tener en cuenta. Esto ha de procesarse y adaptarse además a los gustos del cliente tratando de conseguir un equilibrio entre lo que el cliente quiere y lo que se puede conseguir; cosas a menudo enfrentadas. Es habitual quien quiere un zapato de envidiable esbeltez pero que tiene un pie que en ningún caso permitirá semejante proporción. 

Para ser zapatero hay que ser también escultor. Un buen zapatero es quien toma las medidas y quien también esculpe en madera la horma - el bloque de madera que representa no solo el pie del cliente sino sus gustos en forma de silueta - para asegurarse de que el ajuste sea perfecto. Esto equivale a ser medido por quien va a cortar el traje. No son solo números, sino que se conoce al cliente, qué le gusta y cómo le gusta, siendo esto de elevadísima importancia. Un ordenador o un escáner 3D puede tener absoluta precisión, pero no entienden de huesos, gustos, ni tienen concepto de esbeltez en la proporción. Esto hace que la mejor forma de esculpir una horma para un zapato a medida sea usando las manos, un cuchillo y mucha paciencia.

Una vez se ha esculpido la horma, se hace un zapato de prueba. Este zapato de prueba está hecho en cuero desechado de la fabricación habitual y lleva suela de corcho. Al ser exactamente el mismo cuero, aunque con defectos superficiales, se obtiene una idea perfecta de cómo va a comportarse el zapato final en el pie del cliente, teniendo en cuenta cuestiones como puntos de tensión en las costuras o partes del animal empleadas. El zapato de prueba permite, lógicamente, comprobar el ajuste de la horma y cómo de cerca se está en relación con lo que busca el cliente. Se suele cortar para poder observar como calza el pie en el interior y así refinar la horma, añadiendo o reduciendo cuanto sea necesario. En las mejores casas se harán tantos zapatos de prueba como hagan falta hasta que el cliente esté totalmente satisfecho, repitiendo este paso un número indefinido de veces.

Una vez está la horma finalizada, se fabrica un zapato completo también con cuero desechado. Pero esta vez, en vez de una suela de corcho, se utiliza una de goma. El cliente utilizará este zapato varios días o semanas para poder tener una idea exacta del calce del zapato, pero, sobre todo, la evolución de este, ya que, siendo el cuero un material flexible, evoluciona cuanto más se utiliza. De ser esta última prueba satisfactoria, se procederá a hacer el zapato final. 

Desde la toma de medidas hasta que este zapato está terminado, se puede llegar a tardar hasta de dos años debido a que nada se externaliza, siendo este otro elemento importante de la casa. Todo el zapato está hecho por un equipo de al menos cuatro artesanos supervisados por quien ha tomado las medidas y hecho la horma siempre atendiendo a los más altos estándares y refinamiento. De esa manera hay total seguridad de que el cliente está recibiendo exactamente lo que pidió.

Una vez el zapato se ha terminado, se envía al cliente para que pueda “domarlo”, y tras unas semanas de uso se enviará de vuelta a la casa para fabricar los pernitos, también enteramente artesanales. La razón de esto se debe a que el zapato, una vez utilizado, no tendrá nunca la forma de la horma original, y de estar hecho el pernito a partir de la horma no estirará el zapato adecuadamente. Al fabricarse enteramente a medida y a mano, los pernitos pueden también personalizarse a gusto del cliente, pudiendo tintarlos de numerosos colores, hacerlos en tres piezas, con bisagra o numerados para que siempre estén en el zapato adecuado.

El tiempo desde que se encarga el zapato hasta que uno puede disfrutarlo en los pies es elevado, reflejando las 60 horas de trabajo que llevan un buen par de zapatos bespoke, numerosas pruebas y años de experiencia. Los procesos hasta llegar aquí se hacen, a excepción del cosido de las piezas de cuero que conforman el exterior del zapato, enteramente a mano, utilizándose solo herramientas básicas y pericia, sin que haya ninguna máquina implicada en ningún momento. 

Lo que uno obtiene a cambio de mucha paciencia, y un importante desembolso, no es otra cosa que un zapato en el que se han cuidado absolutamente todos los detalles, en el que el tacón seguirá a la perfección la línea marcada por el talón en todos sus planos, formado por finos estratos lijados hasta alcanzar una completa horizontalidad, unidos entre sí por una mezcla de pegamento, clavos de madera, y clavos metálicos. El cuero tendrá puntadas de refuerzo en las que el hilo ha sido trenzado a mano, las hebillas del zapato de hebilla se habrán buscado expresamente según el gusto del cliente e incluso es posible que se hayan añadido alzas interiores para dar unos centímetros de más al portador, o para corregir una diferencia en la longitud de las piernas.

Los materiales utilizados serán exactamente los que el cliente pida: No hay cuero imposible ni forro que se niegue. Aquello que se quiera se consigue, sea piel de antílope africano, de jabalí, etc. Habrá forros de chinchilla, pelo de conejo o colores tintados a mano para conseguir ese ansiado zapato negro que muestre reflejos burdeos o morados cuando le dé el sol con intensidad.

Muy populares son los diseños hechos con clavos de latón de diverso grosor en la cintura, permitiendo llevar iniciales, fechas o dibujos completos. También lo son los diseños a medida del brogueado, perforaciones con las iniciales de los hijos, las propias, o un diseño personalizado propio del cliente. La elección de todos y cada uno de los elementos que conforman el zapato, tanto estéticos como estructurales será aquello que el cliente pida. También quedará siempre la posibilidad de encomendarse al artesano. 

El Aristócrata

LA ETIQUETA DEL CIGARRO

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“Unos fuman, otros beben, otros se drogan y otros se enamoran…cada uno se mata a su manera”. Los que disfrutan fumando cigarros seguro que pueden defender su afición con no pocos buenos momentos vividos.

Hace ya más de 50 años, Zino Davidoff escribió su famoso libro " The Connoisseur's Book of the Cigar", libro de apenas 100 páginas que con el tiempo se convirtió en toda una guía para el fumador de cigarros y donde, a través de anécdotas y consejos, se cuenta la etiqueta del cigarro. 

Quizás lo más interesante del libro sea que tras su lectura uno conoce la etiqueta a seguir para disfrutar de un cigarro; etiqueta que se divide entre lo que se debería hacer y lo que no. 

COSAS A HACER:

Caliente ligeramente el pie del cigarro antes de encenderlo.

Retire la banda o anilla después de encender el cigarro. En cuanto el cigarro está caliente esta se puede retirar sin mayor dificultad. 

No es un pitillo por lo que mejor tomarse un tiempo para saborearlo. Una bocanada por minuto suficiente. 

Sostenga el cigarro entre su dedo índice y el pulgar, no entre el índice y el corazón.

Deje que el cigarro se consuma con una muerte digna; después de haberse consumido la mitad el resto no mantendrá la forma de esa primera mitad.

Cuando lo haya terminado deséchelo discreta y rápidamente.

Espere al menos 15 minutos entre cigarros, ya que de no hacerlo podría parecer que no fuma por placer sino por necesidad.

COSAS A EVITAR:

Utilizar una navaja para cortar o perforar el extremo del cigarro.

Acercar la llama al pie del cigarro, mejor girarlo sobre el borde de la llama hasta que comience a arder. Una vez haya empezado a arder apagar suavemente dicha llama.

Encender un cigarro debe ser una experiencia personal; uno debería llevar su propio fuego evitando tener que pedirlo. 

Encender el cigarro demasiado despacio o demasiado rápido.

Disfrutar del exhibicionismo, ya sea que esté encendiendo o ya fumando el cigarro.

Volver a encender el cigarro si menos de una cuarta parte de él es hoja.

Poner el cigarro en la boca para volver a encenderlo.

Raspar el exceso de ceniza y girar el cigarro sobre la llama durante varios segundos hasta que se vuelva a encender.

Apretar el cigarro entre los dientes.

Mojar el extremo del cigarro. No masticarlo ni babearlo. 

Fumar demasiado rápido.

Siempre usar un porta cigarros.

Meter un palillo o cerilla en el extremo del cigarro para ayudar a mantenerlo en la boca.

Sumergir el cigarro en oporto o brandy, un hábito atribuido a Winston Churchill.

Fumar mientras se trabaja.

Sostener el cigarro entre el dedo índice y medio; siempre entre el pulgar y el dedo índice.

Fumar mientras se camina en público.

Fumar más de la mitad del cigarro.

Apagar el cigarro triturándolo al cenicero. Hay que dejar que el cigarro muera poco a poco de manera natural.

Fumar un cigarro tras otro.

PD En esta página somos conocedores de los efectos perjudiciales del tabaco sobre la salud y recomendamos encarecidamente no fumar. Pero si lo vas a hacer, hazlo con estilo. 

El Aristócrata

LOS SECRETOS DE TURNBULL & ASSER

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¿Sabías que Turnbull & Asser no cose sus camisas a mano o que se negaron a hacerle camisas a James Bond por obligarles a pagar por ello?, ¿o que en sus fichas de cliente se guarda un campo para el título nobiliario del cliente y que hacen saber por carta a ciertos clientes que preferirían no volvieran? Hoy contamos los secretos de T&A narrados desde dentro. 

Hace ya varios años, con motivo de la fundación del Club Privado El Aristócrata, conocí a Javier Valencia, apasionado de las cosas bellas y con una enorme cultura sartorial. Los caminos de la vida le llevaron a trabajar en el Londres más exquisito destacando su paso por Gaziano & Girling y la mítica camisería T&A. Hoy, casualidades también de la vida, disfruta de su pasión de la mano de Joaquín Fernández Prats diseñando nuevas colecciones y accesorios que bien se merecen un futuro artículo. Esos pañuelos de bolsillo son increíbles…

Si hace tres años ya hablábamos de las mejores camiserías del mundo, entre las que obviamente citábamos T&A, esta semana nos colamos en sus dependencias y os contamos alguno de los secretos de esta centenaria camisería. Aunque las puertas de los conocidos números 71 y 72 de Jermyn Street abren al público a las 9, no más tarde de las 8.30 todo el mundo está en su puesto de trabajo para dar la bienvenida a los primeros clientes. A las 6, puntualidad inglesa, se cierran sin esperar a nadie, sea quien sea quien estuviese por venir. Los clientes, a los que un dependiente abre la puerta, son recibidos como si se les estuviera esperando por James Cook, responsable de la tienda y fotografiado abajo. Si en la tienda de Jermyn Street se vende solo RTW y MTM la medida se realiza en las tiendas de Bury Street, muy cerca de Jermyn Street y donde se encuentra Steven Quin, el actual poseedor de la royal warrant.

T&A cuenta con dos fábricas propias, una dedicada exclusivamente a la confección de corbatas y otra a la camisería a medida, donde trabajan cerca de treinta costureras. Si bien sus camisas son lo más demandado, lo que poca gente conoce es que son sus calcetines y, sobre todo, sus jerséis de cachemira las otras dos prendas estrellas de la casa. Si los calcetines se los hace Pantherella hasta en seis tallas diferentes, dos materiales y dos largos, son los jerséis, con un precio de hasta 1.200 libras, los más queridos por el cliente joven, cliente que como veremos más adelante es testimonial en la casa. 

Pero quizás lo más interesante de dichos jerséis es que es posible verlos de vuelta a la tienda para ser reparados cuando un puño se estropea o se hace un agujero. En palabras de Javier: “es curioso lo diferente que es el cliente inglés del español. El inglés tiene en su filosofía reparar la ropa de calidad cuando esta se rompe, sean zapatos, chaquetas o jerséis. Incluso llega a presumir de ello. En cambio, raro es el español de alto poder adquisitivo que remiende unos zapatos o cosa una camisa antes de comprarse otra”. En T&A es frecuente seguir cambiando puños y cuellos de camisas quince años después de haber sido cosidas. 

Javier recuerda preguntar el porqué de la edad tan avanzada de la clientela y no olvida la respuesta de su responsable James Cook: “No nos importa no tener clientes jóvenes. Estos jóvenes ya envejecerán y entonces empezarán a valorar lo artesanal e intemporal, pasarán de marcas y modas y vendrán a nosotros. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Quizás por ello la media de edad del cliente de T&A esté más cerca de los 70 que de los 50. 

Continua Javier: “otra diferencia entre el cliente español y el inglés es que este último no quiere que parezca que está de estreno. Las chaquetas mejor algo arrugadas o que aparenten algunos años ya de vida. El español está obsesionado en que todo parezca planchado y sin apenas uso visible. No es nada infrecuente que los ingleses den sus abrigos y chaquetas al servicio para que las lleven puestas antes de pasar a colgarse en su armario. El mismísimo Príncipe Carlos tiene no solo zapatos sino trajes, y abrigos remandados. Por mi experiencia también en G&G un inglés tendrá sus zapatos en perfecto estado de pase de revista antes de comprarse un nuevo par. Raro es sustituir un par viejo por uno nuevo. Lo más frecuente es añadir un nuevo par, pero nunca desechar uno viejo”. 

Tanto en la fábrica de corbatas como en las de camisas hay más mujeres que hombres cosiendo. Y son sus manos las que guían a las máquinas que las cosen, proceso que se produce enteramente dentro de sus premisas. Pocas cosas diferencian -excepto los cuellos desmontables y el corte- la camisa de T&A de principios del S.XX de la que hoy se confecciona, quizás solo cierta atención en la utilización de tejidos y materiales, como los botones, más sostenibles. Tan poco han cambiado las cosas por Jermyn Street que hoy un chaval de 20 años podría mandarse a confeccionar la misma camisa que su padre se hizo veinte años atrás. T&A tiene un fondo de telas y diseños propios que siempre mantienen en stock.

A este fondo de armario, T&A incorpora todos los años cerca de 30 nuevos tejidos que una vez acabados no vuelven a fabricarse. Si las primeras telas corrían a cargo de Thomas Mason, hoy, ya bajo propiedad de Albini, las telas que Albini confecciona para T&A solo las hacen para los ingleses, basándose en diseños del equipo creativo de la casa.

T&A ofrece a sus clientes tres tipos de camisas: RTW, MTM y Bespoke. La diferencia entre el RTW y el MTM es que en estas últimas el cliente puede elegir el largo de manga, el tipo de puño y cuello y siempre solo entre las telas propias de T&A (las de Thomas Mason). Ambas están, al igual que las bespoke, confeccionadas 100% a máquina – solo los bordados se cosen a mano. Si el precio de las RTW empieza en 195 libras, pudiendo llegar a 450 libras si están confeccionadas en seda, a las MTM habría que sumar 50 libras sobre su homologa de RTW.  

El tercer tipo, las camisas bespoke, se diferencian por poderse confeccionar con cualquier tipo de tela, de cualquier muestrario existente en el mercado. Obviamente, estas se realizan después de tomar dieciocho medidas al cliente, escoger uno de los veinticinco cuellos disponibles – o confeccionar el suyo propio-, realizar un patrón y una camisa de prueba que se repite cuantas veces sea necesario. La mano de obra empleada es exactamente la misma que en las camisas RTW. Dicho esto, en palabras de Javier, su hechura es magnífica y si bien son a máquina tienen detalles mucho mejores que muchas camisas artesanales que él ha visto. Su precio entre 325 y 500 libras. Todas las camisas, tanto las RTW, las MTM como las bespoke se realizan en su totalidad en su fábrica. 

Las camisas de T&A pueden ser fácilmente reconocibles de escoger alguna de sus telas a rayas. Estas suelen ser de colores vivos y de grosores generosos. “Si en España pudieran resultar informales, en el Reino Unido son toda una seña de identidad. No obstante, hay tejidos, como los que usa el Príncipe Carlos, menos llamativos y más conservadores”. “Sus telas, al contrario de lo que ocurre en la mayoría de las camiserías artesanales, solo pueden ser de gran calidad, siendo la tela de entrada un algodón egipcio 100%. Es también frecuente ver en España e Italia camisas con una magnífica mano de obra, pero con algodones nacionales de justa calidad o, incluso, con tejidos con mezcla. Esto es algo impensable en T&A”. 

“Dicho esto, lo que más nos llamaba la atención a los que allí trabajábamos eran esos clientes que te traían sus camisas hechas a mano para presumir de ojales y costuras artesanales con sus cuellos termofijados. Ninguna, absolutamente ninguna camisa a medida en T&A se hace con un cuello termofijado. ¿De qué vale que tu camisa esté cosida a mano si luego le plantan un cuello con pegamento?”. En T&A Hay dieciocho tipos de entretelados para el cuello y también los puños se cosen siempre con entretelas flotantes. Al cliente de T&A claramente no le importa que sus camisas no estén cosidas a mano, pero sería imposible venderles una camisa con un cuello termofijado. 

Wil Whiting  es de los pocos camiseros británicos que goza del respeto y admiración de los cortadores de T&A. Reconociendo que sus camisas son el “non plus ultra” también apuntan que sus precios duplican los suyos y que si bien en mano de obra son toda una obra de arte, su hechura no supera la de T&A. “Hay que tener en cuenta que T&A lleva haciendo camisas desde 1885 y saben perfectamente cómo va a evolucionar cada tela, cada cuello, como variarán los colores con los diferentes lavados. Y todo ello está hoy informatizado pudiendo rápidamente añadir medio centímetro a un cuello o a un largo aún cuando el cliente así no quiera. 

Saben que cuando esa camisa de prueba tras ser lavada tres veces vuelve a la sastrería para verla cliente y cortador y así asegurarse que quedará exactamente como el cliente quiere. Y esto no hay camisería en el mundo que lo haga, que yo sepa” cuenta Javier quien también admira el trabajo de Wil Whiting. “Nosotros hemos visto camisas suyas en cuyos ojales hay que fijarse mucho para no afirmar que están hechos a máquina. No hay una camisa tan bien hecha como las suyas. Juega en otra liga”. 

El pedido mínimo de T&A son cuatro camisas, no mucho tiempo antes eran seis. Con uno de los tejidos escogidos se te hace la camisa de prueba, se te manda a casa y, como ya hemos comentado, el cliente debe pasar a probársela por la tienda después de al menos tres lavados. Entonces las cuatro camisas, con el patrón definitivo, se mandan a coser a su fábrica – la camisa de prueba se desecha. No habrá sorpresas, la hechura de las cuatro camisas será idéntica. Si no se indica lo contrario estas llevarán dos pinzas en la espalda. En seis semanas las camisas están listas para vestirse. 

Con tantos clientes en estos ciento treinta años, los patrones se conservan en dos grandes habitaciones llenas de estanterías que hay en el sótano. Hoy todos los patrones se digitalizan por si hubiera un incendio o pudiera pasar cualquier cosa que pudiera destruir los de papel. A los diez o quince años de no utilizarse, los patrones físicos pasan a guardarse solo en formato digital. Es tal la infraestructura que requiere la conservación de los patrones en sus estanterías que el cargo de “responsable de logística”, persona que se encarga de la organización de dichos patrones, es igual de importante que el de patronista. 

El cliente T&A es muy estándar. Persona de elevada edad, normalmente por encima de los setenta años, muy inglés, “old money”, más aristócrata que empresario y con profesiones tradicionales. Poco árabe y ruso y más inglés que lleva toda su vida haciéndose sus camisas en T&A. “En el día a día raro es que no pase a la tienda un miembro de la cámara de los Lores o de la Casa de la Reina”. Y a todos ellos les atiende James Cook quien desde el año 94 es el responsable de la tienda. Y es James Cook quien mejor representa la filosofía de la casa. 

“A todo el mundo, sin excepción se le llama de usted y se guarda siempre la distancia. Nadie da su punto de vista ni de la política del país ni de siquiera su equipo de futbol. Nosotros somos del partido político de nuestro cliente y de su equipo de futbol”. El trato es muy formal, muy servicial, totalmente prohibido tutear al cliente o tener familiaridad con él. “El dependiente es el dependiente y el cliente el cliente, todos lo tenemos siempre presente”. Hoy que todo se renueva para parecer más moderno, la tienda de T&A sigue con la misma imagen de club inglés de cuando abrió sus puertas. Conserva la lámpara original de Tiffany, su chimenea art Nouveau y hasta su parqué del S. XIX -aunque esté oculto hoy día bajo una moqueta-.

Volviendo sobre el cliente nos sigue contando Javier que resulta francamente difícil cambiar las colecciones pues el cliente T&A está muy fidelizado y busca siempre lo mismo. No le gustan los cambios, ni en los tejidos, ni en las colecciones ni siquiera en la propia tienda. “Busca lo que llamamos el ADN de T&A: aire clásico, colores atrevidos y la máxima calidad de los tejidos”. Son personas que están por encima de cualquier moda. 

T&A sabe perfectamente quien es su cliente y los intentos de salirse de la línea no han funcionado bien. Su objetivo no es buscar un nuevo cliente ni hacer nuevas líneas que pudieran no gustar a su cliente tipo. Y este cliente tipo es el mismo hace cien años que ahora. James Cook le dijo una vez a Javier: “Cierto que llevamos 140 años vistiendo a gente mayor, pero gente mayor siempre habrá. Deja que los jóvenes lleguen a mayores y entonces nos comprarán”. O como le dijo un cliente: “¿para qué querríais hacer ropa para mis hijos? Hazlas para mi, deja que vista de vosotros muchos años y cuando mis hijos crezcan me seguirán”. 

“La gente joven no paga dinero por prendas como las de T&A. Si se gastan dinero en ropa, que ya es mucho decir, será en algo que lleve un logo o que está de moda”. “El secreto de T&A es mantenerse fiel a su producto estrella y a su cliente tipo dejando moda  y creatividad para las casas pasajeras”. Quizás por ello lleven más de cien años trabajando con muchos de los proveedores de sus primeros años. No insertan publicidad en revistas ni trabajan con influencers. Por el contrario, prefieren esforzarse en el trato con el cliente. Por ejemplo, cuando alguien compra una corbata de lazo y no sabe hacerse el nudo, se le enseña en la tienda a anudarla sobre la pierna para de esa forma que el nudo de su corbata sea el suyo y el de nadie más. 

Durante más de diez películas hicieron las camisas para James Bond y la productora les pagaba su precio. En cuanto les dijeron que como les hacían mucha publicidad debían pagar por hacérselas dejaron de vestir a 007. Una de las poquísimas veces que T&A se ha permitido una excepción fue en el rodaje de El Gran Gatsby de Jack Clayton. 

Al ir el director a hacerse unas camisas y quererlas listas en dos semanas, se le informó de que, si la realeza espera un mes, el también puede esperar. Respondió a esto el cineasta que la escena de las camisas en el Gran Gatsby podía ir de dos maneras: Se le podía enfocar la cara a Robert Redford mientras enseñaba su armario repleto de camisas, o la cámara podía enfocar por encima de su hombro a un armario lleno de cajas de Turnbull and Asser. Las camisas estuvieron listas en dos semanas y la escena es historia. 

Curioso es también que la camisa de Daniel Craig sea la menos vendida de James Bond, y esto lo es por su cuello. Tuvieron que hacerle unos picos muy largos pues al tener un trapecio tan musculado o los picos se alargaban para que tocara su torso o terminaban volando. Casino Royale fue la última película en la que se pudo disfrutar de las camisas de T&A.

Espero que os haya gustado

El Aristócrata

SIETE CORBATAS IMPRESCINDIBLES

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Desde la antigüedad, el número 7 tuvo cierto halo de misterio. Para Pitágoras, el más afamado de los matemáticos griegos, era el número perfecto. De las siete maravillas de la antigüedad a los siete pecados capitales pasando por los siete días que duran las fases lunares. La simbología del número 7 es tan fuerte que he decidido resumir el corbatero del hombre en este número mágico.

El corbatero del hombre encierra los momentos más importantes de su vida. Resume a la perfección los estados vitales por los que ha atravesado. Además, posee la cualidad de nunca ser prescindible ya que conlleva esa simbiosis perfecta en la que una prenda recuerda un momento inolvidable. Por tanto, hemos resumido algo tan complejo como un corbatero en 7 imprescindibles que nunca deben faltar.

1. Corbata con el fondo marino y lunares medios de color blanco. Dentro de la amplia gama de corbatas de lunares esta es la opción que más versatilidad va a tener con nuestros trajes y camisas. Al ser un color neutro el marino combinará a la perfección con nuestra gama de trajes grises y azules que conforman casi la totalidad de los trajes del caballero. Por otra parte, esta corbata será la opción perfecta si no queremos vestir la anodina corbata lisa o falso liso. Admite combinarse con camisas lisas o con alguna fantasía como rayas o microdibujos. Esta fantasía debe ser proporcional su tamaño al del lunar de la corbata. En caso de que los tamaños no tengan una escala similar el efecto no será el pretendido.

2. Corbata de amebas o paisley. También llamada de cachemira por el origen de su diseño que se pierde en los anales de la historia como un dibujo que procede de esta región de la India. Aunque tal vez su origen sea persa y de ahí se transmitió a las regiones cercanas. Los británicos, después de colonizar la India, comenzaron a estampar estos alegres dibujos sobre sus corbatas. El efecto final de dicho estampado es sofisticado y dinámico. La combinación adecuada es sobre camisas lisas, debido a la personalidad de la corbata.

3. Corbata de medallones o dibujo corbatero grande. Esta corbata comenzó a ser muy popular durante la primera mitad del siglo XX. De hecho, era habitual llevarla a los actores de la época dorada de Hollywood. Se considera un must dentro de las prendas «vintage». Debido a su estampado siempre debe ir combinada con camisas lisas o falsa Lisa. Por otro lado, el traje que mejor combina es el confeccionado con tejidos sin apenas fantasía para no recargar el conjunto.

4. Corbata tricot o punto de seda en azul marino. Esta corbata tiene una textura de punto y suele acabar en un corte recto, al contrario que la clásica corbata que suele acabar en un corte en pico. Sin duda la más versátil de todas las corbatas. Si tuviésemos que elegir una sola corbata sería esta. La corbata tricot es el puente entre el vestir formal y el vestir casual. Considera que esta corbata no restará elegancia a tu conjunto, le aportará un toque sofisticado. Es ideal para combinar con conjuntos de 2 piezas (chaqueta y pantalón). Alrededor suya se admiten todo tipo de estampados ya que su neutralidad le hace ideal para dar protagonismo a chaquetas y camisas. Por tanto, siempre que tengamos una camisa de rayas, cuadros, paisley o estampados diversos esta será la corbata a escoger. Por otro lado, es la corbata adecuada cuando buscamos un aspecto más desenfadado o casual. Encaja perfectamente debajo de jerséis finos de cuello pico en invierno para cualquier ocasión sin resultar demasiado formal dicho look. Además, en invierno, aunque la vestimenta sea sport, es una prenda que abriga nuestro cuello y nos protege del frío. La composición con camisa de chambrey azul siempre es una apuesta segura.

5. Corbata granadine burdeos. Sin duda un must del vestir formal. La corbata lisa complementa los conjuntos más arriesgados de camisa o chaqueta. Esta prenda aúna la neutralidad necesaria cuando apostamos por chaquetas más sofisticadas como cuadros ventana, rayas diplomáticas o patas de gallo. En las camisas produce el mismo efecto dándole calidez a esos dibujos con más entidad como rayas en todos sus grosores, cuadros, paisleys y microestampados. El color burdeos al ser neutro combina a la perfección con la mayoría de gama cromática por tanto resulta fácil su elección.

6. Corbata microdibujos corbateros. La corbata microestampada tiene una gran versatilidad al igual que la corbata granadine o tricot lisa. Sus pequeños dibujos admiten cualquier tipo de chaqueta con mayor o menor fantasía. Este diseño es perfecto con chaquetas de rayas diplomáticas, cuadros ventana o incluso dibujos más llamativos. Las camisas podrán tener cualquier tipo de fantasía y el único aspecto a tener en cuanta será combinar dichos dibujos con los colores de la camisa. Los colores de estos pequeños microdibujos nos permiten ir más allá en nuestro look final y combinarlos con el color de la camisa o con alguna fantasía de la camisa (raya, cuadro...) genera una combinación perfecta. La opción de combinar esos colores con el pañuelo de bolsillo es una apuesta ganadora. Además, se puede ir un paso más allá y elegir el color del calcetín en función de esos pequeños microdibujos.

7. Corbata regimental. Esta corbata tiene su origen en los colegios y clubs británicos. Dependiendo de su grosor y combinación de color era el signo distintivo de pertenencia a un determinado grupo. Con el paso del tiempo se ha convertido en un básico del vestir masculino. Sus colores son diversos y es difícil escoger unos en concreto. Tal vez aquel que nos hace triunfar en cualquier ocasión es la combinación verde botella con marino. La corbata en estos tonos es perfecta para encajar en el famoso blazer azul marino. Al ser su dibujo muy marcado debemos combinar con chaquetas lisas o semilisas. Las camisas siempre tendrán que tener poco dibujo y en caso de ser a rayas, estas siempre serán de un grosor menor que la regimental para no sobrecargar el conjunto y dar un efecto óptico adecuado.

Para terminar esta lista es preciso evocar a la diseñadora francesa Coco Chanel. «Las modas pasan. Solo el estilo permanece». Tal vez estás corbatas no sean las que representen la moda en un momento determinado, pero seguramente marcarán el estilo del hombre durante toda su vida.

El Aristócrata

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